Con la intención de llevarlo como regalo a la Reina Victoria en 1868, la embarcación británica HMS Topaze se llevó desde Rapa Nui a Inglaterra un moái que, 150 años después, pretende se reclamado por el gobierno chileno tal como detalló el ministro de Bienes Nacionales ayer lunes, Felipe Ward.

En diálogo con el diario El Mercurio, el secretario de Estado confirmó que ya están dadas las condiciones para “recuperar un moái que pertenece al pueblo rapanui, sustraído en circunstancias que son cuestionables y que tiene una singularidad única”. Hoy, se exhibe al público en el Museo Británico de Londres.

“Las circunstancias han cambiado y esperamos que eso se exprese en una disponibilidad del museo y del gobierno (británico)”, comentó Ward. Sin embargo, los antecedentes no son favorables para dicha devolución.

En 2002, la disyuntiva sobre la eventual repatriación de objetos y piezas artísticas desde los museos más importantes del mundo hacia sus culturas de origen quedó plasmada en una declaración del Consejo Internacional de Museos (ICOM), organismo que agrupa a algunos de los museos más importantes del mundo, incluido el Museo Británico de Londres.

Si bien el texto afirma que el ente es “especialmente sensible a la cuestión del contexto original de una obra”, también deja en claro el valor que estas adquieren para dichos inmuebles. “No deberíamos perder de vista el hecho de que los museos proporcionan también un contexto válido y valioso para objetos que hace mucho tiempo fueron desplazados de su fuente original”, se lee en la declaración.

Para ejemplificar lo anterior, se cita un ejemplo: la escultura de la Grecia clásica. “La historia de siglos de la apreciación del arte griego comenzó en la antigüedad, se renovó en la Italia del Renacimiento, y posteriormente se extendió por el resto de Europa y las Américas”, agregan.

“Su integración en las colecciones de museos públicos de todo el mundo señaló la importancia de la escultura griega para la humanidad en su conjunto y su valor imperecedero para el mundo contemporáneo”, sostiene el texto,

La excepción

Más adelante, la hipótesis del ICOM se reafirma en el siguiente extracto: “Aunque cada caso debe juzgarse individualmente, deberíamos reconocer que los museos sirven no sólo a los ciudadanos de una nación sino a la gente de todas las naciones. Los museos son agentes para el desarrollo de la cultura, cuya misión es fomentar el conocimiento por un proceso continuo de reinterpretación”.

Dicha evaluación de “casos individuales” (categoría donde podría entrar el moái), ya ha ocurrido en el pasado. Como cuando el Centro Aborigen de Tasmania (TAC) exigió la repatriación de los restos humanos de aborígenes de Tasmania, llevados también al Museo Británico el siglo pasado.

En aquella ocasión la devolución fue efectiva, pero también argumentada por la entidad como una “excepción” dado el caracter de los restos que se encontraban repartidos en dos fardos.

“Los paquetes contenían los restos humanos de aborígenes de Tasmania que murieron hace menos de 1000 años y estaban atados con piel de animal, por lo que estaban tan mezclados que la separación era incecesaria, de hecho probablemente impracticable”, argumentaron.

Aquel dato es clave, porque de no haberse interrumpido la conservación de los restos, “probablemente habrían estado sujetos a una eventual disposición mortuoria dentro del paisaje ancestral del difunto”.

“Los fardos tenían un significado cultural y espiritual para los aborígenes de Tasmania y era comprensible que el aplazamiento continuo de la eliminación del depósito de cadáveres pudiera ser causa de considerable dolor para los aborígenes de Tasmania”, informó en 2006 la institución, que realizó este procedimiento ese mismo año en el marco de una nueva política sobre restos humanos, titulada Human Tissue Act.