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José Antonio Kast se convierte en el presidente más votado en la historia de Chile con 7,2 millones de votos, derrotando a Jeannette Jara por 16 puntos. Analistas debaten si el voto obligatorio fue determinante al aumentar la participación en 5,1 millones de votantes. Este nuevo electorado se caracteriza por ser menos politizado, con menos interés en partidos tradicionales y mayor preocupación por problemas concretos. Kast también logró captar el voto de Franco Parisi en primera vuelta. La victoria de Kast se atribuye a factores como la percepción de inseguridad, desgaste del gobierno anterior, unidad de la derecha y preocupaciones sobre migración.
Este 14 de diciembre de 2025, tal como adelantamos en las proyecciones de Bío Bío, José Antonio Kast se convirtió en el presidente más votado de la historia de Chile. Con 7,2 millones de votos —un 58,16% del total— no solo derrotó por 16 puntos a Jeannette Jara, sino que acabó con la idea de que ningún candidato que hubiera votado “Sí” en el plebiscito de 1988 podría llegar a La Moneda.
Pero detrás de este aplastante triunfo hay una pregunta que divide a analistas, periodistas y políticos: ¿fue el voto obligatorio el factor decisivo?
Empecemos por lo más básico. En la elección presidencial de 2021, cuando Kast perdió contra Gabriel Boric, votaron 8,3 millones de chilenos. Era voto voluntario: si querías votar, ibas; si no, te quedabas en casa sin consecuencias.
Pero en 2022 Chile cambió las reglas del juego. Se implementó el voto obligatorio y ahora, todos los mayores de 18 años inscritos automáticamente en el padrón electoral deben ir a votar o enfrentar una multa.
El resultado de este cambio fue dramático. En esta elección de 2025 participaron 13,4 millones de personas, es decir, 5,1 millones más que en 2021. Poniéndolo en perspectiva, es como si la población votante completa de una ciudad del tamaño de Santiago se hubiera agregado de golpe a las urnas.
Como consigna el diario La Tercera, “esta es la primera elección presidencial desde 2013 con voto obligatorio y el republicano José Antonio Kast fue el que logró acaparar la mayor cantidad de los 5 millones de votantes que antes no acudían a las urnas”.
Pero… ¿quiénes son esos nuevos 5 millones?
Aquí viene lo interesante. Esos 5 millones no son cualquier votante. Son personas que durante años prefirieron quedarse en casa en vez de votar. Y eso dice mucho sobre ellos.
Ricardo González, director del Laboratorio de Encuestas de la Universidad Adolfo Ibáñez, lo explicó así en Radio Pauta: “El votante obligado es aquel que no votaba cuando el voto era voluntario y que lo hace cuando está obligado a hacerlo. Este grupo no tiene ideología, no tiene identificación con los partidos y por algo es muy antioficialista”.
Dicho de manera más simple, son personas que no se consideran ni de derecha ni de izquierda, no se sienten representadas por ningún partido tradicional y tienden a estar enojadas con el gobierno de turno.
Ahora, según un estudio del Centro de Estudios Públicos (CEP), este “nuevo electorado” tiene características muy interesantes:
- Menor nivel educacional comparado con quienes votaban voluntariamente.
- Actitudes políticas más moderadas.
- Menos interés en la política tradicional.
- Mayor preocupación por problemas concretos del día a día.
Cuando el “tercio olvidado” cobra protagonismo
Juan Ignacio Brito, en su columna para Nuevo Poder, lo describe como “el tercio olvidado” de Chile. Durante décadas, señala, “el país giró en torno a las obsesiones de una élite incapaz de salir de su ensimismamiento que se acostumbró a hablarles a los dos tercios que conocía y a ignorar al restante”.
Según datos de Panel Ciudadano-UDD citados por Brito, “7 de cada 10 nuevos electores se inclinaron por Kast”. Esto significa que de esos 5 millones de votantes nuevos, aproximadamente 3,5 millones habrían votado por Kast, mientras que solo 1,5 millones lo habrían hecho por Jara.
Los números concretos: ¿qué pasó en 2021 vs 2025?

Para entender mejor el impacto, miremos las cifras lado a lado:
Segunda vuelta 2021 (voto voluntario)
- Total de votantes: 8,3 millones.
- Votos para Boric (izquierda): 4,6 millones (55,87%).
- Votos para Kast (derecha): 3,6 millones (44,13%).
- Diferencia: 1 millón de votos a favor de Boric.
Segunda vuelta 2025 (voto obligatorio)
- Total de votantes: 13,4 millones
- Votos para Jara (izquierda): 5,2 millones (41,84%)
- Votos para Kast (derecha): 7,2 millones (58,16%)
- Diferencia: 2 millones de votos a favor de Kast
Fíjense en algo crucial: Jara sólo sumó 600 mil votos más que Boric en 2021, mientras que Kast casi duplicó su votación, agregando 3,6 millones de votos nuevos.
¿Y sin voto obligatorio? El contraste imposible
Aquí viene la gran pregunta: ¿habría ganado Kast sin voto obligatorio?
Como señala un análisis del Panel Ciudadano-UDD, “sin voto obligatorio, ni el Rechazo de 2022 ni el triunfo de Kast en 2025 habrían existido tal como los conocemos”.
Brito es más directo: “Si la elección se hubiera dado según el patrón de los últimos 30 años, es decir, si hubieran votado alrededor de siete millones de electores en lugar de los más de doce millones que lo hicieron el domingo, el resultado habría sido estrecho y habría continuado expresando la división del Sí y el No de 1988”.
Pensémoslo así: si solo votaran las mismas personas que votaron en 2021 (es decir, los más politizados y comprometidos), Kast probablemente habría obtenido entre 4 y 4,5 millones de votos, y Jara otros 4 millones aproximadamente. El resultado habría sido muchísimo más apretado, quizás con diferencias de solo 2 o 3 puntos porcentuales.
El factor Parisi: el tercer vértice del triángulo

Pero el voto obligatorio no actuó solo. Hubo otro elemento clave: Franco Parisi, el líder del Partido de la Gente que obtuvo 2,5 millones de votos (19,71%) en primera vuelta.
Cuando Parisi llamó a votar nulo o en blanco en segunda vuelta, muchos pensaron que esos votos se perderían. No fue así.
Según un análisis de BioBioChile, el 55% de los votantes de Parisi terminó respaldando a Kast, mientras que solo el 33,3% votó por Jara. El 11,7% restante se abstuvo.
Saquemos cuentas simples:
- 2,5 millones de votos de Parisi en primera vuelta.
- 55% de 2,5 millones = 1,375 millones fueron para Kast.
- 33,3% de 2,5 millones = 832 mil fueron para Jara.
- Diferencia neta a favor de Kast: más de 500 mil votos.
El perfil del votante “parisista”: ¿por qué se inclinó por Kast?
Este es un punto que muchos analistas pasan por alto. ¿Por qué alguien que votó por un candidato “antisistema” como Parisi terminaría respaldando a un político tradicional de derecha como Kast?
Paulina Valenzuela, de Datavoz, lo explica en Pauta: “Siempre he pensado que no es una elección ideológica. Se trata de un electorado desafectado, desinteresado, centrado en los cambios rápidos”.
En palabras más simples: no votaron por Kast porque crean en su ideología conservadora, sino porque querían un cambio rápido en temas concretos como la seguridad y la economía. Y entre Kast (que prometía “mano dura”) y Jara (que representaba la continuidad de Boric), eligieron a Kast.
No fue sólo el voto obligatorio: los otros 4 factores
No sería preciso decir que Kast ganó solamente gracias al voto obligatorio. Hubo otros elementos cruciales:
1. La crisis de seguridad
La percepción de inseguridad se disparó. Según datos citados por el diario argentino Perfil, el 87,7% de la población chilena cree que la delincuencia creció, aunque solo el 17,7% de los hogares sufrió un robo. Esta percepción benefició directamente el discurso de “orden” de Kast.
2. El desgaste del gobierno de Boric
Jeannette Jara cargó con la mochila de ser vista como la continuidad de un gobierno con baja aprobación. Como reconoce Claudio Rodríguez, su pareja, el factor determinante fue “el costo de ser continuidad de un gobierno mal evaluado”.
3. La unidad de la derecha
Como asegura Libertad y Desarrollo, en primera vuelta los tres candidatos de derecha (Kast 23,9%, Kaiser 13,9% y Matthei 12,4%) sumaban en conjunto el 50% de los votos. Esa coalición se consolidó en segunda vuelta, aún cuando los candidatos no se mostraron precisamente amistosos entre ellos durante la campaña.
4. La migración
El tema migratorio se convirtió en una preocupación central, especialmente en el norte del país. Kast capitalizó este temor mediante propuestas de aplicar “mano dura”.
La voz de los expertos: un elector impaciente
Lo que más preocupa a los analistas no es solo que Kast haya ganado, sino el tipo de electorado que lo llevó al poder. Como advierte Valenzuela en Pauta, este electorado “va a hacer cobros más rápidos”. No tienen lealtades políticas. No esperarán años para ver resultados.
Matías Quer, investigador del Centro Signos de la Universidad de los Andes, lo resume en G5 Noticias: el voto obligatorio “obliga a los candidatos a hacerse cargo de las demandas, las necesidades y los problemas de todos los chilenos”, pero también “los obliga a polarizarse menos y probablemente tener que conectar con grupos menos politizados y que tienen necesidades más concretas”.
En otras palabras, este electorado no quiere grandes debates ideológicos. Quiere soluciones concretas a problemas cotidianos.
La brecha entre expectativas y realidad
Y aquí viene un dato inquietante que identifica Paulina Valenzuela: “La intención de voto estaba en 58-42, pero la confianza en los atributos de José Antonio Kast es un 50%”.
Expliquemos esto: el 58% votó por Kast, pero solo el 50% confía en que realmente pueda resolver los problemas. Es decir, hay un 8% que votó por él sin realmente creer en su capacidad. Votaron en su contra de Jara más que a favor de Kast.
Esto genera una presión inmediata sobre el próximo gobierno. Como advierte la fundadora de Datavoz, la evaluación estará puesta “no en la grandeza de una medida, sino en la capacidad de concretar”.
5 claves finales para entender el triunfo
En una columna de opinión, el investigador Jorge Ramírez de Libertad y Desarrollo, identifica cinco elementos clave para entender el resultado:
1. La magnitud
Con 58,16%, Kast superó el 54,6% de Piñera en 2017, marcando “el mayor respaldo electoral a un líder de derecha en la historia republicana”.
2. Los nulos y blancos
Pese al llamado de Parisi, solo alcanzaron el 7,5% (menos de 1 millón de votos), mucho menos de lo anticipado. Coherente con el argumento de Valenzuela, esto demostraría que el voto de protesta fue menor al esperado.
3. El hundimiento de Jara
Con 41,84%, Jara quedó por debajo del 45,4% que obtuvo Guillier en 2017, “la peor cifra de un candidato de la izquierda o centroizquierda en un balotaje desde el retorno a la democracia”.
4. El fin de un ciclo
El resultado marca el fin del eje del Sí/No al régimen de Pinochet que definió la política chilena desde 1988. Un tercio de los electores actuales nació después de ese plebiscito.
5. La nueva división política
Si el resultado se aproxima al 60/40 del plebiscito constitucional de 2022, ese eje (de orden versus cambio) podría consolidarse como “la nueva fisura sociopolítica de nuestro tiempo”.
La perspectiva histórica: no es un caso aislado
Para entender mejor el fenómeno, vale la pena mirar la historia del voto obligatorio en Chile. Como explica el medio de investigación CIPER, durante el voto voluntario (2012-2021) la participación cayó dramáticamente:
- 2012 (elecciones municipales): 43%
- 2013 (presidencial segunda vuelta): 42%
- 2017 (presidencial segunda vuelta): 49%
- 2021 (presidencial segunda vuelta): 55,7%
Con el voto obligatorio, implementado desde 2022, la participación se disparó (en realidad, no quedaba otra):
- 2022 (plebiscito constitucional): 85,9%
- 2024 (elecciones municipales): 85%
- 2025 (presidencial primera vuelta): 85,3%
- 2025 (presidencial segunda vuelta): 85%
El patrón es claro: el voto obligatorio incorporó de manera estable a ese “tercio olvidado” que mencionaba Brito.
El riesgo de las promesas imposibles
Pero Patricio Fernández, de Espacio Público, lanza una advertencia en el diario El País: “Las promesas de José Antonio Kast son evidentemente desmedidas. Ni la delincuencia ni la migración se solucionan por gritar fuerte. Están llamadas a desilusionar rápido”.
Y agrega algo crucial: “Uno de los errores de Gabriel Boric y el Frente Amplio durante la primera parte de su gobierno fue habitar la ilusión de que el apoyo recibido en segunda vuelta coincidía a la medida con su proyecto político”. Kast podría cometer el mismo error: interpretar su 58% como un mandato ideológico cuando en realidad fue un voto pragmático y antioficialista.
Conclusión: Una victoria con muchos padres (pero uno más importante)
Entonces, ¿ganó Kast gracias al voto obligatorio? Sí, definitivamente. Sin esos 5 millones de votantes nuevos, especialmente sin los 3,5 millones que votaron por él, la victoria habría sido imposible o al menos muchísimo más ajustada.
Pero también sería simplista quedarnos sólo con eso. El voto obligatorio fue la condición necesaria, pero no la única. También fueron cruciales:
- La crisis de seguridad y el temor ciudadano.
- El desgaste del gobierno de Boric y el rechazo a la continuidad.
- La captura del 55% del voto de Parisi (1,4 millones de votos).
- La unidad de la derecha tradicional detrás de Kast.
- Una izquierda fragmentada y a la defensiva.
Como bien resume BBC Mundo, Chile votó por un cambio, pero no necesariamente por el proyecto ideológico de Kast. Votó contra la sensación de desorden, contra un gobierno que pese a sus promesas, no logró conectar con las preocupaciones cotidianas.
Lo que quedó absolutamente claro es que este nuevo electorado —desafectado, apolítico e impaciente— será implacable con el próximo gobierno. Como advierte Valenzuela, “van a hacer cobros más rápidos”. No tienen lealtades. No tienen paciencia. Y, sobre todo, no olvidarán que fueron obligados a votar.
El 11 de marzo de 2026, cuando Kast asuma, sabremos si ese votante obligado encontró en él la respuesta que buscaba. O si, como pasó con Boric, el termómetro político cambiará rápidamente de color cuando las promesas se estrellen contra la realidad.
Porque hay algo que estos 5 millones de votantes nuevos dejaron muy claro: están dispuestos a participar, sí, pero también están dispuestos a castigar.
Y en política, como en la vida, las segundas oportunidades no siempre existen.
Esta nota fue realizada por un periodista humano, con asistencia de Claude, la inteligencia artificial de Anthropic.
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