El acoso y las agresiones sexuales contra las mujeres no se toman suficientemente en serio en Singapur, advierten activistas, después de que varios estudiantes de las élites universitarias fueran condenados con sentencias consideradas demasiado indulgentes.

En el caso más reciente en esta ciudad-estado del sudeste de Asia, un hombre de 23 años sólo pasó 12 días en la cárcel por intentar estrangular a su exnovia.

En la isla, conocida por las drásticas leyes para mantener el orden, el vandalismo puede ser castigado con azotes y el asesinato y el tráfico de drogas con la pena de muerte.

Pero, según las asociaciones, la violencia contra las mujeres no está en el mismo nivel. La violación conyugal, por ejemplo, fue declarada ilegal recién el año pasado.

“El sistema judicial es severo contra quien saquea los bienes públicos. Pero si se amenaza o se viola a una mujer, no es tan grave: este es el mensaje que (las autoridades) transmiten”, denuncia Pamela Ng, vocera de la campaña contra la violencia sexual Aim For Zero (Objetivo cero).

Los activistas señalan que el potencial universitario de los agresores pesa más que los actos violentos contra las mujeres.

Pamela Ng denuncia el arraigo de estas actitudes, que hacen que las víctimas “sean a menudo consideradas responsables de los crímenes que sufren”.

El año pasado, Monica Baey, una estudiante de la prestigiosa Universidad Nacional de Singapur (NUS), protestó en las redes sociales por la leve condena a un estudiante tras haberla filmado en la ducha de una residencia.

Su denuncia fue considerada el #MeToo de Singapur y fue el detonante de otros testimonios.

Una simple reprimenda

En julio, Yin Zi Qin, un estudiante de odontología de la NUS fue condenado a menos de dos semanas de cárcel y 80 horas de trabajo de interés general tras haberse declarado culpable de haber intentado estrangular a su exnovia y haber hundido sus pulgares en sus ojos hasta dejarla sin conocimiento.

El juez justificó esta sentencia poco severa aludiendo que se trataba de su primera condena, que había cooperado con las autoridades y que se había disculpado ante la víctima.

Este fallo desató la indignación en Singapur, entre quienes no podían creer que un acto así fuera castigado de esta forma.

“¡No puedo creer que esta sentencia sea tan leve! Me imagino que los estudiantes de NUS pueden ser perdonados de todos los crímenes”, comentó Maruko Chan en las redes sociales.

“¿Es porque se trata de un estudiante en medicina y un futuro doctor? (…) Sigan dando simples reprimendas”, denunció Huew Lim.

Otro estudiante de esta renombrada universidad, Terence Siow Kai Yuan, fue condenado a 21 meses de libertad condicional por haber agredido a una mujer en un tren y una estación.

El juez rechazó el encarcelamiento, porque estimó que el joven tenía muchas posibilidades de rehabilitarse teniendo en cuenta su trayectoria universitaria y la naturaleza “relativamente menor” de sus actos, según documentos judiciales.

Finalmente, fue condenado en apelación a dos semanas de cárcel.

La asociación de defensa de los derechos de las mujeres Aware (Consciente) lamenta que la justicia se muestre más condescendiente con los agresores que con las víctimas.

“La rehabilitación es importante pero no debería depender del nivel de educación de los criminales”, destaca la directora ejecutiva de Aware, Corinna Lim.

Entre 2015 y 2017, se registraron 56 casos de comportamientos sexuales abusivos en seis universidades de Singapur, según el ministro de Información y Educación, Ong Ye Kung.

Tras el caso de Monica Baey, la universidad NUS ha endurecido sus sanciones contra estos comportamientos y suspendió al autor de la agresión, a la espera de un proceso disciplinario.

Pero, según la abogada Gloria James-Civetta, la justicia solo puede funcionar “en los límites establecidos por el legislador”.

Singapur ya ha reforzado algunas leyes contra delitos sexuales, pero cambiar esta cultura será un largo trabajo, temen las asociaciones.