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Marcha de Putre

La marcha maldita: los tratos inhumanos que hoy tienen a cuatro militares en prisión preventiva

Sandra Martínez Tapia

Periodista de Investigación en BioBioChile.

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Viernes 19 diciembre de 2025 | 11:21
Investigación

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Edición: Constanza Escobar

Ética y transparencia de BioBioChile

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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Franco Vargas, un conscripto, falleció durante una marcha militar en el Cuartel Militar Pacollo debido a un colapso provocado por una inflamación en el músculo cardíaco y falta de oxígeno en el corazón. A pesar de sentirse mal previamente, el enfermero militar concluyó que era solo un bajón psicológico. Otros conscriptos también sufrieron malestares, como Lucas, quien terminó con secuelas graves. Las deficientes condiciones en el cuartel y la descoordinación en la atención médica fueron señaladas como responsables de los trágicos sucesos, implicando a autoridades militares en el caso.

Horas antes de iniciar la marcha a pie desde el Cuartel Militar Pacollo, Franco Vargas avisó que se sentía mal. Llevaba días decaído, con dolores estomacales y problemas para respirar. Cada día, cada hora, estaba peor.

Veinticuatro horas antes lo examinó personalmente Manuel Zambrano González, el enfermero militar. Fue otro cabo del batallón quien acompañó a Franco y le alertó que no estaba en condiciones de iniciar la marcha, que a simple vista se notaba que estaba flaqueando. Pero Zambrano González concluyó que no era grave, que lo que tenía Franco no era más que un bajón anímico y psicológico. Dio su visto bueno para que siguiera haciendo ejercicios militares.

Por lo mismo, cuando el 27 de abril de 2024 a las 05:00 de la madrugada sonó la diana militar al interior del Cuartel Militar Pacollo, Franco, adolorido y abatido, se levantó para iniciar la marcha hasta la unidad base de Putre. Abastecido con una mochila de hidratación, él y el batallón avanzaron cuatro minutos caminando. 241 metros. Llegaron a la ruta internacional 11-CH. Luego avanzaron otros 453 metros.

Entonces, Franco se desmayó.

Su mochila de agua explotó y quedó empapado. Tres soldados lo ayudaron a levantarse para que reanudara la marcha. Franco estaba desorientado. No lograba ni siquiera caminar.

Volvió a desplomarse.

Cuando el comandante Michael Fritz Gervasoni —encargado de los batallones— lo miró tendido en el suelo, se enojó. Le gritó que dejara “de hacer show”. Recién cuando vio que Franco no se levantaba ni mucho menos reaccionaba, Fritz pidió ayuda. Ayuda que estaba a más de un kilometro de distancia.

Fue Manuel Zambrano quien llegó a socorrerlo, el mismo que un día antes atribuyó sus dolencias a un problema psicológico. Franco para entones no tenía signos vitales. Según el reglamento interno, en ese caso se le debía trasladar de emergencia al centro de salud. Zambrano prefirió hacerle masajes cardíacos.

Documentos contenidos en el expediente de la fiscalía -a los que accedió la Unidad de Investigación de Bío Bío- detallan que dicha acción “impidió que Franco Vargas recibiera atención médica oportuna, prolongando su sufrimiento y contribuyendo de manera significativa al desenlace fatal”.

Cuando llegó al Cesfam de Putre, Franco no respiraba. Lo declararon muerto a las 07:12.

45 minutos

Cuarenta y cinco minutos se demoraron en trasladar a Franco al Cesfam de Putre. Durante ese tiempo no pudieron administrarle oxígeno porque el camión ambulancia estaba a 500 metros del lugar donde se desvaneció. Lo trasladaron arriba de una camioneta hasta el puesto de Atención Médica (PAME) del cuartel de Pacollo. Como poco y nada pudieron hacer en dicho recinto, manejaron 8,2 kilómetros hasta el Cesfam.

En esos cuarenta y cinco minutos nunca llamaron al servicio de salud para alertarles que iban con un paciente crítico. Cuando llegaron, estaba cerrado. Era demasiado temprano. El suboficial mayor Patricio Fuentes y el sargento primero Ricardo Díaz se bajaron para preguntar si había alguien. A los minutos los atendió una técnico en enfermería.

Arriba de la camilla le hizo una revisión rápida. Observó que Franco estaba sin pulso, cianótico, con ojos brillosos y los labios partidos. No respondía a ningún estímulo. La situación era grave. Llamó al cirujano del Cesfam para traspasarle la información y ver qué podían hacer.

Una vez adentro del box de urgencias, los funcionarios junto a los militares le hicieron maniobras de reanimación a Franco. Lo conectaron a equipos médicos para ir chequeando sus signos vitales: estaba asistólico; su corazón no tenía ninguna actividad.

Cuando llegó el médico constató su palidez, sus pupilas dilatadas, la falta de saturación de oxígeno y de reflujo sanguíneo. Ni siquiera pudieron suministrarle medicamentos por vía endovenosa. Aún así, intentó tres nuevos ciclos de reanimación.

Sin respuestas, declaró su muerte.

Esa suma de errores y descoordinación, el Ministerio Público se la atribuye a Claudio Guajardo Pinochet, el teniente coronel encargado de la Brigada Motorizada N° 24 Huamachuco. Es decir, las tres compañías que estaban en Pacollo. Era él quien debía velar por la “vida, integridad y salud” de todos los conscriptos. Él y Manuel Zambrano y Michael Fritz.

“No supervisó ni controló adecuadamente la ubicación del personal sanitario asignado a la marcha del batallón, lo que generó una descoordinación crítica al momento de presentarse la emergencia médica”, expone la comunicación de cargos de la fiscalía, en alusión a Guajardo Pinochet.

Brigada Motorizada N°24

Los exámenes tanatológicos de Franco arrojaron que tuvo una inflamación en el músculo cardíaco causado por un virus. Esto le provocó dolor en el pecho, fatiga y dificultad para respirar. También presentó una isquemia terminal. En simple, no le llegó oxígeno a su corazón.

Cinco días antes de morir, Franco sufrió distintos malestares físicos. Empezó el 22 de abril, cuando llegó junto a otros 270 conscriptos —de entre 18 y 20 años— hasta Arica. Eran todos inscritos voluntarios al servicio militar. Este grupo conformó la Brigada Motorizada N°24 Huamachuco que se trasladó desde el Cuartel Militar General Gorostiaga de Putre hasta el Cuartel de Instrucción Pacollo. El plan era que tuvieran un “entramiento básico de combate” durante cinco días. Es decir, hasta el 27 de abril, el mismo día que murió Franco.

El cuartel de Pacollo está a ocho kilómetros de Putre y a 4.200 metros sobre el nivel del mar. Está en estado de “semiabandono” por parte del Ejército. No tiene servicios básicos y la techumbre y ventanas están rotas. No tiene condiciones mínimas sanitarias: hay suciedad en las paredes, en el piso, feca de ratones y ni siquiera tiene lavamanos o lavaplatos. La comida y utensilios durante esos días se lavó con agua estancada.

Otros conscriptos que estaban en el grupo de Franco declararon un episodio particular que ocurrió al horario de almuerzo. El teniente Bjorn Wohllk Araya observó que las bandejas de los jóvenes tenían manchas de grasa. Eso lo enervó. Agarró las bandejas, las pasó por la tierra y obligó a algunos futuros soldados a terminar el almuerzo con la suciedad.

“Los apremios ilegítimos aplicados por el imputado Wohllk, afectaron la dignidad e integridad de las víctimas, generando consecuencias físicas y psicológicas como desmayos y crisis de pánico”, se expuso en la formalización.

Terminar el entrenamiento

Franco no fue el único que presentó malestar. El 23 de abril, un día después de haber llegado a Pacollo, Lucas estuvo con fatiga, mareos y dolor abdominal. Aguantó así un día completo. Dijo que se le iba a pasar, pero después de almorzar los síntomas empeoraron. Le pidió a un compañero que lo llevara a la enfermería. Allí lo recibió Manuel Zambrano, el mismo que revisó a Franco. Le dio un paracetamol, una pastilla para el mal de altura y lo mandó a seguir con los entrenamientos.

A la mañana siguiente, aunque Lucas se levantó adolorido, cumplió con las actividades. Cuando regresó a su carpa le costaba desplazarse y tenía movimientos erráticos. Se comió un dulce que tenía escondido y el subteniente Bastián Troncoso Jaque lo descubrió. Se rio de él y lo obligó a hacer punto y codo durante quince minutos. Le sumó 300 flexiones de piernas.

Para el viernes, Lucas seguía mal. Le pidió al subteniente Troncoso si podía ir a llenar su mochila de agua. Le respondió que no. Hasta se molestó. Para Lucas era vital, no sólo porque se estaba deshidratando, también porque al día siguiente iniciarían la marcha a Putre.

Por segunda vez volvió a ir a la enfermería. Manuel Zambrano le dio las mismas pastillas y lo obligó, otra vez, a seguir con los entrenamientos. Al día siguiente, cuando Lucas despertó, se desvaneció.

Lo trasladaron en bus hasta el Regimiento Huamachuco. Quien lo atendió fue nuevamente Zambrano. Esta vez le inyectó diclofenaco y clorfenamina sin autorización militar. Lucas no respondía. Lo derivaron al Cesfam de Putre. El médico dijo que estaba grave y deshidratado. Lo envió al Hospital Regional de Arica. Apenas llegó, Lucas volvió a desmayarse. Estuvo inconsciente durante días. Al despertar estaba hospitalizado en el Hospital Militar de Santiago.

Durante esos días le diagnosticaron shock mixto severo con falla multiorgánica. Tenía insuficiencia respiratoria, falla renal y falla hepática. En los días que estuvo inconsciente tuvieron que amputarle la mano derecha para salvarle la vida. También dos dedos del pie y una extirpación del lóbulo inferior del pulmón derecho.

Estuvo internado hasta julio en el hospital. Luego lo derivaron a la Clínica Alemana donde se quedó hasta octubre. Lucas quedó con secuelas físicas, motoras, cognitivas y psicológicas.

“Además, producto de las acciones y omisiones constitutivas de apremios ilegítimos, que le afectaron mientras se encontraba realizando el servicio militar, la víctima, Lucas, fue diagnosticado con síndrome de estrés post traumático, trastorno mixto de ansiedad y depresión, y descenso de su autoestima”, detalló el Ministerio Público.

Shock séptico

Un tercer afectado fue Byron. Mismos síntomas: diarrea, decaimiento y dolor estomacal. Iba y venía de la enfermería. En su caso, además tenía una úlcera en el pie. La recomendación fue la misma, que ninguna de sus dolencias le impediría continuar con las actividades.

El 27 de abril, el día de la marcha a Putre, Byron empeoró. Tuvo que sujetarse de la mochila de sus compañeros para avanzar. Llamaron al camión militar y lo derivaron a la enfermería junto a otro grupo que tenía las mismas dolencias. Tuvieron que armar un puesto de atención médica de emergencia en el Cuartel Fontecilla. Recién ese día descubrieron que existía un brote de influenza A.

Byron tenía los signos vitales alterados, la presión baja y la frecuencia cardíaca acelerada. Cada vez que respiraba se escuchaba una alteración pulmonar. En el Hospital de Arica le diagnosticaron shock séptico respiratorio, neumonía y fascitis necrotizante. Llevaba siete días con los síntomas.

La úlcera de su pie para entonces estaba necrótica. Estuvo quince días en la UCI entre aseos quirúrgicos y remoción del tejido necrótico. Entró a pabellón cinco veces.

Byron terminó con tetraparesia secundaria, debilidad que afecta las cuatro extremidades del cuerpo. Además, quedó con lagunas mentales irrecuperables.

Tres bacterias

En el caso de Lucas como de Byron, el Ministerio Público determinó que adquirieron las infecciones mientras estaban en Putre. Su contagio se produjo entre el 20 y 21 de abril.

“Ambos pacientes arribaron a la ciudad de Arica cursando un shock séptico y falla orgánica múltiple, condición de riesgo vital que requirió hospitalización en UTI o UCI. Este agravamiento se explica por los días de evolución natural del cuadro, atendida la circunstancia de no haber recibido una atención oportuna y adecuada de sus síntomas, y por el contrario, haber permanecido realizando actividades físicas de instrucción militar, en un contexto de deplorables condiciones de habitabilidad, en altura y condiciones climáticas adversas, sin contar con el necesario reposo y tratamiento”, concluyó el organismo persecutor.

Hubo tres bacterias y virus principales: escherichia coli, estreptococo e influenza A. El primero de ellos se lo contagiaron por agua o alimentos contaminados. Los otros dos fueron por las bajas temperaturas y condiciones de hacinamiento que vivieron en Pacollo.

Prisión preventiva

Según la fiscalía, los cinco responsables de esto son Claudio Guajardo Pinochet, Michael Fritz Gervasoni, Bjorn Wohllk Araya, Bastián Troncoso Jaque y Manuel Zambrano González.

A todos ellos, el fiscal regional de Arica y Parinacota, Mario Carrera, les comunicó cargos por apremios ilegítimos con resultado de cuasidelito de homicidio, lesiones graves gravísimas —por Lucas y Byron— y lesiones graves.

En la audiencia del 17 de diciembre, la jueza de Garantía de Arica, Macarena Calas Guerra, envió a prisión preventiva a Guajardo, Wohllk, Zambrano y González. El único que quedó con arresto domiciliario fue Michael Fritz.

“Lo importante es que se dieron por acreditado todos y cada uno de los hechos en la forma en que lo planteó el Ministerio Público. Esto es el resultado de una ardua investigación. Por otro lado, se dieron por acreditado todos los delitos que fueron planteados en la formalización. Estamos conformes, pero esto es solo el primer paso, tenemos que seguir adelante con la investigación para llevar los hechos a un juicio oral”, expresó el fiscal Carrera.

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