El humo puede causar desde incomodidades como tos seca y dificultades para respirar hasta incluso tener efectos a largo plazo.

Durante los últimos días, los incendios ocurridos en la Región de Ñuble han encendido las alertas producto de los múltiples focos activos en el sector. El fuego mismo acabó provocando también una lluvia de cenizas y humo en sectores aledaños, situación que puede ser peligroso para la salud de las personas.

Y es que el polvo de ceniza puede causar una tos seca, dificultades al respirar, ojos llorosos y enrojecidos, picazón en la nariz y frecuentes estornudos, entre otras complicaciones.

Entre más pequeñas, más peligrosas

Cuanto más pequeñas son las partículas liberadas, más dañinas son las cenizas. Las partículas más grandes pueden causar tos cuando se inhalan, de todas formas, estas no causan mayores efectos debido a que son atrapadas antes por la membrana mucosa.

Por otro lado, hay partículas de ceniza que pueden penetrar en los bronquios. Desde allí, son transportadas nuevamente hacia arriba, a través de los pequeños pelillos del llamado epitelio ciliado, y se expulsan con la tos.

No obstante, las más pequeñas, por debajo de los 4 micrómetros, podrían penetrar profundamente en los alvéolos y causar daños duraderos a los pulmones.

Las personas con problemas pulmonares o asmáticas deben tener especial cuidado. Sin embargo, no se esperan daños graves en adultos sanos. Eso sí, se recomienda evitar pasar mucho tiempo al aire libre y, en esos casos, usar mascarilla.

El factor peligroso: humo y calor

El humo acre (de colores más oscuros) es particularmente irritante para el tracto respiratorio superior e inferior. “Las membranas mucosas pueden irritarse de manera aguda porque el humo contiene altas concentraciones de polvo fino y gases tóxicos”, explica el neumólogo Leif Sander, del hospital univeristario Charité, en Berlín.

Los pacientes pueden sufrir de tos y eventual falta de aliento, secreción nasal y ojos llorosos. Dependiendo de qué tan intenso sea el fuego y qué tan cerca estén las personas de él, también puede tener lugar una intoxicación por humo.

Particularmente peligrosas considera el médico berlinés las partículas con un tamaño de menos de 2,5 micrómetros, pues podrían ingresar a los alvéolos y, posiblemente, también a la sangre, desde donde pueden causar daños a largo plazo.

Se sabe, por las regiones del mundo donde todavía se cocina mucho a fuego abierto, que las personas allí desarrollan enfermedades similares a las personas que están expuestas a cargas de tráfico muy altas o que fuman cigarrillos.

Riesgo para mujeres embarazadas, niños pequeños y asmáticos

En adultos sanos, se supone que los pulmones pueden regenerarse con el tiempo tras una exposición aguda al humo, aclara Sander. Pero “recomendaría que las mujeres embarazadas y las personas con niños pequeños se alejen del área si es posible”, acota.

Los adultos, especialmente aquellos con enfermedades pulmonares crónicas, deben usar respiradores especiales que los protejan contra el polvo fino.

En tales situaciones, los asmáticos pueden sufrir ataques con falta de aire. También corren riesgo los pacientes con EPOC o enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (como bronquitis, efisemas o fibrosis pulmonar), así como pacientes con enfermedades cardiovasculares crónicas.

Además del humo, el calor extremo también afecta a las personas. El humo sumado al calor constituye “un inmenso peligro para la salud”, advierte Sander: “Las temperaturas extremas son una carga adicional, especialmente para pacientes con enfermedades crónicas”.