En nuestro caso el planteamiento artístico de la dualidad tiene especial fuerza porque tenemos muchos signos de que nuestro presidente encierra dos personalidades bastante distintas: la del amable Gabriel y la áspera del Sr. Boric.

El gran escritor escocés Robert Stevenson (1850 – 1894) escribió novelas que todavía son grandes éxitos editoriales, pero ninguna tan famosa como su obra “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. Su argumento ha sido, desde entonces, una cantera inagotable para Hollywood y para otras formas de expresión artística y ello por una razón aplastante.

Revela, con dramática intensidad, el dualismo de personalidad que todos llevamos en el alma. Stevenson lo grafica en un famoso sabio e investigador Dr. Jekyll que logra desarrollar una droga que durante un cierto lapso de tiempo permite que la bestia que es Mr. Hyde se apodere de su dominio y cometa toda clase de repugnantes delitos hasta el propio asesinato. Naturalmente la tragedia final se precipita cuando la droga produce efectos permanentes y el Dr. Jekyll desaparece para dejar definitivo espacio al monstruo que llevaba dentro.

La enorme mayoría de nosotros controla durante toda la vida a esa bestia interior, pero no dejan de abundar los hermanos que permiten que el Sr. Hyde los domine durante intervalos de tiempo y, a veces, en forma permanente y se trasforman en esas bestias humanas que diariamente nos horrorizan con su maldad y su crueldad.

Es la tragedia del llamado dualismo reflejado en personas que, siendo buenas y normales durante la mayor parte del tiempo, sufren de intervalos en que predomina su bestia interior y los induce a actos totalmente opuestos a su vida normal. Ni siquiera faltan los casos en que, por su posición en la vida, causan sorpresa y espanto al conocerse detalles de esos intervalos malignos.

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Darse un gustito Lunes 22 Diciembre, 2025 | 11:43

En el periodo presidencial de Gabriel Boric han ocurrido varios casos demostrativos de ese dualismo: el caso Monsalve, el caso Hermosilla, el caso de ministros de la Suprema que han vendido sus votos en causas injustas y hasta contrarias a los intereses nacionales, etc.

En nuestro caso el planteamiento artístico de la dualidad tiene especial fuerza porque tenemos muchos signos de que nuestro presidente encierra dos personalidades bastante distintas: la del amable Gabriel y la áspera del Sr. Boric.

La señal de ello explica esas bruscas variaciones de imagen que, en muchísimas ocasiones lo hace pasar de discursos muy bien hilvanados y propios de una persona sensata, próxima y articulada que queda contradicha, a las pocas horas, por actos de gobiernos completamente opuestos a lo que el discurso ha planteado.

Un ejemplo notable de ese comportamiento es el afán viajero del mandatario que, ha sido por lejos, el visitante al extranjero más asiduo que haya conocido la historia de Chile. El discurso ha sido que va a mostrarle al mundo un país estabilizado y que invita a todos al intercambio comercial y a la inversión en nuestro suelo. Pero luego, de regreso a la patria, no hace nada por demostrar en los hechos las sinceridad y efectividad de esa invitación.

Por el contrario, en su periodo ha llegado la permisología a límites grotescos y más parecidos a un boicot que a una política amistosa. Eso se demuestra con los esfuerzos para violar los compromisos contraídos por gobiernos anteriores y por hostilizar permanentemente a estructuras jurídicas y constitucionales con las que llegaron a invertir en Chile grandes conglomerados internacionales.

Pero la demostración máxima de dualismo se ha producido a raíz de la derrota del oficialismo en la última elección presidencial. Esa misma noche del domingo 14 de diciembre, el buen Gabriel saludo públicamente al triunfador al día siguiente lo recibió en el Palacio de Gobierno y le aseguro que haría todo lo posible para garantizarle una transición republicana ejemplar y auspiciosa ofreciéndole toda su colaboración personal para ello.

Pero no pasaron dos días antes que su gobierno tratara de pasar desapercibido en una legislación que llamaba a vetarle al nuevo gobierno uno de los principales caminos que tiene para equilibrar el déficit fiscal que lo abrumará como es la medida propuesta para que un universo de cerca de 380 mil empleados fiscales a contrata corta pueda aliviarse del presupuesto al vencimiento de sus contratos de corto plazo que, sin duda alguna, se hicieron para acomodar partidarios políticos.

Es imposible imaginar que el Sr. Boric ignore lo dañino e injusto que es tal iniciativa que crearía un derecho para cierto tipo de trabajadores y que le seria negado a los de otro tipo como son los del sector privado. Crearía, además, un privilegio especial para ciertos trabajadores y ciertas circunstancias lo que le suena injusto a todos y hasta inconstitucional a algunos.

Sin embargo, no contento con esa abierta agresión a su sucesor, el Sr. Boric añade la mofa y el insulto al nombrar en un puesto público de relevancia a una mujer embarazada que tiene dos años de fuero por delante, sabiendo que con eso obligará al nuevo gobierno a un antinatural reemplazo provisorio con el consiguiente doble gasto. Ese gesto de nombramiento es, además, de lo más “ordinario” -en jerga chilena- que va a registrar nuestra reciente historia. Pero, no hay que hacer tanto caso de eso, porque el apelativo solo tiende a tipificar la condición social y educacional de lo ocurrente.

Sin saber absolutamente nada de psiquiatría, me atrevería a asegurar que el amable Gabriel y el siniestro Boric sufre de un dualismo que merece un tratamiento terapéutico.