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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Marcelo Kiwi regresa con la séptima temporada de "Siempre hay un chileno", el programa de viajes que ha conquistado a la audiencia desde 2017. Kiwi destaca la intensidad y variedad de esta temporada, revelando experiencias inesperadas como comer tarántula en Camboya. Respecto a la vida de los chilenos en el extranjero, Kiwi elogia su capacidad de adaptación y emprendimiento. El programa, a pesar de su éxito, ha sido subestimado por algunos medios chilenos. Kiwi, minimalista y conectado con la naturaleza, refleja su personalidad auténtica en el show. Además, comparte su historia de amor con Natalia Hebel.

Marcelo Kiwi el conductor de “Siempre hay un chileno” vuelve recargado con la séptima temporada del programa de viajes que debutó en Canal 13 en 2017. En ese entonces, Marcelo no se imaginaba que el proyecto televisivo iba a tener éxito en términos de rating (en 2024 cada capítulo tuvo en promedio entre 9 y 10 puntos) siendo una tendencia que se repite año a año.

Tomada como una “sorpresa” por el medio nacional —una expresión con la que no está de acuerdo—, el comunicador audiovisual afirma a BioBioChile que su propuesta “low cost” permite competir con contenidos de mayor presupuesto, añadiendo un atractivo que otros espacios no tienen.

Además en la conversación con la presente redacción, destaca su percepción de la vida, después de viajar por países milenarios como la India.

También Kiwi, explica que esta temporada de “Siempre hay un chileno”, es la más “intensa, variada y alocada”, que le ha tocado grabar desde su debut.

—¿Durante las grabaciones de esta séptima temporada viviste alguna situación curiosa?

Siempre en las temporadas pasan cosas bien inesperadas, porque viajar es algo donde uno planea, pero después, pasan mil cosas. Por ejemplo, mira, esta temporada me pasó que un chileno me llevó a un mercado en Camboya y no se le ocurrió nada mejor que hacerme comer tarántula.

—¿Y cómo era la preparación?

Estaba frita y media peluda. Entonces partí comiéndome las patitas, que es la parte más crujiente. Y ahí el Matías, que fue este chileno que me llevó, me dijo, “lo que tienes que hacer es comerte el poto de la tarántula”. Y tuve que comerme la tarántula completa. Fue un momento bien fuerte.

—¿Qué aprendizajes te ha dejado viajar por tantos países?

Primero darte cuenta que somos muy distintos y también muy parecidos. O sea, hay costumbres tan distintas, por ejemplo, en India no comen con cubiertos, comen con la mano y van al baño de otra manera. Los viajes me han enseñado que hay mil maneras de vivir la vida y ninguna está mejor o sobre la otra. Al final los seres humanos nos parecemos mucho y lo que queremos es conectar. Yo me acuerdo estar grabando en India una vez y estábamos por una calle donde había mucha gente. Y el participante me decía, “Mira, esto es India, pues si te fijas esto es un río de gente que fluye”, donde todos se dejan fluir. Entonces, yo creo que el gran aprendizaje también es que hay que fluir. De repente uno piensa mucho las cosas y como que no se atreve, no sé, como que hay que saber fluir y cuando uno empieza a fluir las cosas funcionan.

Hace 15 años se me ocurrió ir al Sudeste Asiático y ese viaje me cambió la percepción de la vida, dejé de comer carne y pude viajar diez kilos. Pasé a llevar una vida más nómade, menos materialista. Son muchas las cosas que uno le pasan cuando uno está de viaje. Y también yo creo que por eso no me cuesta tanto empatizar ni entender, cómo es la vida de los chilenos que viven fuera.

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—¿Y cómo es la vida de los chilenos que se encuentran en el extranjero?

Cuando uno vive en su país, tiene muchas certezas, tiene familia, como que uno es alguien. Cuando uno deja su país tiene que volver a reinventarse. En ese reinventarse también aparece otra personalidad que tenía guardada. Muchas veces los chilenos se visten de una manera en Chile y después se van a vivir a Berlín y se visten superonderos o si te vas al Caribe adoptan costumbres caribeñas.

—¿Qué te parece a ti la actitud del chileno inmigrante?

Yo creo que los chilenos tenemos un power superespecial. Somos muy resilientes, tenemos mucha capacidad de adaptarnos. Y somos bien busquillas, en el buen sentido de la palabra. Lo que yo me he encontrado es que la gente nos valora mucho. Y lo otro, es que se ponen más trabajólicos que en Chile. Son buenos para la pega. Por ejemplo, en Montreal conocí a un chileno, Sebastián Bravo, que se dedica al ballet. Era bien aperrado como bailarín en Chile y para poder vivir del ballet tenía que trabajar en un mall como vendedor. Entonces le dijeron que no tenía muchas posibilidades con el ballet, que mejor era que se retirara. Y de ahí se fue a vivir a Canadá, ya habiendo olvidado un poco el tema del ballet, pero cuando llegó a Montreal se dio cuenta de que hay uno de los teatros de ballet más grande del mundo. Quiso audicionar, pero le dijeron que en ese año ya habían cerrado las audiciones. Y como él sabía coser, se presentó para dar una prueba como costurero y quedó. Luego, una vez dentro, empezó a moverse y ahora, aparte de coser, forma parte del cuerpo de ballet. Eso te habla de que somos muy busquillas.

—¿Qué criterio utilizas para elegir al entrevistado o entrevistada del programa?

Lo primero es buscar un perfil variado y lo otro es buscar personas comunes y corrientes. No, no estamos buscando gente ni muy famosa, o sea, nos interesa la gente común y corriente que esté haciendo cosas entretenidas en los lugares donde está. Le dedicamos un montón de horas a elegir a los personajes, nos ha pasado que al principio nos costaba harto conseguir a los chilenos y ahora nos cuesta harto decirle que no a todos los chilenos que quieren participar. Lo que nosotros queremos hacer más allá del sueño que tengas, es que con las historias que contamos, se den cuenta de que es posible hacerlo.

—”Siempre hay un chileno” partió el 2017 ¿Qué significa para ti el programa?

El programa ha empezado a envejecer y ha envejecido bien. Nos hemos sabido adaptar a los tiempos, el programa mantiene la esencia con la que partió, pero también ha ido asumiendo riesgo y haciendo cambios en la medida que han avanzado las temporadas y ya estamos en la séptima temporada.

A mí me pasa algo con el estar cumpliendo siete temporadas, yo siento que en el medio nacional, cada vez que debuta una nueva temporada, nos tratan como debutantes, como la “sorpresa de Canal 13”. Siento que a nivel de audiencia tenemos un montón de fans, los chilenos repartidos por el mundo están esperando la próxima temporada, siento que a veces el medio chileno no nos ha sabido pescar mucho, salvo con Radio Bío-Bío con quien tenemos una gran relación, ja, ja, ja.

La temporada pasada fuimos número uno de rating toda la semana, menos la semana que fue el concurso de Miss Universo, que era una competencia dura, pero que igual nuestro programita low cost se paró frente a los programas que tienen el doble, el triple y hasta cuatro veces más presupuesto. Y pasa mucho que en la comunidad que nos sigue a nosotros, como que sienten que también el medio nos ningunea.

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—A pesar de la escasa oferta televisiva, has sabido proponer un contenido que tiene un sello…

El año pasado fuimos nominados a los premios Martín Fierro, que son unos premios que organizan los argentinos y que se hacen en Miami ¿Vale? Y fue una sorpresa porque nosotros nunca hemos estado nominados a ningún premio en Chile, de nada. Nunca se ha hecho crítica de “Siempre hay un chileno” en algún diario. Nunca, y ya llevamos siete temporadas. Siento que a veces los medios son muy ombliguistas, como que miran que se hace lo mismo y no le dan el lugar a otro tipo de proyecto. Ahora lo que es superbonito es que a pesar de esta situación que te estaba contando, se ha ido generando una comunidad superactiva y que se siente superidentificada con los contenidos de “Siempre hay un chileno”, también se me acerca la gente en Chile y también en otros lugares donde estamos grabando.

—Actualmente llevas una vida nómade ¿Qué echas de menos de Chile?

Primero que nada mi familia. Si bien yo paso medio como satélite por Chile, trato de ir unas dos o tres veces al año. Echo mucho de menos a mi familia, no estar en cumpleaños, estar en celebraciones importantes, porque muchas veces estoy grabando en lugares superlejanos. Entonces eso es algo que se extraña mucho. Y bueno, lo que no extraño tanto es el sentido del humor chileno, porque me pasa que en todos los lugares donde grabo estoy con chilenos. Entonces, ese sentido del humor y esa calidez la siento cada vez que estoy trabajando y cada vez que aprieto el botón de rec de la cámara y también cuando lo apago, porque también es mucho lo que compartimos con la gente que aparece en los capítulos sin que lo grabemos. Y bueno, de comida, por supuesto que las humitas, los porotos, las paltas, que es el mejor lugar del mundo para comer paltas, el helado de lúcuma, la torta de lúcuma. E ir a la Blondie, a la discoteca Blondie que a mí me encantaba ir a la Blondie y en ningún otro lugar del mundo encontré un lugar como la Blondie.

—¿Qué es para ti la Blondie?

Me encanta la música que tocan en La Blondie y la gente que va. Si tú te has fijado, yo ocupo muchas camisetas como de rock, indie. Siento que es uno de los lugares más transversales que hay en Chile, donde se mezcla la gente. Un poco lo que pasa con “Siempre hay un chileno”, porque en el programa sale gente de todos los estratos sociales. Nosotros hemos entrevistado gente que trabaja como camarero en un restaurante, hasta gente que participa del teatro de la ópera de Roma.

Al final, es gente de todas las tendencias políticas, de todas las edades, de todas las orientaciones sexuales, o sea, en “Siempre hay un chileno” hemos tratado de ser bien representativos de cómo somos los chilenos.

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—Si pudieras recomendar un país para conocer ¿Cuál sería?

A mí me encanta y siempre lo digo, me encanta Japón. Yo encuentro que es un lugar donde se siente que la sociedad se desarrolló de otra manera, con sutilezas y maneras de vivir la vida muy desarrolladas.

Ahora eso también trae de la mano una sobreexigencia, un montón de cosas, pero cuando uno va de visita, uno no siente tanto eso y es un lugar que te sorprende todo el tiempo por el tema gastronómico, por los jardines que tiene, por el tema del anime, por las ciudades, por todas estas cosas tecnológicas que tienen, esta relación que tienen con las máquinas, es un lugar que siempre te está sorprendiendo.

Esta vez en la séptima temporada, fuimos a lugares un poco más alejados, un poco más del Japón profundo y estuvimos en ciudades que no salen tanto en las guías turísticas como Okayama. Fuimos a visitar una pequeña localidad que estaba cerca y que se mantiene tal cual como estaba hace 500 años.
Y para recorrerla nos vestimos con un kimono, o sea, nos fuimos con una volada bien especial.

Y dentro de ese mismo viaje también fui a Fukushima, que fue donde ocurrió el desastre, uno de los desastres nucleares más heavy que han ocurrido en la historia del hombre y que para ir de una ciudad a otra no paramos en el auto, porque todavía se dice que hay radiación y tampoco puedes bajar las ventanas ni detenerte y en el camino tú vas pasando por varios lugares que quedaron abandonados y que no se pueden habitar hasta el día de hoy.

—¿Antes nunca habías pasado por Fukushima?

No, nunca había pasado y me producía mucha curiosidad.

—¿Tienes una regla o una filosofía de vida que practiques?

Yo soy bien minimalista, no me gusta acumular nada. Y en mi casa tampoco tengo muchas cosas. Por ejemplo, hace 25 años, cuando vivía en Chile, tenía un autito que me había comprado con mi primera pega y lo tuve como tres años. Después lo vendí para irme de viaje y nunca más anduve en auto.

Me gusta llevar una vida lo más simple posible, tampoco soy un monje tibetano que vive en la punta de un cerro. Me gusta llevar una vida sencilla, conectado con la naturaleza pero también me gusta mucho la ciudad. Yo soy bien peatón. Y otra filosofía que recomiendo a la gente que me sigue en Instagram, es viajar liviano. Esta filosofia hace que te pasen más cosas. Hace que disfrutes más de un viaje. Cuando me toca grabar con el programa siempre voy con una maleta de cabina, llevo ropa para siete días. Además de un par de zapatillas. Más la mochila de mi cámara que es chiquitita pero va preparada para todo lo que pueda ocurrir.

Esa misma filosofía minimalista la aplicó en el programa, a veces me acompaña alguien para grabarlo.

—¿Qué tanto de tu personalidad hay en el programa?

Mi personalidad está muy plasmada en el programa, mi sentido del humor, mi manera de vivir la vida.
“Siempre hay un chileno”, es un programa que se hace con recursos muy básicos, pero centrándose en generar una relación y un vínculo con los personajes. Nosotros no tratamos de generar situaciones falsas, armamos una ruta que cuenta una historia.

—¿Cómo conociste a Natalia Hebel? Tu actual pareja y quien te acompaña en algunas grabaciones

Había terminado de grabar la primera temporada de “Siempre hay un chileno”, todavía no se emitía. Y desde Canal 13 me pidieron participar de un programa que comparaba el tema sustentable en Alemania versus Chile. Cuando llegué a Alemania, Natalia era la productora del programa, porque ella estaba viviendo en Alemania. Y nos conocimos en Berlín, que fue donde fueron las grabaciones y desde ese momento nos flechamos. Desde entonces que no volví a Chile. Así que uno de los grandes culpables y responsables de que haya pasado esto es el Canal 13 [lo dice con un tono alegre].

Y bueno, ella me acompaña también a varias de mis aventuras y es un gran apoyo en las grabaciones y también fuera de las grabaciones. Pues ella es como mi primera fuente de consulta, o sea, yo la verdad es que me siento muy apoyado por ella y este se ha ido transformando en un emprendimiento familiar. Ella tiene su trabajo aquí en Barcelona, pero cuando puede se pide vacaciones, me acompaña y estamos conversando mucho de “Siempre hay un chileno” de mis proyectos, a mí también me interesan mucho los proyectos de ella. Es una gran compañera de vida.

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—¿Has pensado que sería de ti después de terminar “Siempre hay un chileno”?

A veces siento que después de siete temporadas el final se puede estar acercando. Bueno, lo mío siempre ha sido hacer contenido, entonces yo creo que voy a seguir haciendo contenido. Tengo varias ideas en carpeta de proyectos nuevos. Ya llevo siete temporadas de “Siempre hay un chileno”, yo creo que todavía quedan un par de temporadas más. Vamos a ver cómo le va con el rating, cómo lo va a percibir la audiencia, bueno, uno nunca sabe.

He estado grabando con casi 300 chilenos en distintos lugares del mundo. Me han pasado cosas superinsólitas, pero también creo que está llegando el momento de buscar otras historias y otros proyectos. Pero lo mío siempre va a estar ligado a contar historias.

Ahora en la última temporada estabamos grabando con una chilena que vive en Zúrich, en Suiza. Y ella que trabajaba en la FIFA nos invitó a la casa de un amigo de sorpresa. Nosotros no teníamos ni idea y tocamos la puerta de un departamento y de repente nos abrió Joseph Blatter (ex presidente de la FIFA) que antes se había juntado con varios presidentes y ahí estabamos sentados tomando cafecito con él en su living. Entonces le pregunté que recordaba de Chile y me contó con los ojos brillantes que durante un mundial que había organizado la FIFA dejó un amor. La verdad que sorprende, uno se imagina a alguien medio cachiporra pero era un abuelito terriblemente buena onda que se acordaba de Chile.

—¿Es parte de la magia de “Siempre hay un chileno”?

Nos pasaron muchas cosas en esta temporada, yo creo que va a sorprender, sin duda, es una de las mejores temporadas de “Siempre hay un chileno”.

Estreno de “Siempre hay un chileno”: sábado 9 de agosto

Horario: 22:00 por Canal 13