Bajo el hermetismo impuesto por Corea del Norte, es casi imposible saber lo que sucede al interior del país gobernado por la dinastía Kim.
Pero la voz del desertor, Kim Seongmin, que murió a los 63 años, tras el cáncer fulminante que se extendió por sus pulmones, hígado y cerebro, se mantuvo transmitiendo por radio hasta el final de sus días.
Este hombre que escapó de Corea del Norte, tuvo un escape cinematográfico, luego de permanecer en el ejército como oficial a cargo de la propaganda en su unidad de artillería.
En aquellos años, se percató que podía hablar con su familia, que vivía en Corea del Sur, siendo la razón que provocó su huida. Así pues, desde febrero de 1999, que Seongmin fue una de las pocas fuentes que hablaba con la verdad.
Un escape milagroso
La vida de Kim Seongmin parecía de las pocas que podría decirse, estaba asegurada. Teniendo privilegios, muchos más de la población común, este norcoreano era hijo del profesor universitario Kim Sun-sok, siendo el único hijo varón de la familia.
Criado en Pyongyang, a los 17 años, se alistó en el ejército. En paralelo, también destacó por sus poemas, un talento que le permitió trabajar en las oficinas de propaganda del régimen.
En ese sentido, su vida dio un drástico giro cuando, en 1997, empezó a ser perseguido por intentar contactar a unos familiares que viven en Corea del Sur. La acción causó suspicacias, lo que derivó que el Partido de los Trabajadores de Corea, que ha gobernado Corea del Norte desde la fundación del estado en 1948, lo persiguiera.
Tal como detalló The New York Times, en un perfil de Kim, el exsoldado huyó a China en 1995. En la instancia, intentó abordar un barco en la ciudad portuaria de Tianjin, pero lo detuvieron en el lugar.
Así las cosas, Kim Seongmin fue escoltado en tren hacia la capital de Corea del Norte para ser condenado a muerte. De hecho, mientras fue a una ida al baño, aprovechó de escaparse mientras el tren estaba detenido. “Después de tres días, el baño del tren estaba tan sucio que el agente me quitó las esposas y me dejó usarlo solo”, dijo Kim a The Times. “Esa fue mi última y única oportunidad de saltar por la ventana y correr”.
Con respecto a su destino, Kim llegó a Seúl, la capital de Corea de Sur, el vecino país donde se desempeñó como locutor de Radio Libre de Corea del Norte.
La radio de la libertad
Por cerca de cuatro años, Kim vivió en China, mientras trabajó en una fábrica de briquetas de carbón. En el país, se casó con una mujer coreana y tuvo su primer encuentro con la modernidad, según contó a The New York Times.
Al respecto, un tío lo ayudó a asentarse en Corea de Sur, un viaje que le cambió la vida. De acuerdo a su testimonio, en el vecino país probó por primera vez un plátano. “No sabía cómo comerlo. Primero intenté comerme la cáscara”, dijo a NYT. “Cuando más tarde vi a un mono en el zoológico de Yanji pelando plátanos para comerse la fruta, fue uno de esos momentos en los que me di cuenta de la vida tan defraudada que había tenido en Corea del Norte”, expresó al diario norteamericano, sobre la precariedad de la población de Corea del Norte. Lo mismo lo ocurrió cuando pudo servirse varias porciones de huevo frito en un buffet, develó.
Más aún, desde su posición como desertor, Kim se convirtió en una fuente de información que revelaba detalles inéditos de la vida de los norcoreanos. En una conversación con el Centro Presidencial George W. Bush, el excapitán del ejército, afirmó que la clase social se divide en más de 30 castas. “Tu vida puede estar determinada por la casta a la que te hayan asignado”, mencionó a la organización.
De igual manera, también da cuenta de que el régimen liderado por Kim Jong-un considera la influencia extranjera como un “tumor malicioso” que debe ser erradicado. “Nuestro objetivo es ayudar a los norcoreanos a comprender que no viven como humanos libres, sino como animales atrapados”, afirmó Kim.
La muerte del desertor más famoso de Corea del Norte
Hasta su muerte, Kim Seongmin expuso en Radio Libre de Corea del Norte las verdades incómodas que la dinastía intenta mantener en estricto secreto.
Varias de ellas, relacionadas con el envío de tropas norcoreanas a Rusia y otras que se supieron de forma oficial con varios días de retraso, como la ejecución de Jang Song-thaek, tío de Kim Jong-un, en 2013.
En cuanto a la transmisión de la radio, el desertor mantuvo sus transmisiones por onda corta, lo que implicaba que la escucha es considerada ilegal y considera un fuerte castigo entre cinco y diez años de trabajos forzados. Incluso, quienes sean los encargados de distribuir mensajes en contra del régimen pueden ser amenazados por la pena de muerte.
Una cuestión, que a Seongmin no lo amedrentaba, puesto que consideró que su trabajo iba a continuar con los desertores de otras generaciones.
Según Lee Si-young, otra desertora que ha trabajado por ocho años en la emisora, sostuvo que escuchaba la “Radio Libre” cuando estaba en Corea del Norte. “Para los norcoreanos, nuestras señales de radio son un faro en la oscuridad que trae la esperanza de que llegará un día mejor”, dijo al The New York Times.
Finalmente, pese al peligro, el desertor trabajó diariamente hasta su muerte, sin importar los ratones muertos que le enviaban a su hogar para asustarlo.