Conmovida por un supuesto asalto del cual dijo haber sido víctima una persona que aseguró ser cliente y titular de una cuenta, la ejecutiva se saltó los protocolos y le dio acceso a productos bancarios, sin imaginar que propició una suplantación de identidad.

La “pena” conllevó que una ejecutiva bancaria de Santander cometiera un error de proporciones: ante la historia de un supuesto asalto terminó ayudando -saltándose los protocolos- a un hombre que aseguró ser cliente, pero que no era más que un ladrón que usó la mentira para robar $315 millones mediante transacciones fraudulentas.

De acuerdo a lo consignado por Diario Financiero, el “cliente” acudió a principios de septiembre hasta una sucursal del banco ubicada en la comuna de La Reina.

Ahí, le comentó a la ejecutiva que lo habían asaltado y que necesitaba bloquear la tarjeta de coordenadas (que permite confirmar transacciones) y acceder a una nueva; y que junto con eso necesitaba actualizar sus datos asociados a sus cuentas (mail, teléfonos, entre otros, que es donde el banco envía confirmaciones).

Conmovida por el supuesto asalto del cual dijo haber sido víctima la persona, la trabajadora se saltó los protocolos y aplicó los cambios, sin imaginar que con sus actos propició una suplantación de identidad.

La persona, al día siguiente, realizó 45 transacciones “correspondientes a transferencia electrónica de fondos a diferentes personas”, que en total ascendieron a $315 millones.

El citado medio sostuvo que Banco Santander reaccionó oportunamente y restituyó los fondos; luego, tomó acciones legales.

“Nuestra funcionaria, fuera de todo protocolo para este tipo de situaciones, bloqueó la tarjeta de coordenadas que el cliente poseía (…), luego le hizo entrega de una nueva la cual activó de inmediato y finalmente modificó, a requerimiento del supuesto cliente, sus datos básicos como correo electrónico y teléfono”, indicó en la querella que presentó.

La ejecutiva, por su parte, admitió que actualizó los productos que le solicitó el supuesto cliente el cual, como afirmó haber sido víctima de un asalto, no contaba en ese momento con su carnet de identidad.

Por tanto, tampoco hubo comprobación de firma.

El banco, por todo, señaló que la situación escapó de todo procedimiento y “debió ser advertida por una funcionaria capacitada y antigua”.

Este caso quedó en manos de la justicia, a quien se solicitó que se persiguiera a él o los responsables del fraude.