Desde 2016 se ha premiado a 88 obras –70 ganadoras y 18 menciones honrosas– de 90 cultores y cultoras de 14 regiones del país. Sobre la obra ganadora del sello, los autores comentaron que es una reproducción de una pieza arqueológica hallada en el Cementerio Topater 1, que se usaba para rituales funerarios y que tiene un valor icónico para Calama.

Floridor Ayavire (78) y su hija Carolina Alma (44) –él, alfarero y agricultor, y ella, arquitecta y hoy también dedicada al trabajo en greda– se convirtieron en los primeros representantes del pueblo atacameño-lickanantay en obtener el Sello Artesanía Indígena que desde hace ocho años entrega la Subdirección Nacional de Pueblos Originarios del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Gracias a su obra “Jarrito Antropomorfo Topater”, padre e hija, recibieron esta distinción, junto a otros 11 cultores y cultoras de los pueblos mapuche, rapa nui y aymara, en una ceremonia realizada en el marco de la Feria Nacional Artesanías que se realiza en la Plaza de la Constitución de Santiago.

Vale señalar que el Sello Artesanía Indígena busca revitalizar y proyectar los conocimientos y técnicas artesanales tradicionales, así como incentivar la difusión de las obras galardonadas como manifestaciones auténticas y distintivas de las culturas de los pueblos indígenas presentes en Chile.

Floridor Ayavire fue uno de los seis usuarios del Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) que este año obtuvieron el Sello Artesanía Indígena. Los otros fueron:

– Carmen Huaylla, de General Lagos, por “Phullu Awayu”.
– Juana Mamani, de Colchane, por “Faja Purapi Churu”.
– Rosa del Carmen Melinao, de Cunco, por “Kachif”.
– Daniela Burgos, de Saavedra, por “Pilwa Wilal Tradicional”.
– Osvaldo Güineo, de Quellón, por “Frazada Punto Ojo de Guanaco”.

Una historia familiar ligada a la artesanía

Nacido en el pueblo de Toconce y radicado en Alto El Loa, Floridor Ayavire creció con sus abuelos, Cristóbal y Patricia, con quienes tuvo sus primeros contactos con el barro, ya que ambos se dedicaban a la artesanía, tradición ancestral que él ha mantenido.

“Yo siempre ayudaba a mi abuela a hacer la masa, porque ella hacía toda la preparación para las artesanías. Mirando fui aprendiendo, igual que mi hija, que también jugó con el barro. Así hemos mantenido esta tradición de nuestros antepasados, tratando de hacer cosas mejores”, dijo el cultor.

“Soy más rústico y mi hija tiene manos finas. Trabajar en esto es una manera de representar las costumbres de nuestro pueblo, y somos pocos los que tenemos la habilidad de hacerlo”, agregó el artista.

Floridor comentó que cuando está con las manos en la greda, que recolecta en los cerros circundantes a su hogar, recuerda a sus abuelos, que hacían jarros y platos para poder alimentarse, ya que no contaban con utensilios de cocina.

Sobre el reconocimiento, el artesano mencionó que es “un orgullo, algo que nunca me imaginé”, y afirmó que trabajar con su hija es “muy bonito, una gran satisfacción”.

Sello Artesanía Indígena
Instituto de Desarrollo Agropecuario

Un amor incondicional

Carolina Alma estudió arquitectura en la Universidad Arturo Prat de Iquique, pero la sangre y la greda hicieron lo suyo y en 2016 creó Alma Atacameña para trabajar junto a su padre.

“Fue difícil dejar de lado mi profesión, porque el esfuerzo que hicieron mis padres para que estudiara fue muy grande, pero cuando me reencontré con la arcilla nativa me di cuenta de que me hacía muy feliz, me encantaba y me llenaba en todos los aspectos”, expresó.

La joven contó que cuando tenía 8 años su padre comenzó a traspasarle la información generacional que la marcó a fuego. “Él se dio cuenta que tenía una inclinación por los colores y los materiales. Yo jugaba con plasticina en el patio y cuando los monitos se me derretían por el sol y me ponía a llorar, él me tocaba la cabeza, me decía que no llorara más y me llevaba barro para seguir jugando”, recordó.

“Mi papá es mi motor, además de un hombre sabio, nacido y criado en el pueblo de Toconce, en los campos de pastoreo de la precordillera, y eso significa que tiene un conocimiento muy puro, de crianza y de contacto con el territorio. Trabajar con él es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida, porque es un amor idealizado desde niña y estar junto a él recibiendo este premio es mi mayor orgullo”, dijo con emoción Carolina Alma.

Obra ganadora del Sello Artesanía Indígena

La arquitecta agregó que, en el trabajo conjunto, su padre es “el que busca las arcillas, el guano para la quema y la grasa de llamo, el que pisa la arcilla, el que revuelve el barro, el que arma los lulos, el que hace la tarea pesada y se ocupa del fuego, y yo lo acompaño para aprender”.

“Las piezas las pensamos entre los dos; él me habla de los detalles, los ritos y las tradiciones más profundas de la cultura lickanantay, y le da sentido a todo lo que hacemos”, explicó.

Sobre la obra ganadora del sello, la artista contó que es una reproducción de una pieza arqueológica hallada en el Cementerio Topater 1, que se usaba para rituales funerarios y que tiene un valor icónico para Calama.

“Representa la mixtura de las dos técnicas alfareras más significativas de la región de Antofagasta: la roja, de Alto El Loa, y la negra pulida, de San Pedro de Atacama”, especificó Carolina.