Una serie de estadísticas anunciadas este miércoles por el gobierno japonés demuestra que la tercera economía mundial atraviesa por una fase de mala salud y que el descenso del consumo, a causa de la coyuntura mundial, fragiliza sus empresas.
El consumo de los hogares en Japón retrocedió en noviembre un 3,2% sobre un año, más de lo previsto por los expertos.
Las ventas al detalle cayeron un 2,3% en noviembre con respecto a hace un año.
El consumo en Japón se vio bruscamente frenado por el terremoto y posterior tsunami que devastó el nordeste del país el 11 de marzo y desde entonces no se ha logrado recuperar.
Una reactivación del consumo, uno de los motores básicos de la economía, es una condición importante para la reactivación económica del país, afectada por el frenado del crecimiento mundial y por la apreciación del yen, que penaliza sus exportaciones.
La economía japonesa registró entre julio y septiembre su primer trimestre de crecimiento en el año, aunque se teme una recaída.
En este contexto, el índice de precios al consumo (sin tener en cuenta los productos perecederos) bajó un 0,2% en noviembre con respecto a un año antes, lo que muestra que Japón sigue en una situación deflacionista que frena la actividad interior.
Esta caída de los precios, que el país vive desde hace dos años y medio, frena las inversiones de las empresas, que no pueden mantener sus márgenes, y desincentiva el consumo, ya que los consumidores esperan a la hora de comprar para ver si los precios caen aún más.
Para frenar la bajada de las tarifas, el Banco Central de Japón (BoJ) mantiene su tasa directriz entre el 0,0% y el 0,1% para facilitar la circulación de dinero.
Más datos que muestran las dificultades económicas por las que atraviesa Japón: la producción industrial retrocedió un 2,6% en un mes y el desempleo en noviembre se estancó en el 4,5%, el mismo nivel que en octubre, si bien la situación en el mercado de trabajo mejoró algo, con 69 ofertas de empleo por cada 100 demandas.