El mundo libre está advertido de la amenaza terrorista, la historia enseña que primero van por los judíos con cualquier excusa, y después, irán por los demás. Lo están padeciendo los cristianos africanos en manos del fundamentalismo. La advertencia es clara desde Jerusalén.
Jerusalén es un lugar único en el mundo por su historia, geografía, comercio, cultura, espiritualidad y actualidad. Es cuna de religiones y epicentro del monoteísmo. Es una capital histórica del poder temporal y espiritual. Fue destruida, sitiada, capturada y reconstruida. Una ciudad milenaria, de las más antiguas del mundo que invita a conocerla sin preguntar por tu visión de mundo, mirada ideológica ni convicciones.
Recorrerla es fascinante y adictivo. Es un ejemplo viviente de convivencia y coexistencia. Es una ciudad santa para los judíos, cristianos y musulmanes.
Sus murallas representan resistencia y persistencia de identidades. Sus calles históricas y actuales reflejan la diversidad andante. Combina montes y templos, y de noche hipnotiza. Se encuentra rodeada de valles y de transporte público. Sus puertas son una invitación a perderte en ella y dejarte sorprender por su gente, el comercio, sus misterios y enseñanzas. Todos rezan por un mundo mejor. En Jerusalén, se mezcla el cielo, la tierra y el paraíso.
Para los cristianos es un centro de peregrinaje y sus lugares sagrados en torno a Jesús. Sus calles recuerdan las estaciones del vía crucis y su punto principal:la tumba y la resurrección.
Para los musulmanes hay mezquitas, muros y la roca que recuerda al profeta. El bullicio del barrio musulmán es inconfundible.
Para los judíos sus lugares sagrados se unen con su historia ancestral y bíblica. El Muro de los Lamentos es un vestigio milenario y un punto de encuentro, una pausa obligada para contemplar su extensión. Es un lugar para rezar y pedir. Es un símbolo de la fe judía, de resistencia y de plegarias.
El muro resiste los embates del antisemitismo mundial, pasado y presente. La ceguera y el odio se expanden peligrosamente, pasando de los dichos a los hechos. La identidad judía está en riesgo en “sociedades civilizadas”. Son atacados por ser judíos, por ejemplo, en Sídney, Australia.
Una playa y la calma del mar fueron interrumpidas por el terrorismo, el fanatismo y una masacre. La celebración de la festividad de Janucá fue violentada, fue manchada con sangre de inocentes y orgullosos de su fe. La violencia no es justicia y no es el camino en el siglo XXI. Tras un atentado se daña la convivencia, las libertades fundamentales y la paz. Hoy son ellos en Australia, mañana seremos nosotros.
Cuando se ataca a un judío, por ser judío, estamos retrocediendo y arriesgando los avances civilizatorios, y se convierte en “un problema de todos”.
El mundo libre está advertido de la amenaza terrorista, la historia enseña que primero van por los judíos con cualquier excusa, y después, irán por los demás. Lo están padeciendo los cristianos africanos en manos del fundamentalismo. La advertencia es clara desde Jerusalén.
La ciudad eterna está de gala y decorada para una nueva Fiesta de las Luces y la historia de la profanación del templo. La festividad “simboliza la luz, la esperanza y la resiliencia frente a la adversidad”. Un pueblo vilipendiado y estigmatizado que no olvida su historia y que sufre por las persecuciones más allá de sus fronteras.
Jerusalén, esa ciudad llena de contrastes y de convivencia cultural ejemplar, no queda indiferente ante el antisemitismo global, la intolerancia y la oscuridad. Se ilumina de noche, prende sus velas y renueva la lucha “por mantener nuestra identidad y libertad, respetando las diferencias y llevando luz donde hay oscuridad”.
La capital del mundo monoteísta, de la diversidad y del Estado de Israel, te invita a conocerla y recorrer sus recovecos, su historia resiliente, sus barrios y callejuelas. El único peligro al visitarla es que te quieras quedar. El verdadero peligro es la muerte de judíos y cristianos en manos del fundamentalismo.
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