La sarcoidosis es una enfermedad inflamatoria que se caracteriza por la formación de grupos diminutos de células inflamatorias, llamadas “granulomas”.

Estos granulomas se depositan en cualquier parte del cuerpo y afectan a casi todos los órganos, aunque las áreas más comúnmente afectadas son los pulmones, los ganglios linfáticos, los ojos y la piel.

Los expertos creen que la afección es el resultado de una respuesta anormal del sistema inmunitario ante una sustancia ambiental desconocida.

Se cree que la sarcoidosis, que no es contagiosa, se presenta en la gente que tiene una predisposición genética específica, pero no se la considera una enfermedad hereditaria pese a que veces sea un mal de familia.

La sarcoidosis puede aparecer repentinamente y presentarse con síntomas agudos, pero también puede desarrollarse gradualmente durante meses o años. Muy a menudo, la sarcoidosis no causa ningún síntoma y se la descubre en un seguimiento habitual o una evaluación hecha por otra afección.

Cuando la sarcoidosis es sintomática, puede provocar síntomas generales como cansancio, fiebre, hinchazón de los ganglios linfáticos y pérdida de peso. Otros signos y síntomas varían, según cuáles sean los órganos afectados.

Los síntomas más comunes con los que se presenta y que posiblemente provocan la evaluación para sarcoidosis incluyen falta de aire, tos seca y persistente, sibilancia del pecho, dolor en el pecho, ojos enrojecidos o problemas de la visión, decoloración de la nariz, las mejillas, los labios y los oídos, sarpullido en la piel, dolor en las articulaciones y arritmia cardíaca.

Una enfermedad engañosa

La sarcoidosis es, a veces, difícil de diagnosticar porque imita a otras enfermedades. Por ello, antes de establecer el diagnóstico final, el proveedor de atención médica posiblemente recomiende realizar varios análisis, según cuáles sean los síntomas específicos.

Lo que generalmente se recomienda como parte de la evaluación inicial es una radiografía del tórax, un electrocardiograma, análisis de sangre y pruebas respiratorias. En algunos casos, se hace una biopsia del área a la que se considera afectada para identificar la presencia de los granulomas y respaldar más el diagnóstico.

Una vez establecido el diagnóstico y cuando los pulmones son normales o tienen cambios mínimos pero no hay más síntomas, el proveedor de atención médica tal vez no recomiende ningún tratamiento, ni siquiera ante la presencia de granulomas en la biopsia.

Sin embargo, a la mayoría de las personas se les recomienda seguimiento médico, cuya frecuencia depende de los síntomas, la salud general y la situación personal. El control de la sarcoidosis suele incluir radiografías de tórax habituales y exámenes de los ojos, la piel y cualquier otro órgano que podría estar afectado por la enfermedad. No obstante, hable con su proveedor de atención médica acerca de las fechas recomendadas para su seguimiento.

Si empieza a presentar síntomas respiratorios, como falta de aire, tos persistente o respiración anormal, palpitaciones, dolor en el pecho, problemas visuales, debilidad o entumecimiento, comuníquese de inmediato con el proveedor de atención médica porque quizás sea necesario realizarle exámenes para ver si hubo algún cambio en la actividad de la afección. Cualquier tratamiento específico dependerá de esa evaluación.

Si bien no existe cura para la sarcoidosis, es común que la enfermedad desaparezca sola y sin ningún tratamiento o con mínima terapia para controlar los síntomas. No obstante, los signos y los síntomas pueden continuar por largo tiempo. En los casos severos, la sarcoidosis puede derivar en daño orgánico.

Debido a que la sarcoidosis puede empeorar, es importante que se someta regularmente a revisiones para que el proveedor de atención médica controle la afección y desarrolle un plan de tratamiento en caso de aparecer síntomas. Además, si observa síntomas nuevos u otros cambios en su salud, comuníquese cuanto antes con el proveedor de atención médica para ver si necesita someterse a más evaluaciones.