El proyecto de acuerdo de Brexit entre Reino Unido y la Unión Europea encontró como principal escollo el tema de la frontera irlandesa.
¿En qué consiste el problema?
Con la salida de Reino Unido de la UE, los 500 km que separan la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda se convertirán en la principal frontera terrestre del país (aunque habrá otra entre Gibraltar y España).
Si Reino Unido saliera del mercado único y la unión aduanera, sinónimos de libertad de circulación y normas aduaneras comunes, habría que instaurar controles fronterizos.
Habitantes y empresas de ambos lados insisten en la necesidad de mantener una frontera tan invisible como sea posible dado que el 31% de las exportaciones norirlandesas van a Irlanda (según cifras de 2016) y unas 30.000 personas cruzan diariamente la línea divisoria.
¿Hay riesgo para la seguridad?
Se teme también que la reinstauración de una frontera con controles policiales perjudique el acuerdo de paz de 1998 que puso fin al conflicto norirlandés, en que murieron 3.500 personas, con una gran contribución de la UE para reforzar los lazos ente las dos Irlandas.
Durante aquel convulso periodo, la frontera fue un foco de atentados contra las fuerzas de seguridad y de un lucrativo contrabando que ayudó a financiar a los paramilitares.
La policía considera ahora que cualquier nueva infraestructura instalada en la frontera podría convertirse en blanco de grupos disidentes.
¿Qué solución se adoptó?
Se desconocen todavía los detalles del proyecto de acuerdo con Bruselas pero según una fuente europea en Bruselas se acordó una solución técnica denominada “backstop” o “red de seguridad”.
Consiste en mantener al conjunto del Reino Unido en una unión aduanera con la Unión Europea, y además a Irlanda del Norte regida por las regulaciones del mercado único europeo, mientras no se encuentre una solución mejor.
La UE había propuesto inicialmente un “backstop” solo para Irlanda del Norte pero Londres lo rehusó considerando que amenazaba la “integridad” de Reino Unido al imponer barreras administrativas entre la provincia norirlandesa y el resto del país.
Pero la duración de aplicación de este dispositivo puede provocar nuevos problemas. Los dirigentes europeos se negaron a ponerle una fecha de fin mientras no se encuentre una alternativa definitiva, lo que los euroescépticos británicos denuncian como un intento de obligar a todo el Reino Unido a permanecer ligado a la UE durante muchos años.
¿Cuáles son las perspectivas?
El proyecto de acuerdo necesita primero la aprobación del gobierno británico y de los dirigentes europeos. Luego debe ser formalizado en un tratado de retirada que debe ser ratificado por los parlamentos europeos y británico antes de la salida de Reino Unido de la Unión Europea el 29 de marzo de 2019.
En Londres, la ratificación no parece garantizada. Varios diputados de la mayoría conservadora de Theresa May se expresaron su rechazo al “backstop” y afirmaron preferir una salida sin acuerdo a que Londres mantenga los puentes con la UE.
También el pequeño partido unionista norirlandés DUP, de cuyos 10 diputados depende May para disponer de mayoría absoluta en el parlamento, se opone que Irlanda del Norte sea tratada de forma diferente al resto del Reino Unido, por temor a que eso alimente los anhelos de unificación de la isla de Irlanda o la independencia de Escocia.