¿Qué hacía exactamente la reina? Antes de bajar el ritmo a los 95 años por motivos de salud, Isabel II dio 42 veces la vuelta al mundo y asistió cada año a cientos de actos, recepciones, inauguraciones y entregas de medallas.
Monarca constitucional, jefa de Estado con un papel ceremonial y estrictamente apolítica, la reina nombraba al primer ministro surgido de la mayoría parlamentaria, firmaba formalmente las leyes aprobadas por el Parlamento (desde 1708 no se ha negado nunca el consentimiento real) y los nombramientos oficiales.
Entre sus funciones estaba la de inaugurar oficialmente la sesión anual del Parlamento en Londres. Ataviada tradicionalmente con la pesada corona imperial y un manto de armiño, Isabel II leía un discurso, que no escribía ella, exponiendo la política futura del gobierno.
La monarca, que por convención no votaba, se reunió casi semanalmente con los 15 primeros ministros que se sucedieron durante su reinado, excepto con la recientemente asumida Liz Truss, a la que solo llegó a nombrar el martes.
Eran encuentros confidenciales, organizados en el Palacio de Buckingham, para discutir los asuntos del momento y durante los cuales podía “aconsejar y advertir”.
Sin embargo, el monarca nunca puede oponerse a las decisiones del primer ministro.
42 vueltas al mundo
La reina era también la jefa de las fuerzas armadas, gobernadora suprema de la Iglesia Anglicana y jefa de la Commonwealth, la mancomunidad británica.
Última soberana imperial y trotamundos incansable, Isabel II viajó a 117 países durante su reinado y realizó más de 180 visitas a naciones de la Commonwealth, de las que a su muerte era reina en 14 de ellas.
En total, viajó al menos 42 veces alrededor del mundo para asegurar la influencia de la corona británica, según un cálculo del Daily Telegraph que estimó en al menos 1.661.668 los kilómetros recorridos por la monarca fuera del Reino Unido.
Dejó de viajar al extranjero en noviembre de 2015 a la edad de 89 años.
Durante su reinado, también recibió 112 visitas de Estado al Reino Unido y dio incontables audiencias a los nuevos embajadores para recibir sus credenciales.
Hasta la pandemia de covid-19, recibía a unas 139.000 personas al año, entre fiestas de jardín, recepciones, cenas, almuerzos y entregas de medallas, según su balance financiero de 2020-2021.
También envió unas 300.000 felicitaciones de cumpleaños a personas que superaban los 100 años y más de 900.000 mensajes a parejas que celebraban su aniversario de diamante (60 años).
Era conocido asimismo su tradicional mensaje de Navidad, televisado durante 64 años, que en gran parte escribía ella misma.
Su día a día era una rutina de estudio de los expedientes gubernamentales -transmitidos en las famosas cajas rojas-, entrega de recompensas, recepciones e inauguraciones de todo tipo.
Desde la pandemia, dividió su tiempo entre el castillo de Windsor, cerca de Londres, el castillo de Balmoral, en Escocia, en verano, y la residencia de Sandringham, al norte de Londres, para las vacaciones de fin de año. Tradicionalmente permanecía allí hasta principios de febrero.
Su papel más importante era la “imparcialidad”, según Bob Morris, historiador de la monarquía.
Una imparcialidad con la que era intransigente, sin dejar traslucir sus opiniones, decidida a ser el símbolo de la unidad y el orgullo nacionales, y el garante de las tradiciones.
Esta determinación, combinada con su sentido del deber, hizo que siguiera siendo inmensamente popular hasta el final.