Desde el año pasado el valor del pan en Chile ha aumentado exponencialmente, superando en algunos comercios los $2.000 pesos, dependiendo de su variedad. Esto, vinculado a que el país es uno de los mayores consumidores de este producto en Latinoamérica, ha hecho que cada pieza de pan sea imposible de desperdiciar.
Por ello, conservarlo durante más tiempo se ha convertido en un desafío, por lo que muchas técnicas han salido a relucir, sin embargo, de acuerdo a expertos de cocina y nutrición, el refrigerador no sería una de las mejores opciones, por el contrario.
De hecho, un error común es guardar el pan en el refrigerador, lo que, lejos de mantenerlo fresco, acelera su deterioro.
Por qué no debes guardar el pan en el refrigerador
Según el experto en cocina Daniel Gritzer, del blog gastronómico Serious Eats, guardar el pan en el refrigerador es una de las peores decisiones que se pueden tomar para su conservación. Aunque pueda parecer una opción lógica para prolongar su frescura, la realidad es que el frío acelera el proceso de envejecimiento del pan.
Este fenómeno se debe a la retrogradación del almidón -presente en la harina-, un proceso por el cual las moléculas del almidón, tras haber sido gelatinizadas en la cocción, comienzan a recristalizarse cuando el pan se enfría. En un ambiente frío, pero por encima del punto de congelación, como el del refrigerador, esta recristalización ocurre mucho más rápido, haciendo que el pan se endurezca y se vuelva rancio en menos tiempo.
No contento con la teoría, Gritzer llevó a cabo una serie de experimentos para comprobar cómo diferentes métodos de almacenamiento afectan la frescura del pan. Sus pruebas demostraron que, independientemente del envoltorio utilizado (plástico, papel o aluminio), el pan guardado en el frigorífico se endurecía y perdía textura mucho más rápido que aquel conservado a temperatura ambiente.
El lugar más adecuado
Para evitar que el pan se endurezca prematuramente, la mejor opción es guardarlo a temperatura ambiente, siempre envuelto en plástico o papel de aluminio para minimizar la pérdida de humedad. Sin embargo, este método solo mantiene su frescura por un período breve, de uno a dos días.
Si se necesita conservarlo por más tiempo, la alternativa más eficaz es el congelador. Gritzer señala que la congelación ralentiza drásticamente la recristalización del almidón, permitiendo que el pan mantenga su textura y sabor original.
Para ello, recomienda envolver bien el pan en plástico y/o papel de aluminio antes de congelarlo para evitar la pérdida de humedad. Congelarlo entero o en rebanadas según las necesidades de consumo. Recalentarlo en el horno para devolverle su frescura y mejorar su textura antes de consumirlo.
En sus pruebas, Gritzer encontró que el pan congelado y luego recalentado era casi indistinguible del pan recién horneado, lo que lo convierte en la mejor opción para prolongar su vida útil sin comprometer su calidad.
Los beneficios del pan congelado
Además de conservar mejor su textura y sabor, congelar el pan antes de consumirlo también puede aportar beneficios a la salud intestinal. Según la nutricionista y divulgadora Beatriz González, el proceso de retrogradación que mencionaba antes Gritzer, durante la congelación, transforma parte del almidón en uno resistente, un tipo de fibra que el intestino no puede absorber por completo.
Cuando este almidón resistente llega al colon, sirve de alimento para las bacterias intestinales, favoreciendo la producción de butirato, un ácido graso de cadena corta con propiedades antiinflamatorias y beneficiosas para la salud digestiva. De esta forma, congelar el pan no solo ayuda a conservarlo por más tiempo, sino que también puede mejorar la microbiota intestinal y el bienestar digestivo.
La excepción a la regla
El pan de molde es una excepción, ya que suele contener conservantes que prolongan su frescura. En su caso, lo mejor es mantenerlo a temperatura ambiente en su envase original y bien cerrado para evitar que se seque.
Si no se va a consumir en pocos días, también se puede congelar en rebanadas, de modo que se puedan descongelar por separado según se necesiten. Este método no solo ayuda a conservar su textura, sino que también evita el desperdicio de alimentos.