El gobierno alemán endureció este martes la política de acogida de demandantes de asilo de los Balcanes, para mejorar su gestión de la crisis migratoria en Europa, adonde llegó más de medio millón de migrantes, en gran parte sirios, desde comienzos de año.

La principal medida aprobada por el consejo de ministros en Berlín es la declaración de Albania, Kosovo y Montenegro como “países de origen seguros”. El objetivo es poder expulsar más fácilmente a los demandantes de asilo de estos tres países de los Balcanes.

En el primer semestre de 2015, cerca del 40% de los solicitantes de asilo venían de dichos países. De estas demandas se satisfizo menos de un 1%.

Estas solicitudes entorpecen además el examen de las demandas de decenas de miles de refugiados sirios o iraquíes, que por el contrario tienen muchas más posibilidades de que se acepten sus solicitudes.

Igualmente se prevé que al llegar a Alemania los refugiados reciban “en la medida de lo posible” prestaciones en especie, y no en dinero en efectivo. Con esto, Berlín quiere que el país sea menos atractivo para los migrantes económicos.

Dichas normas deben entrar en vigor en noviembre, previa votación en el Parlamento.

Más de 500.000 llegadas a Europa

Alemania espera recibir este año hasta un millón de inmigrantes, una cifra récord que pone a prueba las capacidades de acogida del país y le ha granjeado críticas a la canciller Angela Merkel en las filas conservadoras, que la acusan de ser demasiado generosa.

La crisis migratoria más importante en Europa en los últimos 70 años no pierde impulso, y desde principios de año llegaron por mar al continente 515.000 personas, arriesgando sus vidas en el Mediterráneo, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Casi 3.000 personas murieron en el intento, según el balance de ACNUR publicado este martes.

Sólo el lunes, 1.151 personas fueron rescatadas en el Mediterráneo, en once operaciones distintas coordinadas por los guardacostas italianos. Sus homólogos libios anunciaron este martes que rescataron a 346 migrantes a bordo de tres embarcaciones a 60 km al este de la capital Trípoli.

Alemania, que a mitad de mes reintrodujo controles en sus fronteras para organizar mejor la acogida de migrantes, registró 20.000 llegadas la semana pasada.

La Comisión preocupada por las divisiones

Desbordada por las llegadas de migrantes, cerca de 300.000 este año, Hungría cerró su frontera con Serbia erigiendo una alambrada, lo que desvió el flujo hacia Croacia, otro país de la UE.

Una política, la de Budapest, que el primer ministro croata Zoran Milanovic calificó este martes de “inaceptable”, añadiendo que de todos modos no detendrá el flujo de migrantes.

El gobierno húngaro, que se opone a la imposición de cuotas entre los miembros de la UE para el reparto de los refugiados, defenderá el miércoles ante la ONU en Nueva York la introducción de “cuotas mundiales”.

La ministra del Interior eslovena, Vesna Györkös Znidar, indicó por su lado que su país está listo para el tránsito de miles de migrantes hacia Austria y Alemania en caso de que se cierre la frontera croato-húngara, como amenaza Budapest.

Aunque “si llegan 10.000 personas cada día, será un problema para nosotros”, advirtió.

La ministra del Interior de Austria, Johanna Mikl-Leitner, dijo en tanto que “si no hay una solución internacional, sólo quedan dos posibilidades: o bien seguimos así (con un corredor de facto hasta Alemania), o bien adoptamos una actitud más estricta en las fronteras, incluyendo el uso de la fuerza”.

Berlín no ha planteado en ningún momento el cierre de sus fronteras.

Ante estas divisiones, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, consideró este martes que “el estado de nuestra Unión Europea no es bueno; las fisuras en la solidaridad se están multiplicando”.

Preocupado por el “peligroso renacimiento de los sentimientos nacionales”, Juncker destacó que “los refugiados necesitan solidaridad, y Europa tiene la ardiente obligación de acogerlos”.