Cada diciembre, el intercambio de regalos se instala como uno de los gestos más visibles de la Navidad. Más allá de su dimensión comercial, esta práctica tiene un origen simbólico y religioso que explica por qué, hasta hoy, sigue siendo parte central de las celebraciones, incluso entre personas de distintas creencias.
Desde una perspectiva histórica y cultural, el acto de regalar se vincula con una forma de expresar alegría, cercanía y reconocimiento hacia otros, elementos que han permitido que esta tradición se mantenga y se resignifique con el paso del tiempo.
Intercambio de regalos en Navidad: un gesto con raíces religiosas y proyección social
Desde el ámbito académico, la directora del Centro para la Enseñanza de la Religión Católica (CER) de la Universidad de los Andes, Sofía de León, explica que para el cristianismo la entrega de obsequios se realiza con sentido de alegría “por el nacimiento del hijo de Dios”, es decir, “Dios ha venido al mundo, se ha hecho cercano y ha compartido nuestra vida”.
La académica añade que esta tradición está estrechamente relacionada con el relato bíblico de los Reyes Magos, quienes “ofrecieron al niño oro, incienso y mirra, no como simples obsequios, sino como un acto de adoración y reconocimiento de su identidad divina”.
Según explica, “de este gesto nace la costumbre cristiana de ofrecer regalos en Navidad, como signo de fe, veneración y entrega a Dios”, práctica que luego se proyecta hacia la vida cotidiana y las relaciones sociales.
También indica que, siguiendo ese ejemplo, “los cristianos están llamados a ofrecer los dones recibidos con generosidad, especialmente a los niños y a los más necesitados, reconociendo en ellos la presencia del niño de Belén”.
Finalmente, la experta comenta que “los regalos en Navidad simbolizan el gran don de Dios a la humanidad, Jesucristo, y la respuesta del hombre que, lleno de gratitud, aprende a dar, compartir y amar”, dimensión que explica por qué esta tradición sigue vigente y se adapta a distintos contextos culturales en la actualidad.