La victoria de Guillermo Lasso, exbanquero y miembro del Opus Dei, parece rubricar el fin del “correísmo”, aunque éste sigue fuerte en el Parlamento. ¿Qué le ofrece a un Ecuador paralizado por la pandemia y la recesión?

Este es el análisis de la periodista Mirra Banchón ante nuestro medio asociado, la Deutsche Welle.

La tercera es la vencida: Guillermo Lasso Mendoza es el nuevo presidente electo de Ecuador. Después de competir dos veces anteriores contra el “correísmo”, Lasso llega al Palacio de Carondelet con la promesa de que llevará al gobierno su experiencia y sabiduría económica y financiera.

Que el exbanquero de Guayaquil haya derrotado a Andrés Arauz, el delfín del expresidente Rafael Correa, con un margen estrecho pero claro (52,5% de los votos frente al 47,5%) excluye el fantasma del fraude y las exigencias de recuentos que han marcado elecciones anteriores.

No es rosa el panorama que encuentra Lasso a su llegada a Quito.

El actual presidente, Lenín Moreno, deja el poder con un índice bajísimo de popularidad: su mal manejo de la pandemia, los recortes para hacer frente al déficit estatal y la recesión de la economía nutren la sensación de que peor no puede ser. Es que a la crisis económica y sanitaria (340.000 contagios y 17.000 muertos) se suma la crisis política.

En Ecuador, marcado desde el 2007 por la figura de Correa, la contienda electoral se resumió en estar a favor o en contra de que vuelva el correísmo.

Su estilo súper presidencial y su autoritarismo marcaron la década del ahora prófugo de la justicia ecuatoriana. Pero aunque el representante del “Socialismo del siglo XXI” no esté en el país, los 49 escaños que tendrá en la Asamblea UNES, la alianza de Arauz, hará del nuevo período presidencial un acto de equilibrismo.

Por ello, consciente de que con los escaños que tiene la derecha (31 de 137) no tendrá el necesario apoyo parlamentario, Lasso baja el tono de la confrontación y tiende la mano al diálogo. También a la tercera fuerza legislativa: el indigenismo que no pasó a la segunda vuelta por un 0,35%.

Que una parte del voto indígena se haya ido a Guillermo Lasso podría significar que esta fuerza emergente tiene la llave de la gobernabilidad, aunque sus exigencias, en parte antimineras y ecologistas, les sean muy ajenas a Lasso, a su partido y a sus aliados de la derecha más conservadora.

En cualquier caso, inmensos son los retos que enfrentará el nuevo gobierno de un país agobiado por la deuda externa. Duplicar la producción petrolera y adelgazar el Estado son parte de la propuesta de un Guillermo Lasso que promete acercar al país a la Alianza del Pacífico. Su victoria frena el nuevo el giro a la izquierda en América Latina que habían iniciado Bolivia y Argentina.

Ofreciendo decoro en el manejo de los fondos públicos así como incentivar la inversión extranjera y desarrollar el pequeño y mediano empresariado de un país paralizado, con un 34% de pobreza, Lasso llega al gobierno de Ecuador dando gracias a Dios por sus bendiciones.

Como miembro del Opus Dei, el futuro mandatario no oculta que bajo su mandato (2021-2025) no se avanzará en derechos sexuales y reproductivos, en un país en el que se registran una de las más altas tasas de violencia de género y de embarazos adolescentes de América Latina.