Una saltadora de vallas que vive en Estados Unidos, una especialista de triple salto que nació en Cuba o una caribeña de una isla sin Comité Olímpico nacional: la participación de algunos en el equipo anfitrión en Londres-2012 ha generado una fuerte polémica.

Un sector de la prensa británica ha creado el término ‘plastic brits’ (británicos de plástico o artificiales) para denominar a este tipo de deportistas, en su mayoría de fuera del país, pero nacionalizados posteriormente, en algunos casos hace pocos meses.

El caso que más ríos de tinta ha hecho correr es el de Tiffany Porter, una especialista en salto de vallas con una madre inglesa pero que nació y vive en Michigan (Estados Unidos). Optó por el equipo británico menos de dos años antes de los Juegos.

¿Decisión sentimental o estrategia deportiva? Algunos analistas no lo han dudado y han denunciado que decidió optar por el equipo británico porque en Estados Unidos lo tenía más difícil para ser seleccionada.

“Cuando era una niña, mi sueño era correr para Gran Bretaña. El sueño de Porter debía de ser correr para Estados Unidos, pero no era lo suficientemente buena, así que vino aquí a ocupar el lugar de otra persona”, lamentó Angie Thorp, plusmarquista nacional de 100 metros vallas durante quince años, hasta la llegada de Porter.

De las nueve medallas conseguidas en la ciudad turca, al menos cinco se dieron con esos ‘británicos de plástico’: Porter (60 metros vallas), Shara Proctor (salto de longitud), Shana Cox (400 metros), Michael Bingham (relevo 4×400 metros) y Yamilé Aldama (triple salto).

La polémica se ha visto avivada con algunos ‘errores’ de Porter, como su mensaje en Twitter el pasado 4 de julio, donde lamentaba no estar en Estados Unidos el día de la fiesta nacional, o su negativa a recitar las primeras líneas del himno “God Save the Queen” en una rueda de prensa.

‘Plastic Brits’ o no, Porter, Cox o Bingham cuentan con pasaporte británico desde su nacimiento por uno de sus padres. En el caso de Proctor, se trata de una ciudadana de Anguila, una posesión británica en el Caribe que no forma parte del COI.

Junto a ellos se ha dado el caso de numerosos deportistas con doble nacionalidad, británica y danesa, alemana o francesa, fichados incluso con anuncios en la prensa para conformar un equipo en deportes con poca popularidad en Gran Bretaña, como el balonmano.

En básquetbol, Luol Deng, refugiado en Londres siendo niño huyendo de la guerra de su Sudán natal, se formó en Estados Unidos desde los 14 años y su nacionalización británica se dio en 2006, siete años después de haberse instalado al otro lado del Atlántico.

En algunos casos el oportunismo parece más claro, pero en otros es el amor el que lleva a defender a uno u otro país, como ocurrió con la cubana Yamilé Aldama, campeona mundial de triple salto en sala, que ya ha representado a tres países al más alto nivel (Cuba, Sudán, Gran Bretaña).

Llegó al país de Shakespeare tras casarse con un escocés, al que conoció en su isla natal, y luego se vio sola con dos niños, cuando su esposo fue condenado a prisión por tráfico de drogas.

En 2004 no pudo obtener la nacionalidad británica y consiguió el apoyo de Sudán para competir bajo su bandera en los Juegos Olímpicos de Atenas, tras el rechazo cubano al abandonar el país. Tras un largo proceso de nacionalización, consiguió en 2010 su pasaporte británico.

También es ‘plastic brit’ por amor la luchadora Yana Stadnik, procedente de Ucrania para servir de ‘sparring’ a los especialistas locales, se casó con uno de ellos y espera, si su nacionalización es aceptada, formar parte del equipo británico de este deporte, que cuenta con otros tres ucranianos y un búlgaro.

El caso de Gran Bretaña no es un fenómeno particular, ya que en el deporte hay casos numerosos, como el de la jamaicana Merlene Ottey que luego se convirtió en eslovena o el de corredores africanos que defienden a países del Golfo Pérsico.