Curitiba, al sur de Brasil, vive este miércoles una jornada de alta tensión, con la presencia de una caravana proselitista del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva atacada en la víspera a balazos de contramanifestantes de grupos de derecha y del candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro.

Bolsonaro, un apologista de la dictadura militar (1964-85) y de sus métodos de tortura, fue llevado siendo cargado por sobre los hombros de sus partidarios poco antes del mediodía desde la salida del aeropuerto hasta la parte alta de un camión de sonido, desde donde arengó a centenas de partidarios, pidiendo cárcel para Lula y una política de seguridad que dé carta libre a la policía para combatir la inseguridad.

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“Quiero una policía (…) que en defensa del pueblo tire para matar”, proclamó el candidato, según informó la Agence France-Presse.

La policía del estado de Paraná, cuya capital es Curitiba, reforzó la vigilancia después de los disparos efectuados el martes por la noche contra dos de los tres vehículos de la comitiva de Lula, entre Quedas de Iguaçu y Laranjeiras do Sul.

Los disparos procedieron al menos de dos armas, dado que la policía identificó dos orificios del lado izquierdo de un autobús y otro del lado derecho del segundo vehículo. Lula viajaba en el tercer bus, según precisó el Partido de los Trabajadores (PT).

El acto de cierre de la caravana del PT está previsto para fines de la tarde, en la plaza Santos Andrade.

A menos de un kilómetro, en el Parque Barigui, se congregará el Movimiento Brasil Libre (MBL), muy activo en las protestas que acompañaron la destitución de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff por el Congreso en 2016.

También afluirán hacia allí los partidarios de Bolsonaro, aunque este último tiene previsto seguir viaje para una ciudad del interior de Paraná.

Polarización

El presidente Michel Temer lamentó el ataque contra la caravana de Lula. “Es una pena que haya sucedido eso, porque se crea un clima de inestabilidad en el país, de falta de pacificación, indispensable en el momento actual”, dijo el mandatario conservador a la radio Bandnews.

“Es preciso identificar a los responsables, porque eso no puede repetirse en un régimen democrático”, afirmó su ministro de Seguridad Pública, Raul Jungmann.

El gobernador de Sao Paulo y precandidato del partido de centroderecha PSDB, Geraldo Alckmin, afirmó el martes que el PT “está cosechando lo que plantó” y que “acabó siendo víctima” de una polarización que incentivó. Pero este miércoles bajó el tono e instó a las autoridades a “investigar y castigar los disparos contra la caravana del PT”.

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Lula (quien ejerció como presidente entre 2003 y 2010), de 72 años, es favorito en las intenciones de voto para las elecciones de octubre, aunque su candidatura debería ser invalidada por haber sido condenado a más doce años de cárcel por corrupción.

Sus adversarios hostigaron a su comitiva a lo largo del trayecto de diez días por tres estados (Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná). Las protestas fueron poco concurridas, pero no le dieron tregua.

“Si piensan que con piedras y tiros van a socavar mi voluntad de lucha, están equivocados”, tuiteó Lula, que previamente había atribuido los ataques a “grupos fascistas”.

Las arremetidas de la opocisión

Los adversarios de Lula se vieron frustrados después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) prohibiera encarcelar al exlíder sindical al menos hasta el 4 de abril, cuando los magistrados deben decidir si tiene derecho a apelar en libertad ante los máximos tribunales su larga sentencia.

Bolsonaro, en su arenga a la salida del aeropuerto, instó al poder judicial a encarcelarlo.

“No podemos aceptar elecciones sin que Lula esté preso. Basta de fraude en la política”, gritó.

Un manifestante, Daniel Domingues, de 38 años, se mostró un entusiasta defensor de la legalización del porte de armas y de la legítima defensa. “Si un hombre no puede defender su propia vida ¿qué puede hacer?”, afirmó.

“Estamos luchando para librar al país de la corrupción, y Bolsonaro es la única opción”, aseguró otra manifestante, Agnes Plochrski, una publicista de 47 años.

“Por lo que se ve en esas hostilidades entre esos movimientos en el sur, si Lula no va preso, tendremos una campaña marcada por la violencia”, sostuvo el politólogo Paulo Mora.

Curitiba es la ciudad donde oficia el juez Sergio Moro, impulsor en la primera instancia de la Operación Lava Jato, que investiga un gigantesco esquema de corrupción con base en Petrobras. Esa megacausa, que llevó a la cárcel a empresarios poderosos y políticos de todas las tendencias, está en la base de la condena de Lula y tiene en la mira a Temer y varios de sus principales colaboradores.