Mar, acantilados, animales y bosque. Ese es el paisaje que todos los turistas se llevan cuando visitan la Península de Hualpén, un Santuario de la Naturaleza que alberga decenas de especies nativas, ubicado en la zona centro-sur de Chile. Especialistas advierten que el lugar podría resultar con daños irreparables si se aprueba un proyecto inmobiliario en medio de él.

Quienes van, aseguran que entrar en la Península de Hualpén es introducirse en un ambiente de otro planeta. Literalmente. Las hojas de los árboles pueden llegar a cubrir el sol mientras caminas. Al tiempo que a lo lejos se puede sentir la brisa marina y el oleaje. Dos paisajes en uno: bosque nativo y océano.

¿En otro planeta? Sí. En nuestra zona van quedando pocos lugares en los que la flora nativa tenga permitido crecer donde quiera, sin la amenaza de algún humano –la Reserva Nacional Nonguén, tal vez-. Por eso fue que en 1976 el Estado chileno decidió declarar a la península Santuario de la Naturaleza. Buscaban protegerla.

Por definición, según consigna el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), un Santuario de la Naturaleza es un lugar terrestre o marino que “ofrece condiciones y posibilidades especiales –o únicas- para estudios e investigaciones geológicas, paleontológicas, zoológicas, botánicas o ecológicas, cuya conservación sea de interés para la ciencia o para el Estado”.

Ubicada en la costa de la región del Bío Bío, son cerca de 2.660 hectáreas de propiedad privada protegidas por el CMN que, teniendo un clima de transición entre templado mediterráneo cálido y templado húmedo, acogen a variadas especies. Algunas están en riesgo de desaparecer.

Las especies

El monito del monte, que está casi amenazado. Distintas especies de la ballena. El chungungo, que está en peligro de extinción. El pingüino de Humboldt, que está en calificación de vulnerable. Esas son algunas de las especies de fauna que se pueden encontrar en el lugar.

Un informe del Ministerio del Medio Ambiente evidenció que en el lugar, además, habitan aves como el pelícano, yunco, piquero, golondrina de mar, huala, halcón peregrino y fardela gris. Esta última, casi amenazada. Por lo demás, el hecho de que la zona sea hábitat natural para árboles introducidos y nativos lo convierte en un espacio perfecto para la nidificación.

Junto al bosque, hay varias playas que son visitadas por aventureros que deben caminar por varios minutos o arriesgarse a conducir en caminos de ripio que, en varias oportunidades, bordean peligrosos riscos. Ramuntcho, Chome, Perone y Los Burros son algunas de las caletas.

Los expertos aseguran que, si la Península de Hualpén tuviera sentimientos, en estos momentos estaría tiritando de miedo.

Loteo Mirador del Alto

En julio pasado, la empresa Agrícola Agrinama S.A. presentó el proyecto Loteo Mirador del Alto, que pretende convertir parte del Santuario de la Naturaleza en una zona residencial. En específico, el lugar donde se ubica el Fundo Ramuntcho. De acuerdo a los documentos entregados por el representante legal de la compañía, Vicente Navarrete, serían cerca de cinco mil las personas que llegarían a habitar el lugar.

El Estudio de Impacto Ambiental presentado por la compañía está siendo analizado por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), institución gubernamental encargada de aprobar o rechazar los proyectos de gran escala que podrían causar repercusión medioambiental.

Son cerca de 57 millones de dólares (unos 38 mil millones de pesos chilenos) de inversión con el objetivo, asegura la empresa, de “otorgar una oferta urbana para la provincia de Concepción en un entorno armónico, sustentable y de preservación de la naturaleza”.

El diseño original contempla intervenir, en 11 etapas, más de 167 hectáreas del fundo Ramuntcho para convertirlas en lotes habitacionales, áreas verdes y calles para tránsito de automóviles.

Así, prometen “dar acceso al público, que hoy es muy escaso, para poder apreciar la belleza natural del sector a través de la creación de espacios al aire libre y, al mismo tiempo, favorecer en el área la generación de un sentido de pertenencia con la ocupación futura de la misma, lo que traerá como resultado un mayor cuidado del medio natural”.

El proyecto estaría cumpliendo con la normativa respecto del uso de suelos, según informa la Municipalidad de Hualpén en el Informe Consolidado de Solicitud de Aclaraciones. No obstante, ha sido objeto de variados cuestionamientos por parte de los entes que conforman el comité evaluador. Las principales dudas están relacionadas con cómo se intentará resguardar la naturaleza que existe en el lugar.

En concreto, piden a la empresa que, a través de una adenda, rectifique varios errores de forma en la presentación del proyecto. Además, solicitan que aclare aspectos como el trato que se le dará a las aguas lluvias y a las aguas servidas, el daño que podría generar el ruido de la construcción en la fauna y cómo se controlará el polvo emanado del proceso de edificación.

Las consecuencias

“Instalar proyectos inmobiliarios en este sector es básicamente una aberración (…) en este caso es serio, porque es en un Santuario de la Naturaleza. Quedan pocos lugares como este”. Ese es el análisis del doctor en Biología de la Universidad del Sur de California, Guillermo Herrera.

El experto afirma que este tipo de proyectos podría construirse en otros lugares, pues su proyección habla de que, si este lugar es intervenido, se perdería gran parte de la riqueza natural en la región del Bío Bío. “Si fueron lo suficientemente responsables como para proteger el ambiente, hay que mantenerlo. No basta con traer la billetera y ofrecer dinero. Hay cosas que simplemente no se pueden hacer”, dice.

El especialista argumenta que el primer problema sería la fragmentación del hábitat, un fenómeno que produce que lo que era una gran zona de flora y fauna autóctona se limite a una más pequeña, quitándole espacio al desarrollo natural del ecosistema.

“Cuando intervienen estos ambientes, se corretea a los animales, porque hay algunos que son muy esquivos. Es una manera de desplazarlos”, explica Herrera.

Juan Cancino, doctor en Zoología Marina de la Universidad de Gales, detalla que “aparte de traer mayor población humana, viene con las mascotas –perros y gatos-, que son de lo más dañino que tenemos, porque si se escapan pueden arruinar la flora y fauna”. Además, emplaza a quienes promueven el proyecto a “comprometerse ante el Estado a construir muros que no permitan el paso de animales que no son propios de la zona”.

Añade que la Península de Hualpén es la última pieza viva del casi extinto bosque costero que la región del Bío Bío, en tiempos antiguos, compartía con su vecina región del Maule. “Todo ha sido invadido (…) hay que hacer un esfuerzo especial para que continúe con vida esta configuración de especies costeras”, puntualiza.

Los lazos

La familia Navarrete es conocida por proyectos inmobiliarios polémicos. En 2011 fueron parte de uno en el bosque Panul, en La Florida, sin mayor éxito. Fue la Red por la Defensa de la Precordillera en La Florida la que denunció que se estaba intentando lapidar el último bosque nativo de la zona.

Eso ocurrió a través de la empresa Gesterra. No obstante, la familia está presente en otras compañías más conocidas. Una de ellas es Oxiquim, una de las que junto a Enap, GNL Quintero AES Gener y Codelco, están en la mira por la crisis ambiental que se vive en Puchuncaví y Quintero.

La empresa, al menos hasta octubre de 2017, seguía siendo controlada por los hermanos Navarrete, según confirma un documento de la Superintendencia de Valores y Seguros. No obstante, la mesa ahora es presidida por el abogado Fernando Barros, conocido por haber asesorado al presidente de la República, Sebastián Piñera, en su fideicomiso ciego.

Los cuestionamientos a este posible vínculo entre la familia y el gobierno crecieron aún más cuando se supo que Barros, además, fue socio en el estudio jurídico Barros y Errázuriz de Gonzalo Molina, esposo de la ministra de Medio Ambiente Carolina Schmidt.

La secretaria de Estado superó la controversia tras asegurar a los medios nacionales que tiene “toda la independencia para trabajar por la gente y la voluntad para enfrentar todos los desafíos de mi cargo”.

La defensa

“En primer término, el proyecto se desarrollaría en 16 años, con el propósito de generar un crecimiento muy gradual de establecimiento de personas y automóviles, en una área donde no existe bosque nativo alguno”, dice Gustavo Muñoz, gerente del proyecto, en conversación con el Diario Concepción.

Añade que “esta gradualidad, permite ir avanzando en una adecuada implementación de las áreas del parque público de 38 hectáreas, que será más grande que el parque Ecuador que tiene nueve”.

El gerente, además, se justificó señalando que “hoy ya existe una fuerte presión antrópica hacia el santuario. Al parque Pedro del Río ingresan 700 autos diarios en verano, a Lenga ingresan todos los fines de semana una cantidad similar o mayor de autos y a playa Ramuntcho también”.

De esta forma, cree que el proyecto podría ayudar a distribuir a los visitantes respecto del uso de los terrenos, a través de nuevos espacios y accesos.

Los pasos siguientes

La empresa Agrícola Agrinama S.A. tiene hasta enero de 2019 para aclarar las solicitudes del SEA. Podría, si fuese necesario, pedir una extensión de plazo a la institución.

Mientras, en redes sociales los internautas han iniciado campañas con fotografías y videos. Así pretenden frenar el proyecto que, aseguran, podría perjudicar para siempre el ecosistema.

El reglamento sobre la evaluación medioambiental contempla que las instituciones se pronuncien sobre las aclaraciones que entregará la compañía y, si es necesario rectificar aún más aspectos del proyecto, podría presentar una adenda complementaria.

Si es necesario, una adenda extraordinaria podría aclarar más aristas del plan de loteo. Recién en ese momento el SEA podría emitir el Informe Consolidado de Evaluación en el que sugiere al comité, compuesto por el Intendente y Secretarios Regionales Ministeriales relacionados con medio ambiente, si aprobar o rechazar. Son ellos quienes tendrán la labor de decidir sobre el futuro del Santuario de la Naturaleza de Hualpén.