Dinamarca, uno de los contados países de Europa dirigido ahora por un Gobierno de centro izquierda, asume el domingo la presidencia de la Unión Europea muy decidida a imponer una concertación entre 27 para intentar resolver la crisis de la Eurozona, que no integra.

Esta monarquía de 5,6 millones de habitantes estará en principio en primera línea ante la crisis del euro aunque corre peligro de verse marginada como los otros nueve países miembros de la UE, entre ellos Gran Bretaña, que no han adoptado la moneda única.

“Comprendo perfectamente que los 17 países miembros de la zona euro necesiten tomar ciertas decisiones entre ellos”, afirmó la primera ministra danesa, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt.

Pero al dúo franco-alemán le interesa “guardar juntos a los 27″ y consultar a todos los países miembros “cuando esas decisiones les conciernan” porque, “en estos tiempos de crisis, debemos creer en nuestras instituciones”, insistió.

Después del rechazo del tratado de Maastricht en referéndum en 1992, Copenhague firmó en 1993 un tratado aligerado que contempla cuatro reservas que excluyen su participación en ámbitos clave como la Defensa o la moneda única.

Estas reservas “serán plenamente preservadas por supuesto”, aseguró el ministro de Asuntos Europeos, Nicolai Wammen. Pero, insistió, “nosotros vamos a presidir también las reuniones sobre esos problemas”.

Thorning-Schmidt asegura además que Copenhague se esforzará por “ser un puente entre los 17 y los 27″ con el fin de impedir que se agrave la brecha entre la Eurozona y los países satélites.

Esta labor se presenta más ardua si cabe ya que la autoridad de la presidencia de turno declina desde que el Tratado de Lisboa creó la figura de un presidente permanente del Consejo Europeo y Gran Bretaña se levantó de la mesa negociaciones el 9 de diciembre, acentuando así la amenaza de una desintegración de Europa.

Para Wammen, que querría que Gran Bretaña siga siendo “un miembro muy activo de la familia europea”, se tendrán que “encontrar soluciones concretas para problemas concretos”.

Dinamarca deberá arbitrar también los desacuerdos, tradicionalmente numerosos, en las negociaciones venideras sobre el presupuesto plurianual de la UE para 2014-2020.

Esas negociaciones no arredran a Thorning-Schmidt, que afirmó que la concertación es “una especialidad danesa” y recordó que su Gobierno es una coalición de tres partidos políticos (socialdemócratas, socialistas y social-liberales).

La presidencia danesa se distinguirá también por la voluntad de generar empleo y crecimiento invirtiendo en energías renovables.

“Una parte de la respuesta (a la crisis) consiste en garantizar la inversión en la eficacia energética y el crecimiento verde. Cada euro gastado en la eficacia energética traerá empleo europeo. Cada euro gastado en la importación de petróleo saldrá de Europa”, según el ministro del Clima, Energía y Construcción, Martin Lidegaard.

Copenhague intentará asimismo abrir nuevas oportunidades comerciales para las empresas europeas negociando acuerdos con Japón, Canadá, India y Túnez.

Por lo demás, el programa danés prosigue esencialmente el de su predecesor polaco, como la mejor integración del mercado único, que debe pasar por el desarrollo de infraestructuras europeas de transporte y la creación de un mercado único digital.

También será una prioridad continuar los esfuerzos para mejorar el control de las fronteras de la UE y controlar la inmigración.

Dinamarca aplica una de las políticas de inmigración más restrictivas de Europa, instaurada por los precedentes gobiernos de derecha con la presión del Partido del Pueblo Danés, una formación populista. Thorning-Schmidt solo ha revisado en parte desde su elección en septiembre pasado.