El presunto autor de los dos atentados perpetrados el sábado en Copenhague había nacido hace 22 años en Dinamarca, donde vivía, anunció este domingo la policía danesa en un comunicado.

El sospechoso, que murió en un enfrentamiento con las fuerzas del orden tras los ataques que llevó a cabo solo, según la policía, era conocido por los investigadores a raíz de sus relaciones con bandas de delincuentes, según el informe.

El presunto autor de los ataques “fue identificado. Es un joven de 22 años, nacido en Dinamarca y conocido por la policía por diversos delitos, entre los cuales infracciones a la legislación sobre armas y por violencia”, precisó la policía.

También estaba sindicado “por sus relaciones con bandas de delincuentes”, agregó el comunicado.

Pesar y solidaridad en Dinamarca

Los habitantes de Copenhague estaban conmocionados y querían expresar su solidaridad este domingo tras los dos ataques mortíferos perpetrados por un hombre, símbolos del odio que siente una franja extremista contra la libertad de expresión y los judíos.

“Es terrible, la tomaron con el mundo libre. Por suerte esta mañana hay muchos policías”, dice Jörgen Johanssen, de 84 años, mientras avanza lentamente por las calles de la capital danesa, más tranquilas que en un domingo corriente.

Muchas personas se abrazan, con lágrimas en los ojos, ante la sinagoga, un imponente edificio amarillo protegido por rejas, en el centro de la ciudad. No quieren hablar con los numerosos periodistas y dejan flores, velas o firman un libro de visitas.

“Nos sentimos menos seguros, sobre todo la comunidad judía. Vine por solidaridad. Todo el mundo la emprende contra los judíos y aquí se les atacó mientras celebraban un Bar Mitzvah [confirmación judía]“, lamenta Liebecke, de 65 años, que acudió al lugar.

“No es muy tranquilizador, pero la policía hizo un buen trabajo”, asegura Tobias Hansi, vendedor de 19 años, con prisas por volver al trabajo.

Kristian y Camilla, de 44 años, explican que no quisieron renunciar a un paseo dominical con sus hijos. “Vivimos aquí, en el centro, y no teníamos intención de cambiar nuestro programa. Pero con lo que pasó, está claro que ahora somos conscientes de que nos puede afectar a todos”.

El ambiente es de recogimiento. De repente, una joven sale del edificio frente a la sinagoga, llorando, y deposita unas flores.

Claus Bjorn Larsen | AFP

Claus Bjorn Larsen | AFP

Banderas danesas quemadas

“Vine para mostrar mi solidaridad y mi apoyo. Uno no se espera a este tipo de acontecimientos, pero se sabe que pueden pasar”, dice Jens, un psicólogo de 27 años.

“En cierto sentido, estábamos preparados para esto. Lo habíamos hablado hace poco, comentando que, con la proximidad de la sinagoga, podía pasar allí, en la calle. No queríamos creerlo, claro está”, cuenta Emma, de 20 años, camarera en el café de la esquina.

La jefa del gobierno, Helle Thorning-Schmidt, también acudió al lugar de los hechos para recogerse junto a representantes de la comunidad judía a los que dio el pésame.

Dejó un ramo de flores y recordó que la seguridad se había reforzado tras los atentados de principios de año en París.

La amenaza de atentados llevaba tiempo planeando sobre Dinamarca, pero los dos ataques del sábado son los más mortíferos en la historia de este país de 5,6 millones de habitantes.

A principios de 2006, el reino vio cómo musulmanes airados quemaban su bandera, desde Palestina hasta Afganistán, tras la publicación de 12 caricaturas del profeta Mahoma en el diario Jyllands-Posten, en septiembre de 2005.

Dinamarca, miembro de la OTAN que participó en la invasión de Irak en 2003, se sabía amenazada. Temía incluso un ataque desde el interior por jóvenes musulmanes radicalizados, al margen de una sociedad laica que defiende una visión muy tolerante con la libertad de expresión.

Nørrebro, el barrio de Copenhague donde la policía abatió al presunto autor de los dos ataques, es un símbolo de los fracasos de la integración de los jóvenes de la inmigración, con un paro más alto que en el resto del país, un hábitat colectivo poco atractivo para las clases medias y un enfrentamiento histórico entre jóvenes y fuerzas de seguridad.

En diciembre, los servicios de seguridad consideraban que al menos 110 yihadistas en Siria e Irak venían de Dinamarca. Entre ellos, 16 habrían muerto, según la misma fuente.