El procedimiento se realizó en 1989, un año después de que el pequeño Felipe hubiera superado la leucemia por primera vez. Actualmente existen registros de donantes para diferentes niños en el país.

Uno de los casos más importantes en la carrera del oncólogo Francisco Barriga inició en 1988, con uno de los primeros niños que Barriga diagnosticó con leucemia, específicamente una leucemia amiloide. Felipe, de seis años, recibió un tratamiento con quimioterapia y tuvo una muy buena respuesta.

Pero la leucemia amiloide tiene una probabilidad muy alta de volver a aparecer. Y eso fue lo que ocurrió un año después. “Ahí teníamos que elegir entre dos opciones: Una era volver a aplicar quimioterapia para volver a controlar la enfermedad o buscar un donante y hacerle un trasplante de médula”, rememora el médico.

No era tan sencillo, ya que para 1989 ningún niño había recibido un trasplante de médula en Chile. ¿Quién sería el donante? ¿Cómo realizarían el proceso?

Felipe tenía una melliza, “la Nicole”, recuerda Barriga. Y, a diferencia de lo que uno creería, el hecho de ser hermanos le daba apenas un 25% de probabilidades de tener un donante.

Era ella o nada. Y la verdad, fuimos afortunados: eran 100% compatibles”, menciona el médico que acaba de publicar el libro Sobre hombros de gigantes, en el que cuenta sus más de 35 años de práctica médica. Tras el hallazgo, inició la charla con los padres.

“Recuerdo que les dije: ‘mira, esto nunca se ha hecho en Chile, Felipe tendría que ser el primero’. La verdad no lo pensaron minutos, si no segundos. Y dijeron ‘hagámoslo"”.

Un taxi para trasplantar médula

Luego de realizar una quimioterapia preparatoria, el evento quedó planificado. A diferencia de lo que se acostumbra en la actualidad, la recolección de médula se realizaría en un segundo recinto, donde había experiencia con este tipo de transfusiones en adultos.

“El día del trasplante, la hermanita ingresó a pabellón del Hospital Militar, donde extrajimos medio litro de sangre de su médula ósea del hueso de la cadera”, contó.

“Ahí agarramos un taxi y bajamos por la costanera velozmente al hospital donde estaba Felipe y le inyectamos la médula ósea, que al final acabó siendo un éxito”, añadió.

“Se sabía tan poco del procedimiento que casi nadie sabía que era una simple transfusión. Creo que muchos pensaban que se trataba de la médula espinal o una cirugía que involucraba a la columna”, rememora.

La importancia de donar médula

Así como mencionó el doctor, este método para poder superar la leucemia tenía pocas opciones de lograr tener un donante, incluso teniendo hermanos.

Esto ya que las probabilidades que los hijos del mismo papá y la misma mamá tenían una de cuatro posibilidades de ser cien por ciento compatibles, según explicó el oncólogo.

“Entonces, lo más difícil y duro era conseguir un donante, porque los niños que no tenían hermanos no tenían ninguna posibilidad y los que tenían hermanos y no eran compatible tampoco las tenían”, se lamentó.

Es por eso que destaca los bancos de médula de la actualidad. “Hace poco lo analicé con datos muy recientes: en Chile, sólo uno de cada cinco niños que reciben un trasplante de médula lo hacen desde un hermano”, puntualiza.

“Entonces, ¿dónde encontramos donantes? Precisamente en estos registros de donantes, de los cuales en Chile hay uno desde hace tres años que se llama DKMS”, detalla.

“Si uno vive en Chile, tiene entre 18 y 55 años y sea sano, se pueda registrar para salvarle la vida a alguien. Además están los bancos de sangre de cordón umbilical de células madre. Todo eso está a disposición de los pacientes”, destaca.

¿Qué pasa si quiero donar?

De acuerdo a DKMS, toda persona entre 18 y 55 años que goce de buena salud puede ser donante.

Sin embargo, para resguardar la salud de los donantes existen algunos criterios de exclusión.

¿Quienes no pueden donar?

  • Personas con obesidad mórbida, es decir, con un índice de masa corporal superior a 40
  • Personas con enfermedades cardiovasculares, renales, respiratorias, neurológicas, mentales y/o metabólicas graves
  • Quienes sufran infecciones tropicales graves, sobre todo malaria
  • Las personas que tienen infección por virus de la inmunodeficiencia adquirida (VIH), hepatitis B o C o virus linfotrópico de las células humanas T (en inglés HTLV o Human T lymphotropic virus, sífilis)
  • Quienes sufran de enfermedades autoinmunes sistémicas, por ejemplo lupus u otras enfermedades crónicas como diabetes o enfermedades reumáticas
  • Personas que tienen o tuvieron alguna vez cáncer
  • Personas con enfermedades sanguíneas o del sistema inmune
  • Quienes tengan adicciones al alcohol, drogas y/o fármacos
  • Quienes sufran depresión bipolar