El movimiento estudiantil está vivo, y lo ha demostrado este jueves con una movilización masiva en la capital, que se ha replicado a su medida en el resto de las regiones.

El movimiento está vivo en lo positivo, y también en lo negativo. Partamos por lo positivo. A pesar del inevitable desgaste de un año como el 2011, el movimiento ha podido mantener una visibilidad, y sobre todo un respaldo mayoritario en amplios sectores de la ciudadanía. Un apoyo a sus demandas.

Si la educación ha sido promocionada como un instrumento para sentar las bases de un cierto éxito o inserción social, la exigencia de igualdad de acceso y de calidad a esa educación es algo que nos remite a la posibilidad de que todos puedan constituirse sobre una base similar. O sea, sujetos insertos en una sociedad, preocupados por ella y su avance a través de procedimientos democráticos.

La escuela pública es por definición el lugar donde se constituye la ciudadanía, donde todos sin distinción de raza, religión o nivel socioeconómico debiéramos desarrollar nuestros talentos, desde una plataforma similar.

Por el contrario, si la educación se deja en manos del mercado sin filtro alguno, lo que creamos no son ciudadanos, sino que consumidores. Y un consumidor pone por encima de todos los valores el valor económico.

El comentario es de Nibaldo Mosciatti:

http://www.youtube.com/watch?v=zcusWH8aJP4