Un inocente concurso de Pepsi casi obligó a la empresa de bebidas azucaradas entregar un avión de guerra Harrier a un joven universitario, tras el error involuntario en un comercial de la gaseosa.

En 1995, en medio de la guerra publicitaria entre Coca-Cola y Pepsi, ambas compañías buscaban ganar el mercado de las bebidas carbonatadas.

Con una competencia que daba como favorito a la primera, desde PepsiCo pusieron sus fichas a una promoción que aseguraba una base de fieles consumidores: el Pepsi Stuff.

Pero, ¿de qué se trataba? La multinacional, a través del canje de puntos, entregaba a sus clientes la posibilidad de intercambiar las etiquetas de los envases por una serie de productos, como chaquetas, poleras, bicicletas y pelotas.

Sin embargo, un comercial emitido en televisión, produjo uno de los mayores entuertos publicitarios en Estados Unidos, puesto que Pepsi ofreció también un jet Harrier al canjear 7 millones de puntos. Algo que se supone sería una broma o un imposible… pero no fue así.

De hecho, este comercial no pasó inadvertido para un joven de 20 años, llamado John Leonard, quien ideó un plan para conseguir los 7 millones de puntos y, por ende, el jet prometido en la publicidad.

El jet Harrier que promocionó Pepsi

La década de los 90 significó un enfrentamiento entre los gigantes comerciales Coca-Cola, fundada en 1886, y Pepsi, que nació diez años después. Desde entonces, las empresas han luchado por la supremacía de sus productos, ocupando el ingenio y la publicidad como recursos.

Y justamente un inocente concurso desató un lío legal que tuvo bajo la lupa a Pepsi, que tenía un premio de broma, que cumplía la función de “enganchar” a los clientes, admitió el publicista de la campaña, Michael Patti, en el documental de Netflix “Pepsi, ¿dónde está mi avión?”.

En ella, se mostraba a un típico estudiante de secundaria, llegando al colegio a bordo de un jet Harrier. No obstante, la narración del spot revelaba que sí era posible adquirir cada uno de los objetos “ahora, cuanto más Pepsi bebas, más cosas geniales obtendrás”, afirmaba el comercial emitido en 1995.

Un aspecto llamó la atención de John Leonard, ya que en el anuncio televisivo no había un aviso legal o disclaimer que admitiera que era una oferta de fantasía. Es decir, el spot no tenía “letra chica”.

Si bien, pensó que podía alcanzar el premio comprando latas y botellas de Pepsi, Leonard debía tomar la bebida por 100 años. Se trataba de un costo inalcanzable para un proyecto que demandaba un gasto de 4 millones de dólares, que le permitía canjear los puntos para conseguir la aeronave, cuyo valor comercial rondaba los 23 millones de dólares.

Pepsi decide contraatacar

Para tener los puntos faltantes, Leonard le presentó el proyecto a Todd Hoffman, un empresario automotriz, a quien conoció mientras trabajaba como guía de alpinismo, destacó BBC Mundo.

Juntos comprendieron que era factible adquirir el Harrier usando un vacío del concurso: si los puntos no alcanzaban para adquirir un producto, se podían comprar más puntos a Pepsi.

Así, el sueño que parecía imposible, de pronto, se podía hacer realidad. Pero faltaba la respuesta de los ejecutivos, que nunca pensaron que este vacío legal podría obligarlos a regalar el avión.

En este punto, Leonard y Hoffman, decidieron hacer valer su premio y desafiar a la empresa estadounidense.

Con el tiempo en contra y la estrategia de comprar envases Pepsi descartada, Leonard descubrió un camino más fácil: era posible comprar puntos por diez centavos. En total, el sueño estaba a $700 mil dólares. Era una absoluta ganga, en comparación con el primer plan que costaba 4 millones de dólares.

En esta misma línea, el joven decidido y creyendo que tenía la razón, fue a la oficina de correos para enviar el cheque a PepsiCo.

John Leonard

Eventualmente, sabían que la petición podría transformarse en una batalla judicial, y eso sería una pelea entre David y Goliat. De este modo, los abogados de la compañía cortaron por lo sano y devolvieron el cheque con el siguiente mensaje:“¡Qué chistoso! Aquí está su cheque y unos cupones de regalo”.

En ese momento, Leonard y Hoffman, no lo pensaron dos veces y decidieron exigir lo suyo, mientras la empresa emprendió una demanda, pues pensaron que no estaban obligados a entregar el jet.

Pese a que la compañía ofreció un millón de dólares para no ir a juicio, el equipo jurídico de John Leonard, declinó el dinero. Querían el avión a toda costa.

David contra Goliat

Con el fin de revertir la presión judicial, Leonard dio su testimonio a los medios de comunicación, quienes estaban sorprendidos por el caso, ya que se trataba de un universitario que ejercía sus derechos como consumidor.

Además, Pepsi modificó el anuncio transmitido en Canadá, donde agregaron unos ceros al monto de 7 millones de puntos Pepsi, con el propósito de dejar en evidencia que se trataba de una broma, como destacó el aviso televisivo de la época.

El comercial fue lanzado en 1995

Sobre todo querían demostrar que ellos no eran responsables de la interpretación de Leonard que tenía del concurso, pues adujeron que era ilegal ser dueño de un Harrier, según mencionaron en respuesta a la demanda realizada en New York.

Sin embargo, el abogado Michael Avenatti, que defendió a Leonard, desarrolló una estrategia para desprestigiar a PepsiCo, que tenía un historial de incumplimiento en campañas publicitarias.

Según el defensor, la empresa no entregó el dinero prometido a 800 filipinos en otro concurso realizado años atrás. Después se descubrió un error informático, al imprimir el mismo número en las tapas y chapas de los envases de Pepsi.

Un error garrafal que indignó a la población, puesto que el concurso prometía sacar de la pobreza a las familias filipinas. Al respecto, la multinacional desembolsó 20 dólares para cada ganador, una situación que Avenatti quería evitar.

El desenlace del juicio entre Pepsi y Leonard

Finalmente, el juicio se desarrolló en 1999, bajo unas condiciones que favorecían a la corporación Pepsi, porque el caso se había asignado a Kimba Wood, una jueza que optó por un juicio sumario.

De acuerdo con los acusados, esta decisión benefició a Pepsi, porque no iban a obligar a declarar a los creativos detrás de la campaña publicitaria, la empresa de publicidad BBDO, ni menos a los ejecutivos que visaron el comercial.

En un escenario ideal, la inclusión de un jurado compuesto por ciudadanos, pudo dar perspectiva a la demanda, explicaron al documental de Netflix.

John Leonard y Todd Hoffman

Pero aunque los esfuerzos fueron continuos, el fallo le otorgó la razón a Pepsi.

Según la jueza, el comercial era inverosímil, porque los colegios no estaban equipados con pistas de aterrizaje. Por otro lado, el documento sopesó que “ninguna persona objetiva podría haber concluido razonablemente que el comercial en realidad ofrecía a los consumidores un avión Harrier”, destacó la jueza.

No obstante, en la opinión de Michael Patti, la cifra original era 700.000.000 millones puntos Pepsi, pero que en el proceso de edición de video, la cifra se recortó hasta 7.000.000.

Esto, sin dudas, habría sido contraproducente para PepsiCo, pues si Patti hubiera declarado en el juicio, el asunto habría terminado con la entrega del Harrier, afirmaron los protagonistas de esta historia.