No basta marear la perdiz con las luces de Londres y los bonitos Juegos Olímpicos. La aguda crisis económica europea sigue arrinconando a pobres y clase media. Pero ojo, la tal crisis capitalista es un escenario regalado para golpear al estado del bienestar social.

Aprovechándose del desconcierto, el poder logra liquidar muchísimas conquistas sociales conseguidas a lo largo de los últimos años y con enormes sacrificios. Salvar a los bancos, proteger a la delincuencia de cuello y corbata, esa es la urgencia del poder; sin embargo, hasta en ese cometido reina su pésima gestión.

En la Europa llameante de agosto, mientras arden enormes extensiones de bosques, en España saltan chispas. El orgulloso barco del Estado va a la deriva. Con la catástrofe económica tan mal gestionada por esa Derecha liderada por Mariano Rajoy y su Partido Popular, se le ha propinado un navajazo hasta a la mismísima cultura: aumento de impuestos, liquidación de ayudas y un 21% de IVA en teatros, cines, música grabada, etc.

Una aclaración necesaria: el Partido Popular en el poder en la Península Ibérica jamás ha sido popular, todo lo contrario. El término popular utilizado en este caso es directamente un engaño y cuanto más un abuso en el lenguaje.

Hay algo que ahora huele peor en esa Península. La intención de modificar la ley con el fin de impedir que las mujeres interrumpan su embarazo en caso de malformaciones en el feto. El pandero de la conflictiva iniciativa lo lleva un señorito pinturero de misa, confesión y comunión puntual. Es el ministro de justicia, Alberto Ruiz Gallardón.

La llamada Ley de Plazos, la que permite el aborto libre hasta la 14 semana de gestación, está en peligro. Esta Ley, con todos sus bemoles, es mayoritaria en el resto de los países europeos. Pero acá en Madrid las cosas se han torcido lo cual era una cuestión previsible. Con la Derecha hay que andar vivo el ojo. En este caso el sistema intenta imponer su programa de añeja moral llegando a límites peligrosos. Es como si se tratase de privatizar el aborto, liquidar a las mujeres que no tienen de donde sacar un peso. O volver a los tiempos del horrible Franco cuando las pobres féminas, atenazadas por esa dictadura y perseguidas por la Iglesia, debían ir (con enormes costos y en clandestinidad) a solucionar el acuciante embarazo no deseado a otros países.

Demonizar el aborto libre, impedir el absoluto derecho de las mujeres a decidir en sus asuntos esenciales (su cuerpo), darle duro a la política de igualdad macho y hembra, he ahí el resultado, el meollo, la enorme presión de ese Partido Popular tras del cual se agazapa la Santa Madre Iglesia Católica. Una presión equiparable con el Islam, territorio donde las mujeres son nada y donde su destino es la esclavitud doméstica, su utilización meramente sexual y la maternidad.

Y trasladándonos hacia Alemania, hete aquí otro desaguisado. En medio de las trifulcas de cada uno de los países de la Unión jugándose el destino del Viejo Mundo, surge una polémica nacional, grave y pueril. El tema es otro navajazo, en este caso al prepucio. En el fondo está la infatigable intolerancia religiosa, actitud permanente, latente y odiosa en esa zona.Y los que pagan el pato ¿quién si no? ¡los germanos!

Ocurre lo de siempre: si no están de acuerdo como piensan y actúan los extremistas religiosos que viven allí, sean judíos o musulmanes, los alemanes en general son acusados como racistas, intolerantes y criminalizados por ofender a otras etnias.

La historia comenzó hace poco en la ciudad de Colonia cuando un tribunal conoció el caso de un chico musulmán que sufrió hemorragias luego que se le practicara la circuncisión. Esa instancia legal afirmó que se trataba de un caso con daños corporales que poco o nada tenía que ver con las libertades religiosas del país. Ardió Troya.

Entre invocaciones a la tradición, en medio del actual mes del Ramadán y los consabidos recuerdos al terrible Holocausto, los médicos alemanes -por el momento- desaconsejaron a sus colegas que practicaran cirugías mientras en el Parlamento se apura y se da forma a la idea de legislar, protegiendo a los profesionales de la salud y al mismo tiempo abriendo los brazos al derecho a la tal circuncisión.

Demasiada alharaca y fáciles acusaciones de intolerancia religiosa. En la Alemania de hoy viven, sin mayores problemas, unos 120 mil judíos, aunque la cifra real es mayor porque tras cada alemán y en el largo y complicado trasvasije de la historia suelen encontrarse más raíces semitas. En cuanto a la cifra de musulmanes, que habitan alegre y libremente en el país, ronda en unos cuatro millones.

Según los judíos religiosos e invocando la Tora, el llamado libro sagrado, la cirugía al pene deberá ser hecha al recién nacido en el octavo día de vida. Los musulmanes se dan más tiempo y esperan hasta los cinco o seis años.

Investigadores de todos los países explican que las ventajas o desventajas de tal práctica no quedan claras. En Norteamérica tales operaciones, que se realizaban mayormente por razones de higiene, están disminuyendo.

En la Europa ahogada o atascada en la cuestión monetaria y sin salir del pantano suenan inútiles los debates que comercian con el resentimiento entre pueblos. Y sigue, entretanto, trizándose la idea de una verdadera Europa común, avanzando, en medio de mundos bárbaros, entre guerras tribales o cercanas como las horribles masacres de Siria. Allí hay represión con armas químicas. El oftalmólogo dictador, sátrapa y sanguinario El Asad, sigue en la escena internacional pasando colado.

El poder sirio mantiene lazos con el Irán religioso e intolerante. La Rusia de Putin, porfía apoyando a El Asad y temblando ante la posibilidad de que una liquidación total del dictador y su tribu alahuí, aticen de islamismo extremista todo el Cáucaso.

Navajazos van, navajazos vienen mientras los bosques siguen ardiendo; los pobladores huyen, los refugiados crecen y las mujeres afrontan otra furia machista.

Oscar “El Monstruo” Vega:

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos. Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortín Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce. Actualmente reside en Portugal.