Adulado por algunos, detestado por otros, el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy (2007-2012) es un animal político que se mantiene como una figura central de la derecha francesa, pese a sus derrotas electorales y problemas con la justicia.

Con una posición de línea dura en inmigración, islam y seguridad, Sarkozy, de 63 años, intentó reconquistar el Elíseo durante la campaña presidencial del año pasado, cinco años después de que el socialista François Hollande se lo arrebatara.

Para ello, “Sarko”, como se lo conoce en Francia, trató de enterrar su imagen de “presidente de los ricos” y amante del “bling bling” que se forjó durante su mandato, presentándose como “defensor de los venidos a menos contra las élites”. Pero la consigna “todo salvo Sarko” jugó en su contra.

Los franceses le propinaron una humillante derrota, al dejarlo fuera de la carrera en la primera vuelta de las primarias del partido conservador, Los Republicanos (LR), en la que terminó detrás de François Fillon, quien fue su primer ministro.

“Ha llegado la hora para mí de levantar más pasión privada y menos pasión pública”, declaró entonces, retirándose de la primera línea de la política, pero sin dejar de influir en esa esfera, en la que entró en 1983.

Un año y medio después de su sonado revés, Sarkozy ha multiplicado sus apariciones públicas en las últimas semanas. Una muestra evidente de que “prepara su regreso” a la política, estimó la semana pasada una fuente de LR, partido dentro del cual cada uno de sus gestos es analizado con lupa.

Problemas con la justicia

Citado en varios casos judiciales, sobre todo vinculados a la financiación de su campaña en 2007 y 2012, fue declarado inocente en cuatro de ellos e imputado en otros dos y podría terminar yendo a juicio.

Es también objeto de una investigación en curso por una presunta financiación ilícita, proveniente de fondos libios, para su campaña de 2007.

Nacido el 28 de enero de 1955, este hombre de corta estatura, moreno con ojos azules, apasionado por el fútbol y el ciclismo, es atípico en la clase política francesa.

No proviene de la gran burguesía ni ha pasado por una gran universidad, contrariamente a la mayoría de sus pares. Hijo de un inmigrante húngaro, criado por su madre y su abuelo griego, se presenta como un “francés de sangre mezclada”.

“Un ambicioso, que no duda de nada, sobre todo de sí mismo”, dijo de él un día su predecesor Jacques Chirac, su primer mentor.

Alcalde a los 28 años de un rico suburbio de París, Neuilly-sur-Seine, diputado a los 34, ministro a los 38, superó todos los obstáculos antes de ser elegido jefe de Estado a los 52 años, en su primer intento en 2007.

Durante su carrera, Sarkozy se forjó una sólida reputación de personalidad enérgica. Pero sus detractores lo acusan de ser demasiado impulsivo y de haber desacralizado la función presidencial, como cuando le gritó “casse-toi pauvre con” (lárgate idiota) a un hombre que se negó a estrecharle la mano.

Su visibilidad mediática se debió también a su relación con la exmodelo y cantante Carla Bruni, con quien contrajo nupcias en 2008.

Criticado por su afición al dinero y el alarde de su vida privada, Sarkozy fue el primer presidente francés que se divorció durante su mandato, antes de casarse con Bruni, con quien tiene una hija. Tuvo otros tres hijos con sus dos primeras mujeres.