En el último gobierno de la expresidenta Michelle Bachelet, el rechazo del proyecto minero Dominga terminó fracturando su gabinete, cuando la actual alta comisionada ONU entraba en la recta final de su segunda administración.

Para la exmandataria y su comité de ministros, el cuidado del medio ambiente, junto a la flora y la fauna existente en la zona cercana a la comuna de La Higuera, en la región de Coquimbo, terminó siendo más importante que el desarrollo económico en desmedro del hábitat natural.

Finalmente, dejó la primera magistratura en marzo de este año, dio comienzo a su fundación y a principios de agosto la Asamblea General aceptó su nominación a la cartera de Derechos Humanos del ente mundial.

Desde allí, Bachelet ha comenzado lentamente a definir su agenda. En el plano doméstico, por ejemplo, condenó la muerte de Camilo Catrillanca en un operativo del Comando Jungla en Ercilla.

En el plano internacional, está preparando un viaje a Venezuela, si las condiciones así lo permiten, tras la invitación del presidente Nicolás Maduro.

Ello, para que en su calidad de alta comisionada pueda ver en persona la situación por la que atraviesa la nación caribeña y conversar tanto con figuras del oficialismo como de la sociedad civil.

No obstante, en las últimas horas, Bachelet retomó la bandera medioambientalista a través de una columna para The New York Times.

En el escrito, con sentido de urgencia y con un tono apremiante, la expresidenta expuso que, a su juicio, la humanidad ya llegó tarde para salvar del todo al planeta.

No obstante, aseguró que es ahora cuando se deben tomar las decisiones claves que evitarán a futuro un empeoramiento del contexto actual.

En esa línea, tomando en cuenta, por ejemplo, la política impulsada por Donald Trumpquien no cree en el cambio climático– “es más importante que nunca que países pequeños como Chile —aquellos que usualmente padecen de manera más directa los daños costeros por el cambio climático— trabajen para preservar el medio ambiente mientras buscan mantener un impulso económico”.

“La mala noticia es que esto sucede cuando ya es muy tarde. Somos la última generación de tomadores de decisiones que puede actuar a tiempo para evitar una catástrofe planetaria”, sentenció.

“Las decisiones que tomemos hoy nos llevarán hacia un futuro con mayor resiliencia climática o resultarán en una seguridad alimentaria, de agua y energía socavadas para las siguientes décadas”, agregó.

Pero el crecimiento que se ha obtenido hasta el momento a costas del medio ambiente también podría verse comprometido de no prevenir mayores emisiones de dióxido de carbono, alejarse del plástico y depender menos del petróleo.

Citando al Banco Mundial, Bachelet detalló que “el impacto de los fenómenos naturales extremos equivale a una baja de 520.000 millones de dólares en el consumo anual global”. Además, el cambio climático gatillaría que 100 millones de personas caigan en la pobreza extrema hacia 2030.

“Los expertos ya lo han señalado: si no gestionamos el cambio climático, terminaremos por deshacer el mismo desarrollo”, escribió Bachelet.

En la publicación, la alta comisionada no olvidó mencionar los avances en materia medioambiental y de energías verdes que logró en sus gobiernos.

Recordó, por ejemplo, la ampliación de las áreas marinas protegidas, la inversión en energías no renovables y el aumento de los parques nacionales.

Tampoco olvidó la prohibición de las bolsas plásticas en comunas costeras, medida que Piñera radicalizó y transformó en el fin de estos contenedores a lo largo del gran, mediano y pequeño comercio.

Sin embargo, Bachelet aclaró cada país no debe trabajar de manera individual si lo que se busca es “una transformación global”.

“Debemos comprometer nuestras energías colectivas a defender un bien común y a encontrar un equilibrio entre el crecimiento económico, la creación de trabajos y las demandas ambientales”, dijo.

En esa línea, destacó que iniciativas como el Acuerdo de París o la Agenda 2030 tracen un camino claro a seguir en materia de coordinación y apoyo a aquellos países que necesiten ayuda.

Aunque -en su opinión- se necesita una estrategia más compleja, que “acelere el bien común, permita que sean viables las inversiones y, entre otras cosas, atienda los riesgos de hacer el cambio productivo que necesita haber en nuestras economías”.

“Ha llegado el momento de ponerle un precio al tipo de desarrollo que sí generará cohesión y paz duraderas. Porque de esto se trata: de la supervivencia de la humanidad, de la manera correcta”, finalizó la otrora dos veces jefa de Estado.