Amnistía Internacional cumple 60 años, en los que ha puesto el dedo en la llaga de los abusos contra los derechos humanos en todo el mundo. Pero también ha enfrentado fuertes críticas por algunas de sus acciones.

“Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”, dijo en 1961 el abogado británico Peter Benenson, fundador de Amnistía Internacional (AI). Benenson no imaginó en ese momento que un artículo que escribió ese mismo año llegaría a dar forma al código de la organización.

El 28 de mayo de 1961, el diario británico “The Observer” publicó un artículo titulado “Los prisioneros olvidados”, escrito por Benenson, quien se había enterado por los medios sobre dos estudiantes portugueses que fueron encarcelados después de levantar sus copas para brindar por la libertad en un restaurante. En ese entonces, Portugal era gobernado por el dictador Antonio de Oliveira Salazar.

Indignado por el hecho, Benenson pedía en su artículo la liberación de los estudiantes e instó a los lectores a escribir cartas al gobierno portugués.

Pero eso no fue todo. Su artículo también enumeraba otras violaciones de los derechos humanos en todo el mundo. El abogado utilizó el término “prisioneros de conciencia” para resaltar la difícil situación de “cualquier persona a la que se le impide expresar su opinión, sostenida honestamente y sin defender ni aprobar la violencia personal”.

En contra de dictaduras latinoamericanas

Su campaña “Llamado a la Amnistía 1961” fue efectivamente la pionera de lo que se convertiría en Amnistía Internacional. El enfoque de trabajo inicial de la organización -los prisioneros olvidados- se fue ampliando gradualmente como parte de su iniciativa “del mandato a la misión”.

En la década de 1970, se centró en el tratamiento de los presos en varias dictaduras latinoamericanas, lanzando campañas contra la tortura y la pena de muerte.

Por su trabajo contra la tortura, Amnistía internacional recibió el Premio Nobel de la Paz en 1977. En la década de 1980, surgieron nuevos problemas, como las ejecuciones extrajudiciales, los asesinatos políticos y las desapariciones forzadas. Hacia el final de la década, AI centró su atención en el creciente número de refugiados en todo el mundo.

Un cambio de enfoque

En la década de 1990, Amnistía Internacional se centró en los conflictos armados, descubriendo atrocidades en Timor Oriental, Ruanda y la antigua Yugoslavia. A partir de la primera década de 2000, su enfoque giró hacia la denuncia de las injusticias económicas y sociales derivadas de los crecientes efectos de la globalización.

El impacto de su trabajo en sus primeros 30 años fue muy diferente al que ha tenido y podría tener en la actualidad, según Anja Mihr, directora de programas de derechos humanos del Centro Humboldt-Viadina, y antigua presidenta de Amnistía Internacional Alemania. Ciertamente, el mundo ha cambiado drásticamente desde aquellos tiempos, sobre todo, debido a la globalización y las nuevas tecnologías para la información.

“No siempre estoy tan segura de que la fuerza de Amnistía, de hacer una buena investigación o tener pruebas, siga siendo necesaria en la misma medida hoy en día, donde tenemos muchas otras entidades, como ONGs, investigadores y otros medios, para averiguar lo que ocurre sobre el terreno. Ya no necesitamos que una ONG nos diga lo que pasa en Birmania, China o en cualquier otro sitio”, asegura Mihr.

No todo lo que brilla es oro

Amnistía Internacional no la ha tenido fácil en estos últimos 60 años. Se dice que no persigue una ideología política ni “apoya o se opone a ningún gobierno o sistema”. Sin embargo, sus detractores afirman que eso es exactamente lo que hace. AI ha sido acusada de utilizar información de solo una de las partes, o por el hecho de no tratar las amenazas a la seguridad como un factor atenuante.

Parte del problema es que la organización sigue estancada en el pasado, opina Stephen Hopgood, profesor de relaciones internacionales en la Universidad SOAS de Londres, especializado en política humanitaria internacional y autor del libro “Keepers of the Flame: Understanding Amnesty International”.

“Amnistía es una organización de la época de la Guerra Fría, y por la forma en que se creó y el modo en que funcionó, es un milagro que haya sobrevivido durante 60 años. Y eso no representa necesariamente un fracaso por parte de Amnistía, sino más bien una especie de complejidad inevitable en un mundo que es muy distinto al de los años 60 y 70″, sostiene Hopgood.

Algunas de las críticas más fuertes se refieren a su supuesto sesgo de política exterior contra países no occidentales o países apoyados por Occidente. Sin embargo, según Hopgood, ese tipo de evaluación debe ponerse en la perspectiva del momento: “Ha sido una de las pocas organizaciones que hacía campaña sobre el principio de la libertad de expresión. Y trató de hacerlo de la manera más neutral y justa posible”.