En 1952, el mundo de la biología vería producirse uno de los hechos más importantes de su historia, luego que una imagen llamada Fotografía 51 revelara la verdad tras uno de los misterios más grandes de la vida: cómo se compone el ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN.

La instantánea, tomada por una prestigiosa científica, permitiría por primera vez dar forma al ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos y algunos virus, y que además es responsable de la transmisión hereditaria.

Pese a su relevancia en el desarrollo científico mundial, detrás de la obtención de la instantánea se esconde la historia de una mujer que fue prácticamente ignorada por sus logros, y un par de científicos que se llevaron mayor crédito del que deberían.

ADN | ABC

El ADN

El ácido desoxirribonucleico es una molécula que forma parte de todas las células, y que contiene la información genética utilizada en el desarrollo y funcionamiento de los organismos.

De acuerdo al suplemento educativo Icarito, “contiene el mensaje genético para toda la función y organización celular. Es, en definitiva, la molécula que controla todos los procesos vitales para los seres vivos, además de ser el principal constituyente de los cromosomas celulares”.

Considerando lo anterior, el ADN lleva la información necesaria para dirigir la síntesis de proteínas -producción de las proteínas que necesita la célula o el virus para realizar sus actividades y desarrollarse- y la replicación -conjunto de reacciones por medio de las cuales el ADN se copia a sí mismo cada vez que una célula o un virus se reproduce y transmite a la descendencia la información que contiene-.

Cada molécula de ADN está compuesta por dos cadenas o bandas que forman una especie de escalera retorcida, a la cual se le llama doble hélice. Precisamente, el hecho de que conozcamos tan en detalle el ADN en nuestros días, se debe a la mítica Fotografía 51.

Rosalind Franklin | Wall Street International Magazine

Rosalind Franklin

Pero su realización se debe a la vida y obra de una química y cristalógrafa británica llamada Rosalind Elsie Franklin, quien dedicó parte de su trabajo al análisis de imágenes por difracción de rayos X que tuvieron gran importancia en el progreso de diversos campos y que fueron clave para revelar la estructura de los carbones y el grafito, entre otros.

Franklin nació en Londres a finales de julio de 1920, en el seno de una prominente familia judía inglesa. Tras escuchar una de las conferencias de Albert Einstein, se dice que la joven promesa decidió dedicarse por completo al estudio de la ciencia y, tras pasar por diferentes centros, con 18 años aprobó el examen de ingreso en el en el Colegio Newnham de Cambridge.

En Cambridge la joven entró en contacto con el físico británico William Lawrence Bragg, sucesor del físico neozelandés Ernest Rutherford, quien estaba al frente del laboratorio Cavendish. A sus 25 años, en 1915, Lawrence Bragg compartió con su padre, William Henry Bragg, el Nobel de Física por sus estudios de la estructura cristalina por medio de los rayos X.

Rosalind Franklin | Revista Cultural

Precisamente, la influencia de Lawrence Bragg sería decisiva en el hecho de que Franklin investigase la cristalografía.

A principios de 1941 Rosalind obtuvo su título de Química y Física y, al poco tiempo, comenzó a estudiar el carbón en la British Coal Utilisation Research Association (BCURA). Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, en el ’46 defendió su tesis doctoral, según informó el medio Hipertextual.

Sólo seis años después, ocurriría un suceso que cambiaría para siempre la vida de Franklin y de la historia de la biología.

Rosalind Franklin | Wikimedia Commons

La Fotografía 51

Tras ser positivamente influenciada por la científica francesa Adrienne Weill, exalumna de Marie Curie, entre 1947 y 1951 Rosalind estudió en París, donde se familiarizó con la técnica de difracción de rayos X que fue decisiva en su carrera.

A su regreso a Inglaterra, logró un cupo en la universidad pública de investigación King´s College de Londres, donde recibiría el encargo de indagar en la estructura del ADN.

Si bien era un lugar prestigioso en el cual desarrollarse, a diferencia de su antiguo lugar de trabajo en esta universidad reinaba un ambiente machista que debió ser duro para la científica.

Pese a ello, logró algo con lo que mucho sueñan. Con la ayuda de su asistente Raymond Gosling, un estudiante de doctorado, la química logró realizar en mayo de 1952 la famosa Fotografía 51.

Esta imagen, tomada en el laboratorio mediante técnicas de difracción de rayos X, permitió por primera vez en la historia apreciar con nitidez la estructura de doble hélice del ADN… un verdadero “terremoto” científico que cimentó las bases del desarrollo biológico en torno a este vital ácido.

Fotografía 51 | ResearchGate

La traición científica

Tras este hito, Franklin estuvo muy cerca de resolver la estructura del ADN, no obstante, en 1958 la científica falleció a los 37 años producto de un cáncer de ovarios, el cual habría sido causado por su constante exposición a las radiaciones.

En este período se gestó lo que, hasta el día de hoy, se mantiene como un acalorado debate en la comunidad científica, y que se considera una de las “traiciones académicas” más sonadas de las últimas décadas.

En el King’s College Franklin tenía un compañero con el que no se llevaba del todo bien: Maurice Wilkins, un físico neozelandés que también investigaba el ADN. Wilkins también era colega de James Dewey Watson y Francis Crick, dos científicos de la Universidad de Cambridge que desde hace un tiempo buscaban desentrañar los misterios del ácido desoxirribonucleico pero sin éxito.

Poco tiempo después de que Rosalind obtuviera la Fotografía 51, a inicios de 1953 Wilkins mostró la imagen a Watson. El problema, es que lo hizo sin el permiso de la química y antes de que ésta hiciera alguna publicación sobre sus hallazgos.

Tal como diría Watson años más tarde, “En cuanto vi la foto quedé boquiabierto y se me aceleró el pulso”. Tanto así, que tras este “impulso” tanto Watson como su compañero Crick comenzaron a trabajar a paso acelerado y unos meses después, en abril, los investigadores de Cambridge publicaron en la revista Nature su propuesta de estructura de ADN bajo el título Estructura molecular de los ácidos nucleicos

Algo que, sin duda, no hubiese sido posible sin el aporte de Franklin, quien fue nombrada “de pasada” en el artículo y vio cómo otros se llevaban los créditos del que debió ser su trabajo.

James Watson y Francis Crick | Tekcrispy

El Nobel para los otros

Sólo cuatro años después del fallecimiento de Franklin vendría el “mazazo” más grande para la científica, luego que en 1962 Watson, Crick y Wilkins recibieran en Suecia el premio Nobel de Fisiología o Medicina por sus estudios en torno a la estructura del ADN.

Pese a su aporte clave en este hecho, en el discurso ninguno de los premiados reconoció a Rosalind por su papel determinante.

Un desaire que volvió a ocurrir en 1968, luego de que James Watson publicara un libro sobre el descubrimiento de la estructura del ADN que, nuevamente, minusvaloraba el importante trabajo de la química.

Finalmente, en 1975 una amiga de Rosalind, la escritora Anne Sayre, publicaría un libro que reivindicaría su aporte a la biología: Rosalind Franklin y el ADN.

Posteriormente, han venido otros homenajes como el que realizó Google en 2013, tras difundir un ‘doodle’ en la página principal de su buscador para honrar la memoria y trabajo de la científica inglesa.

Doodle de Rosalind Franklin | Google

A más de 50 años del fallecimiento de la química y cristalógrafa, su valioso aporte a la ciencia sigue rindiendo sus frutos.

Sólo en el último tiempo, han existido notables avances en el estudio del genoma humano, con numerosos proyectos en marcha para desentrañar las múltiples interrogantes que giran alrededor del ADN.

Entre ellos, el número de genes (instrucciones genéticas) que existen en los humanos y cómo se organizan; las variantes totales que podemos encontrar y qué efecto producen en los procesos celulares; o cómo se controla la expresión de estos genes, entre otros, según informó el Instituto Bernabeu de Medicina Reproductiva en su página web.

Toda una hazaña atribuible a una científica que cultivó sus habilidades y conocimientos, con el objetivo de hacer realidad sus sueños para ponerlos al servicio de la humanidad.

Rosalind Franklin | Revista Time