En Puerto Natales, el agricultor usuario de Indap, utiliza la artesanal técnica del trenzado para mejorar la circulación de aire entre los bulbos y evitar que se estropeen por el peso o pudran.

Al interior de una bodega, frente al cerro Dorotea, en el camino cuatro del sector Huerto Familiares, cuelgan del techo y las paredes, los ajos. Son cientos de kilos, trenzados con la misma lienza de la raíz, un bulbo al lado del otro, sin apretarse. “Aquí no entran los vampiros”, bromea Hugo Contreras (79), agricultor de Indap. Su nieta, Javiera Contreras (20) ríe tímida y lo ayuda a sostener una de sus muletas, mientras él carga una ristra con al menos 20 cabezas del cultivo de aliáceas.

Estuvo casi dos semanas trenzando los ajos, ayudado por un trabajador y su nieta que lo acompaña siempre. “No es usual hacer trenzas y chuta que resulta bueno para mantenerlo más sano, ese es el secreto”, asegura.

La razón es muy sencilla, los ajos así colgados tienen una mejor circulación de aire a su alrededor y las cabezas no descansan entre sí, lo que favorece a que no se estropeen o pudran por su propio peso.

En la práctica se recolectan los ajos con el tallo y se dejan secar varios días, en un lugar seco y aireado, separados unos de otros. Cuando los tallos están secos y antes de que se vuelvan quebradizos es el momento para hacer las ristras.

Esta presentación, de carácter artesanal y tradicional, tiene la particularidad de dar valor agregado al ajo y ayuda tanto para el transporte como en el uso doméstico: al tener todos a la vista es más fácil elegir el que se va a utilizar y desprenderlo de la ristra.

Hoy, le van a comprar ajos a su parcela y espera enviar en estos días una partida a San Gregorio.

Una alternativa de producción

“Por la falta de agua perdí una cosecha entera de frutillas, pero los ajos me salvaron”, explica Hugo Contreras. Son morados, tirado a azul y la gracia es que tienen propiedades benéficas para salud.

“Yo me como un diente todos los días para mantenerme bien. Este ajo, si uno lo pincha, salpica un jugo fuerte, oloroso, ideal para las comidas. No como el del norte o chilote, que es más suave”, explica Contreras.

Al ajo se le reconocen propiedades beneficiosas para prevenir y contrarrestar enfermedades respiratorias y estimular el sistema inmunológico. También, ayuda a combatir el estrés, normaliza la tensión arterial, protege de infecciones, es anticoagulante y una excelente fuente de vitamina B1.

Sin embargo, Julio Yagello, académico e investigador agropecuario de la Universidad de Magallanes (Umag), asegura que faltan aún muchos estudios para validar las particularidades propias del ajo que se produce en Magallanes.

“En la zona se trabaja principalmente con una variedad que algunos llaman Patagónica. Se trata de un ecotipo entre azul y morado. No se ha investigado mucho, faltan más estudios de campo, pero sin lugar a dudas es un ajo de calidad que ha logrado resistir las condiciones geográficas y climatológicas de la región, lo que ya le da un valor interesante”, precisó Yagello.

Toda una vida dedicada al campo

Hugo Contreras llegó el año 1962 a cumplir con el servicio militar y nunca más se fue de Magallanes. “Desde chico nací y me crecí con los animales, en Bellavista, en la comuna de San Pablo (región de Los Lagos). Allá pagaban muy mal en el campo los gringos, y yo trabajaba de sol a sol, yo me crecí pobre, a pata pelada hasta los quince años. Y acá me gustó y hoy sigo trabajando en el campo, apoyado por Indap”, cuenta.

Hoy, se desplaza en muletas, aun así no para de trabajar y seguir proyectando mejoras para su predio. No solo tiene ajos, también cosecha avena, se dedica a la ganadería, y la próxima temporada espera inaugurar un proyecto de Indap de riego por goteo para el cultivo de frutillas. Ya instaló el panel solar con una bomba para sacar agua.

“Ahora a mi abuelo le cuesta más trabajar, pero trabaja mucho. Yo le doy las gracias por todo lo que me ha enseñado, lo que le ha enseñado a mi papá y por darnos la oportunidad de ser parte de este sueño tan lindo que es dedicarse a la agricultura”, dice Javiera Contreras, que alterna su práctica de técnico en enfermería con el apoyo en las tareas agrícolas.