El recién nombrado ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, ha desarrollado una trayectoria profesional en el corazón de la enseñanza: dentro de las aulas y en la organización docente. Ese conocimiento será fundamental para abordar el principal desafío que hoy enfrenta nuestro sistema educacional: la inequidad y segregación que existe en Chile según sea el establecimiento educacional al cual se tiene acceso para una educación inicial, escolar y superior de calidad.

Durante las últimas semanas hemos sido testigos, como todos los años, de la forma brutal en que el origen socioeconómico y el tipo de colegio al que asisten los jóvenes, determina sus posibilidades de acceso a la educación superior. Corregir los instrumentos de selección para la universidad es importante, pero es apenas un detalle si no asumimos que la brecha se inicia en los hogares y se amplía en la educación escolar.

Por eso tenemos la esperanza que un profesor de aula pueda orientar políticas públicas apuntando a disminuir la inequidad con foco en los niños, niñas y adolescentes y hablar menos de la educación terciaria.

Para abordar estos desafíos será crucial la capacidad del nuevo ministro de abrir espacios para un diálogo con todos los actores del sistema. El atrincheramiento de posiciones en organizaciones estudiantiles o docentes, así como entre universidades estatales, tradicionales y privadas solo obstaculizan la solución.

La educación debe ser para todos y construida entre todos. La tarea del ministro Ávila es dura y su mandato desafiante. Sólo el diálogo amplio, de buena fe y con base en la evidencia puede ayudarlo en su empeño y somos muchos los que estaremos disponibles a apoyarlo en ese esfuerzo.

Rafael Rosell Aiquel, Rector Universidad del Alba.

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