Corría apenas la primera semana de este 2021 en San José de Barberena, departamento de Santa Rosa en el sur guatemalteco.

Para muchos, era un nuevo comienzo. Para Káterin Recinos o “Keiry”, como la llamaban sus conocidos, fue el fin de una vida, truncada por uno o más verdugos (dato aún sin confirmarse). Para territorio guatemalteco, se trata del primer “feminicidio” -tal como se denomina en esa nación- de este año.

Káterin, según publicaciones de medios locales como PrensaLibre, salió la semana pasada, acompañada de dos sobrinas, ambas pequeñas. Con el paso de las horas, la ausencia de las tres comenzó a preocupar a sus familiares. No tardaron en emprender una búsqueda exhaustiva cuando cayó la noche y no llegaron a su casa.

Una división voluntaria del Cuerpo de Bomberos de Barberena, participaba en la búsqueda de la joven y las dos niñas. Lo peor, llegó con el hallazgo del cuerpo de Recinos.

“La colocha”, como la apodaban sus más cercanos, debido a su abundante cabello rizado, había sido asesinada. Se convertía en una estadística más, a juzgar por el hallazgo de sus restos, e irónicamente, tras rechazar los femicidios en su país.

Días antes, había colocado su foto de perfil en Facebook, en color rosa y con el mensaje: “Nací para ser libre, no para ser asesinada”.

Estrangulada con su melena

A medida salían a la luz los detalles del crimen, todo apuntaba a un femicidio.

“Se nos informó de una persona fallecida la cual se encontraba en un camino de terracería que dirige hacia aldea Buena Vista, en Barberena, al hacernos presente con personal paramédico constatamos que se trataba de una fémina, la cual ya se encontraba sin signos vitales debido a que había sido estrangulada con su propio pelo”, declaró José Luis Rivas, a quien la prensa guatemalteca identifica como paramédico del cuerpo de Bomberos Voluntarios.

El bombero voluntario insiste, en la grabación, en el hecho de que el estrangulamiento ocurrió con el cabello de Recinos, el cual era abundante y largo, a tal punto de ser usado como un arma, por uno o más de sus femicidas.

Otros medios como Soy502, informaron que el cuerpo de la joven estaba desnudo, por lo que se indaga si fue víctima de violación.

No está claro en qué momento, pero se confirmó que las sobrinas de la víctima fueron encontradas sanas y salvas. Se trata de una buena noticia, en medio de la conmoción causada por el caso no solo en Santa Rosa, sino a nivel nacional.

Dos niños quedan en la orfandad, tras el asesinato de su madre.

Femicidios: la otra pandemia en Guatemala y América Latina

Que Káterine haya muerto con la consigna en la garganta y con la foto puesta en contra de los femicidios, no fue casualidad. Es, más bien, causalidad. Lo dicen las estadísticas, más allá del feminismo y las frases tan verídicas como: “Vivas nos queremos” o el hashtag #NiUnaMenos.

De enero a septiembre del año pasado, Guatemala contabilizaba 350 femicidios a nivel nacional, según el Instituto Nacional de Ciencias Forenses, citado por globalvoices.org.

Muchas mujeres, a nivel Latinoamericano, optaron por romper el silencio, de forma permanente, al colocar su foto de perfil en Facebook, para rechazar la violencia femicida. Solo en el primer semestre de 2020, medios como la televisión alemana DW, hablaban de 1.932 mujeres asesinadas en América Latina.

En territorio guatemalteco, hoy sacudido por el primer femicidio, el de Káterine, se rechazaba el asesinato de la estudiante Litzy Cordón Guardado y de la educadora Laura Hernández Guevara, de 22 años. Ambas murieron en diferentes escenas, pero en el mismo departamento: en Zacapa (Sureste guatemalteco).

Durante la pandemia, no solo los femicidios han golpeado la realidad de ese país centroamericano. Los puños, patadas y más, también han ido en contra de otras mujeres que han sufrido violencia por parte de sus parejas, durante el encierro obligado.

El Observatorio de las Mujeres, del Ministerio Público de ese país, confirmó 200 denuncias diarias de violencia de género.

Estiman que un sinnúmero se queda sin denunciar, por miedo a una represalia de su pareja u otro agresor. Se quedan sin voz, como Káterin, quien no podrá más elevar su protesta en redes sociales. La estadística y el machismo femicida, la alcanzó hasta callarla para siempre.