La retirada del ejército francés de Malí tras nueve años de lucha antiyihadista evidencia los límites de una estrategia adoptada por los países occidentales en otras partes del mundo, especialmente en Afganistán: la primacía de la respuesta militar a un problema más profundo.

Muchas cosas separan la caótica salida de Estados Unidos de Kabul el pasado mes de agosto y la de Malí, anunciada este jueves por Francia y sus aliados europeos. Pero los puntos de convergencia son instructivos.

“El fracaso de Francia en Malí es muy parecido al de otros fracasos occidentales” en la lucha antiterrorista, resuma Colin Clarke, director de investigación en el Soufan Center, un centro de reflexión basado en Nueva York.

Para el experto, “Afganistán es probablemente el ejemplo más cercano, ya que la retirada tuvo lugar antes de que ninguno de los dos países alcanzara sus objetivos. En ambos casos a costa de la seguridad, lo que probablemente conduzca al crecimiento de los grupos yihadistas”.

Y en ambos casos, las iniciativas occidentales fracasaron en su intento de crear estructuras estatales locales legítimas y resistentes: ejército, administración, gobierno.

En el Sahel, las acciones francesas contra los yihadistas vinculados a Al Qaida o al grupo Estado Islámico (EI) consiguieron contener su propagación, pero los Estados africanos no lograron reconquistar políticamente los territorios, a menudo demasiado extensos para los efectivos militares desplegados.

La operación Barkhane acorraló a los yihadistas, desmanteló sus redes y neutralizó a los líderes o jefes operativos.

Pero en Malí, como en Afganistán, Somalia o Siria, estas operaciones, “que muy rápidamente se consideran éxitos militares, esconden a menudo el germen de futuros conflictos más complejos”, constata Bakary Sambé, director del Instituto Timbuktu de Dakar.

Enemigo asimétrico

“El contraterrorismo clásico, que parece contar con los favores de los socios internacionales, solo se ataca a los síntomas de un mal ya arraigado”, agrega el experto, citando como raíces “la pobreza, el mal desarrollo, el mal gobierno y las injusticias”.

Emily Estelle, analista del American Entreprise Institute (AEI) en Washington, establece un paralelismo entre Malí y un Afganistán sometido también al “reto fundamental de la gobernanza”.

“Ninguna victoria militar será suficiente para derrotar una insurgencia cuando persisten lacras como la corrupción o los abusos de las fuerzas de seguridad”, agrega.

De nuevo, un ejército occidental moderno abandona el terreno frente a un enemigo capaz de regenerarse renovando sus efectivos, de promover su odio a Occidente en las redes sociales y de proponer soluciones alternativas a una administración local deficiente.

Muchos expertos estiman que los soldados franceses deberían haberse retirado a partir de 2014, tras el éxito de la operación Serval, la predecesora de Barkhane.

“Ahora sabemos, desde Afganistán, que una operación exterior con muchas fuerzas occidentales desplegadas no puede durar eternamente”, estima Alain Antil, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI).

Modelo talibán

La comparación entre Malí y Afganistán inspira a los propios yihadistas. La toma del poder por los talibanes en agosto, diez años después de haber sido derrocados por los estadounidenses, consagra un modelo.

“Los salafistas yihadistas de Malí aprendieron del manual de instrucciones de los talibanes. Y su victoria valida la estrategia de otros grupos de ser pacientes y de socavar a su vez al gobierno local y a las fuerzas armadas extranjeras”, estima Emily Estelle.

La lucha antiterrorista sigue buscando una fórmula. Francia intentó compartir el peso con una fuerza especial europea Takuba, que debía acompañar al ejército maliense en el combate. Fuera de Malí, deberá ahora reinventarse.

Sobre Afganistán, el presidente estadounidense Joe Biden anunció una estrategia sin presencia en el terreno, atacando desde el aire, “lo que de cierta manera es lo que Estados Unidos ha hecho en otros países como Yemen o Somalia durante años”, explica Tore Hamming, del King’s College de Londres.

“La idea de París de pasar de Barkhane hacia Takuba se basa globalmente en la misma lógica”: “dedicar menos recursos y minimizar los riesgos”, agrega el analista. Pero si puede neutralizar un jefe, “no es una estrategia para ganar la guerra contra los yihadistas”.