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La cancha invisible: cómo los tentáculos del crimen organizado penetraron en el fútbol amateur chileno

La cancha invisible del narco: cómo el crimen organizado se infiltró en el fútbol amateur chileno

Vicente Godoy García

Colaborador Unidad de Investigación de BioBioChile.

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Domingo 21 diciembre de 2025 | 06:00
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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

El fútbol amateur en Chile se ha convertido en una fachada para las operaciones del crimen organizado, donde clubes son utilizados para el tráfico de drogas. Narcotraficantes reclutan a jugadores ofreciendo dinero, infiltrándose en ligas y campeonatos. Ejemplos como el Real Betis, que combinaba partidos con actividades delictivas, o el Club Deportivo Quilpué Unido, que utilizaba el traslado de sus divisiones menores para transportar droga, son preocupantes. La Unidad Especializada en Crimen Organizado y Drogas de la Fiscalía Nacional advierte que esta infiltración no es casual, sino parte de una estrategia de control territorial.

El fútbol amateur en Chile se ha convertido en una fachada para las operaciones del crimen organizado. Narcotraficantes reclutan a jugadores ofreciendo dinero, infiltrándose en ligas y campeonatos. Ejemplos como el Real Betis, que combinaba partidos con actividades delictivas, o el Club Deportivo Quilpué Unido, que utilizaba el traslado de sus divisiones menores para transportar droga, preocupan en el Gobierno. La fiscalía y expertos advierten que este fenómeno no es casual, sino parte de una cuidada estrategia.

El fútbol amateur se erige, por estos días, como un polo atractivo para el crimen organizado. El balompié de poblaciones y ciudades enteras ya no sólo sirve para reunir a la comunidad: también es una fachada que oculta las operaciones de narcos y delincuentes.

Si antes para conseguir refuerzos se reunían unos pocos pesos para tentar a alguien con zapatos, equipamiento o dinero para traslados, hoy los narco-clubes arrasan con cualquier posibilidad de hacerse de los mejores jugadores.

—Hay un equipo que la está llevando donde yo juego. Uno de mis mejores amigos se fue a jugar pa allá porque le ofrecieron lucas. Él me cuenta que el loco que lo llevó trafica. Le ofrece buenas lucas a todos los que lleva —cuenta una fuente que participa de una liga amateur de la zona central de Chile.

Los ejemplos son de lo más variopinto. Jugadores de todas las edades, comunas y competiciones —consultados bajo reserva de identidad— coinciden en que éste es un entramado que se mira de reojo. Y no sólo preocupa por la disparidad deportiva, sino también los problemas de seguridad que acarrea.

Sin ir más lejos, sólo en los últimos tres años cayeron tres organizaciones que ocupaban al fútbol como herramienta central de sus negocios. En Quilpué, un equipo utilizaba los traslados de sus divisiones menores para trasladar kilos y kilos de droga. Los niños arriba del bus, los estupefacientes en el maletero. En Santiago, exjugadores profesionales regían un narcolaboratorio. Su producción era distribuida a través de los nexos que formaron en ligas y campeonatos. Y en Concepción, conocidos deportistas armaron equipo con un poderoso dealer, cuyos vínculos llegaban incluso al Tren de Aragua.

—La infiltración de organizaciones criminales en clubes deportivos de fútbol amateur no es casualidad. Más bien, es una conveniente estrategia de control territorial —dice Ignacio Castillo, director de la Unidad Especializada en Crimen Organizado y Drogas de la Fiscalía Nacional.

REAL BETIS

En septiembre de este año, Bío Bío informó sobre la detención de 18 personas que formaban parte de una organización criminal que se dedicaba al tráfico de drogas y al lavado de dinero en la Región Metropolitana. A partir de la indagatoria, se identificó a dos personajes clave de la banda: su líder, Gerardo Antonio Morales, “El Barba”, y Cristopher Veas Arriagada, “El Lory”, quien se ubicaba en el segundo escalafón de la escala jerárquica. La investigación fue denominada como “Operación Betis”.

Para el procedimiento no se escogió un nombre al azar. Además de la venta de drogas, la vida de los imputados giraba en torno al fútbol. Poseían un equipo llamado Real Betis con el que disputaban una liga de fútbol 7, camino a Melipilla.

—En la noche iban a jugar fútbol y, después de terminar los partidos, realizaban el trabajo de tráfico de drogas a altas horas de la noche —cuenta el inspector de la Policía de Investigaciones, Renato Solorza.

El detective conoce al dedillo las andanzas de El Lory. Un exfutbolista que registra pasos por Deportes Melipilla y el extranjero, Indonesia específicamente. Otro miembro del equipo, y también detenido, era Martín Arenas. Formado en Santiago Wanderers, llegó incluso a jugar en una filial del Villarreal de España, además de un breve paso por Universidad de Chile en 2017.

Así las cosas, dice Solorza, el fútbol no correspondía a un simple pasatiempo para los miembros de este club. Estaba en su “ADN”.

—Tenían habilidades para el fútbol. No era solamente un hobby, sino que lo vivían en el día a día. Tan así que estos sujetos eran invitados a jugar en distintas ligas de manera particular. Lory no solamente jugaba en Betis, sino que también jugaba de “parche” en otras ligas —ilustra Solorza.

En el desarrollo de los partidos no perdían el tiempo. Si bien, según los investigadores, el equipo no se utilizaba como una fachada, sí permitía ampliar sus negocios ilícitos. Generaban nexos de amistad que, por ejemplo, les facilitaba generar coordinaciones con los equipos contrarios para futuras ventas de drogas.

Gran parte de esas actividades, relata el inspector, se daba durante el famoso “tercer tiempo”:

—El tercer tiempo, es decir, estos tiempos de camaradería, les permitía a ellos realizar reuniones con la totalidad de la banda. Hacían coordinaciones, entregaban funciones y daban distintas directrices para la comercialización de la droga.

El fiscal del caso y persecutor de Alta Complejidad de la Fiscalía Metropolitana Sur, Guillermo Adasme, complementa:

—Estas coordinaciones estaban relacionadas tanto con el transporte, la elaboración y la distribución de la droga, como también con la administración y distribución de los bienes y dineros obtenidos a partir de esta actividad ilícita, incluyendo la asignación y circulación de vehículos entre distintos integrantes del club de fútbol.

Un tipo con experiencia

Según información contenida en el expediente judicial, la banda traía la droga desde Bolivia a Chile en un camión de alto tonelaje que les pertenecía. La primera parada era Alto Hospicio. Allí era recepcionada por el líder de la organización, Gerardo Antonio Morales Veas, “El Barba”. Desde dicha localidad, donde residía, dirigía y gestionaba la llegada de la sustancia a la Región Metropolitana, donde vivían los demás integrantes.

Para no levantar sospechas, la sustancia era transportada al interior de electrodomésticos hacia la capital, a un punto de acopio en Cerrillos, a un par de casas donde se ubicaba su narcolaboratorio.

“El Barba” era un tipo con experiencia en este tipo de organizaciones. Los investigadores lo describen como un tipo cauteloso, “a la antigua”. Era un narcotraficante de experiencia. Era el único que no jugaba en Real Betis.

De acuerdo con la indagatoria de la Fiscalía Metropolitana Sur, viajaba una vez al mes para recolectar las ganancias de las ventas, aproximadamente unos 500 millones en efectivo, que los guardaba en tres maletas grandes, según pudo conocer este medio. Posteriormente, en casas de cambio de confianza, traspasaba todo el dinero a dólares. Esto le permitía reducir los bultos y colocar todos los billetes en una caja de zapatos. En simple, era una forma de hacer más cómoda su vuelta a la región de Tarapacá.

—Él conocía el mundo del tráfico de drogas y él sí que se cuidaba. Fue realmente difícil de vincularlo a esta estructura —sostienen fuentes conocedoras de la indagatoria.

Los demás integrantes del clan eran más jóvenes que su líder. Y menos recatados.

El dinero lo gastaban en las mejores indumentarias. Un factor que los hacía diferenciarse de los demás equipos. También, todos los miembros del plantel adquirieron vehículos deportivos de alta gama y en ellos se transportaban hacia los partidos.

—Se hacía notar de manera distinta la llegada de estos sujetos a las canchas. Llegaban a jugar 12 sujetos y 12 autos de alta gama se encontraban estacionados —aseveran fuentes cercanas al proceso.

—Cuando hablamos de vehículos de alta gama, nos referimos a automóviles con valores superiores a los 40 millones de pesos cada uno, los cuales permanecían por un corto período en poder de cada uno de los involucrados para luego ser objeto de diversas transferencias —acota el fiscal Adasme.

Quienes conocen el proceso investigativo describen que a los miembros de la banda “les gustaba vivir como verdaderos futbolistas”. A través del tráfico lograron un estilo de vida que no consiguieron dentro de la cancha. Utilizaban el dinero ilícito para salir de fiesta. Frecuentaban distintas discotecas del barrio Bellavista, compraban ropa exclusiva en las mejores tiendas y comían en restaurantes caros, donde aprovechaban para hacer las reuniones de la organización.

Dentro del año que duró la investigación, Lory incluso fue a representar a Chile a un encuentro de fútbol 6 en Brasil. La mayoría de los jugadores de Real Betis lo acompañó. Los pasajes fueron financiados con el dinero adquirido a partir de las ventas de las remesas de droga, dicen conocedores de la materia.

Fuera del eje de la violencia

Según los investigadores, la relación del Real Betis con la comunidad no era problemática. Tenían un perfil distinto al traficante común que se encuentra en las poblaciones chilenas. No ejercían la violencia.

—No necesitaban generar temor ni amedrentamiento de la población. Se dedicaban netamente al fútbol y a la coordinación para la venta de su droga. No poseían problemas en distintas poblaciones. No tenían gente en contra de ellos, sino que el fútbol les permitía generar lazos de amistad y de confianza con distintos productores de drogas de las distintas comunidades —lanza una fuente.

Y agrega:

—Ciertos miembros mantenían armamento de fuego para ejecutar labores de vigilancia, pero era netamente para custodiar la droga cuando llegaba a la Región Metropolitana, para evitar que les hicieran una “mexicana”.

“Embellecen, en apariencia”

Ignacio Castillo, el director de la Unidad Especializada en Crimen Organizado y Drogas de la Fiscalía Nacional, explica este fenómeno. Asegura que, hoy por hoy, el fútbol resulta socialmente más rentable que la violencia pura y dura. A través de la gestión deportiva, las bandas reclutan “soldados” y legitiman su autoridad. Castillo compara este fenómeno con casos internacionales, como el del Primer Comando de la Capital (PCC) en Brasil, que comenzó controlando el transporte o el agua potable en algunas de las favelas.

Para el crimen organizado, acota el director, es más rentable aquella actividad que logra tener adhesión de la sociedad, “porque les permite pasar desapercibidos”. Así, al regalar camisetas, balones o mejorar canchas, los narcotraficantes “logran penetrar el tejido social y lograr lealtad en la comunidad”. Un ejemplo de ello, complementa Castillo, fue justamente la Operación Betis, pues en ella “se pudo observar este tipo de comportamientos”. Es decir, “regalos al equipo, traslados y mejoramiento de los espacios”.

—Esto les permite salir del eje de la violencia y participar de actividades que, en apariencia, embellecen la comunidad —explica.

Fútbol-fachada

122 kilómetros al noroeste de Santiago, el Club Deportivo Quilpué Unido también ocultaba sus operaciones detrás del fútbol. Se trata de un equipo que antes de caer en desgracia, figuraba como postulante a la Tercera B de la ANFA y que funcionaba como fachada para el tráfico de drogas.

La estructura —detalla la capitán de Carabineros de Chile, Javiera García, en conversación con Bío Bío Investiga— consistía en un clan familiar que utilizaba la logística del club para el traslado de sustancias. En particular, —afirma la uniformada— aprovechaban los viajes de las series juveniles para esconder la droga en los buses y moverla por distintos puntos de la región de Valparaíso.

Los niños arriba del bus y la droga abajo, en los maleteros.

La investigación terminó con allanamientos en Quilpué, Villa Alemana y Viña del Mar. En total, el operativo realizado por el OS7 de Carabineros dejó 18 detenidos, dentro de los que se encuentran 17 chilenos y un colombiano.

Durante el procedimiento, además, se incautaron 27 kilos de clorhidrato de cocaína, 558 pastillas de éxtasis, 2.216 gramos de cafeína para la elaboración de tussi, además de un gramo de marihuana, cinco armas de fuego, once vehículos, 308 cartuchos de distinto calibre y un chaleco antibalas figuran en los ítems decomisados. También requisaron 8,5 millones de pesos en efectivo.

Según contó la alcaldesa de Quilpué, Carolina Corti, tras la audiencia de formalización en abril de este año, antes de que se conociera de las operaciones detrás del club, ella ya sospechaba respecto de la fuente de ingresos.

“Me empezó a hacer ruido la rápida adquisición de buses, el origen de la cantidad de dinero que tenían para pagar petróleo y viajar por todo Chile. Por eso, decidimos no asociarnos con ellos e incluso, en su momento, recibí amenazas del personaje [uno de los líderes[ por redes sociales”, desclasificó la jefa comunal.

El caso de la región de Valparaíso preocupa en el Gobierno. Fue el propio ministro de Seguridad Pública, Luis Cordero, quien reconoció que en la zona existen más focos investigativos. “No son eventos aislados”, sostuvo.

“Cuando empiezan a aparecer armas o bien son utilizadas; clubes deportivos que trasladan a los miembros de las ligas juveniles de un lugar a otro y ocupan el transporte para transportar drogas; por ejemplo, se transforman en espacios de aparente colaboración comunitaria, pero que encierran el desarrollo de negocios ilícitos”, acotó Cordero.

La causa hoy se sigue de manera reservada por el Ministerio Público.

La legitimidad social

Pablo Zeballos, investigador y consultor en crimen organizado, sostiene que la vinculación de estructuras criminales con el fútbol amateur responde a una lógica estratégica de bajo costo y alto retorno.

Según explica, se trata de un espacio que permite a estas organizaciones algo más valioso que el dinero: legitimidad social.

—Cuando patrocinan camisetas, financian viajes o facilitan canchas, estas estructuras comienzan a ocupar un rol de benefactor en comunidades donde el Estado suele llegar tarde o derechamente no llega. Eso abre puertas, pero sobre todo construye lealtades —asegura.

El experto advierte que este proceso no es inmediato, sino gradual. Primero se instala la ayuda económica. Luego, la validación comunitaria. Y finalmente, la penetración del tejido social, una fase clave para el control territorial.

—El fútbol se convierte en un punto de encuentro ideal. Permite reclutar, vigilar el territorio y fijar reglas de convivencia sin levantar sospechas del Estado —agrega.

Pero el fenómeno no se limita al plano simbólico. Zeballos sostiene que el fútbol amateur también cumple una función operativa para el crimen organizado. Los campeonatos, explica, facilitan el desplazamiento de personas entre territorios, el uso de vehículos como excusa logística y la generación de economías paralelas.

—Hablamos de control de estacionamientos, cobros informales, comercio ambulante, arriendo de canchas. Todo eso puede transformarse en mecanismos de lavado de activos o de compra de lealtades —detalla.

A ello se suma una forma de extorsión encubierta que muchas veces se disfraza de aporte comunitario, obligando a vecinos o comerciantes a financiar clubes barriales. En el plano financiero, agrega, el uso de auspiciadores difíciles de auditar, rifas o traspasos informales permite inyectar dinero ilícito en circuitos aparentemente formales.

Zeballos también advierte sobre un fenómeno emergente con impacto directo en Chile: el mercado de las apuestas deportivas, especialmente cuando hay baja fiscalización.

—En partidos de divisiones inferiores o fútbol amateur, los grupos criminales pueden presionar o intimidar jugadores para alterar resultados específicos. Un penal, una expulsión, la cantidad de goles. Es un mercado poco regulado en América Latina y altamente vulnerable —señala.

El investigador recuerda que en países como Ecuador estas disputas ya han tenido consecuencias fatales, con futbolistas asesinados en contextos asociados a apuestas mal pagadas o incumplimientos de reglas impuestas por organizaciones criminales. En ese escenario, agrega, incluso las barras y escuelas deportivas pueden convertirse en espacios de reclutamiento.

Del fútbol al Tren de Aragua

Franco Llanos es un convicto capo narco de Concepción. Alcanzó notoriedad, según una indagatoria de del Ministerio Público, por asociarse con sicarios del Tren de Aragua para ejecutar a tres de sus rivales. Los cuerpos de las víctimas terminaron repartidos en un “triángulo” conformado por tres comunas del Gran Concepción. Todo como venganza por el asesinato de su cuñado ocurrido en Santa Sabina.

Sus operaciones también las desarrolló al alero del balompié. Y si bien la fiscalía no encontró indicios de que lavara dinero a través de su club, su día a día sí estaba muy vinculado a este deporte. Al igual que Lory, tenía un equipo de fútbol 7: el Rebeldes FC. El club figura en el sitio oficial de la Federación Chilena de esa disciplina.

En la nómina, además del dealer penquista, figuran exjugadores profesionales tales como el exdelantero de Universidad Católica, David Llanos, y el exvolante de Deportes Concepción, Matt Lagos. El día antes de su detención, Franco junto a otros cuatro imputados, participó de un campeonato. Entre ellos se encontraba otro exfutbolista profesional, Gerson Valle, con pasos por Huachipato, Fernández Vial y equipos de Nueva Zelanda.

Según cuenta el fiscal Patricio Aravena, persecutor de la Unidad de Drogas de la Fiscalía de Concepción, Franco utilizaba apodos ad hoc para intentar ocultar sus operaciones:

—Por ejemplo, tenía guardado al imputado Gerson Valle como “Benzema”. Y no era el único. También estaba João Félix, Messi, Maradona, Cristiano Ronaldo y Pelé. Utilizaban nombres en código, justamente para no poder ser identificados.

Al igual que en los otros casos, el fútbol fue una herramienta para sus actividades ilícitas.

Aravena lo ilustra de esta manera:

—¿Es un punto de reunión social entre los imputados? Sí. ¿Es un punto que permitió vincular a personas del fútbol o exfutbolistas profesionales directamente involucrados en la actividad? Sí. ¿Fue el fútbol un elemento que fue utilizado como jerga o codificación en la actividad de los imputados? Sí. ¿Sabemos directamente en esta causa que haya habido financiamiento directo de Llanos para la contratación de jugadores? No es algo que yo podría afirmar.

A los ojos del persecutor, el fútbol “es un facilitador”.

—Les permite también generar una fachada en términos de justificar sus comunicaciones en torno al fútbol y no a una actividad ilícita.

Armas y fútbol

Con respecto al perfil de la banda de Llanos y su relación con la comunidad, desde la fiscalía no descartan que los imputados, especialmente Franco Llanos, se hayan manejado a través de infundir miedo y causar temor en las demás personas. Muy diferente al modelo desarrollado por el Real Betis.

Sin ir más lejos, escuchas telefónicas dan cuenta que algunos de sus miembros asistían a encuentros deportivos armados.

—Lo hemos visto lamentablemente ya en el fútbol amateur, personas que van a armadas a este tipo de encuentros. Y hay organizaciones, como las de Franco Llanos, que tienen un importante poder de fuego. Por lo tanto, eventualmente, si se pierde la discreción que requiere la actividad de tráfico cuando es ejecutada con cuidado, digamos, claramente alguien podría salirse de sus cabales y afectar la integridad de quienes participan en esa actividad sanamente —advierte Aravena.

Las cifras

Toda esta problemática ocupa al Ejecutivo, especialmente por la masividad del denominado deporte rey. En la actualidad hay más de 3.700 clubes afiliados a ANFA, que cuenta con más de 330 asociaciones locales.

—Esta es una actividad de escasa regulación y esto puede permitir espacios para que aparezcan ilícitos vinculados al crimen organizado —sostienen desde la Subsecretaría de Seguridad Pública.

Según datos entregados por la repartición gubernamental a esta Unidad de Investigación, en 2024 se registraron 135 casos policiales asociados al fútbol amateur. El 74,1% de los casos correspondió a lesiones.

Este año, hasta agosto de 2025, se han reportado 60 casos. Siete de ellos fueron homicidios consumados.

—Como Ministerio de Seguridad Pública, hemos reforzado la presencia de programas de Gobierno, como Denuncia Seguro y Somos Barrio, que también son herramientas valiosas de la Subsecretaría de Prevención del Delito para acceder a información y ayudar a las familias afectadas —cierran desde la cartera.

El fiscal Aravena reflexiona:

—Además de los otros efectos nocivos, el financiamiento de narcos a clubes deportivos genera también un trastorno en la lógica de la actividad amateur, transformándolo en una una actividad no solo de lavado, sino de pérdida del amateurismo. Finalmente, se convierte en una competencia desleal entre aquellos que simplemente quieren divertirse y aquellos que quieren divertirse pero también gastar la plata del tráfico.

Este medio intentó en reiteradas oportunidades obtener una respuesta del presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA), Justo Álvarez, pero se excusó de participar en este reportaje por problemas médicos.

Pese a que la ANFA es precisamente la organización encargada de velar por la transparencia del balompié no profesional en todo Chile, no estuvieron disponibles para consultarles, por ejemplo, si han realizado fiscalizaciones a clubes sospechosos, si han derivado denuncias al Ministerio Público, o cuáles son los filtros de antecedentes que deben sortear los equipos que quieran formar parte de sus competiciones.

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