Hace quince años, cuando asumió la presidencia Michelle Bachelet, se produjo un cambio cultural más allá de las ideas políticas y de los partidos que la apoyaban. Por primera vez en la historia del país una mujer ocupaba el cargo político más importante de éste.

Ese cambio cultural se produjo cuando asumió Bachelet, más allá de cómo fue su gestión. O de las preferencias políticas de cada cual.

Ayer, al ser elegida y asumir como presidenta de la Convención Constituyente Elisa Loncón, ha pasado algo equivalente. Una mujer mapuche ha sido elegida de manera democrática y con una gran votación para presidir esta instancia fundamental para el futuro del país.

En su discurso, con frases en mapudungun, Elisa Loncón destacó la diversidad cultural, un futuro Chile plurinacional y a las mujeres, a las madres, partiendo por su madre, entre otros temas.

A lo anterior se suma el que haya estado acompañada por la Machi Francisca Linconao, también constituyente. El que haya subido con la machi, autoridad espiritual que iba con ramas de canelo, árbol sagrado para los mapuche, puso en el centro la cultura mapuche.

En el acto de ayer, los hombres (la sesión, antes de que asumiera Loncón, fue conducida por una mujer), los símbolos patrios, el Catolicismo, el Cristianismo, prácticamente no estuvieron presentes. Pensemos, por un momento, lo que habría podido ser un acto como este hace 15 años atrás, cuando asumió Michelle Bachelet. O cuando asumió la presidencia Ricardo Lagos. Lo de ayer habría sido impensable o un escándalo de proporciones, con repercusiones concretas.

Lo que vimos ayer fue un hecho histórico. No recuerdo en la historia de Chile independiente un momento tan importante con un mapuche jugando un rol tan relevante. Quizás en los parlamentos durante la Colonia. Pero no con un mapuche presidiendo en forma democrática a representantes de todo el país, y menos que fuera mujer.

El de ayer fue un acto de un fuerte simbolismo que refleja cambios culturales profundos, impensados hasta hace pocos años, que tendrán efectos imprevisibles. Cambios que vienen cargados de esperanzas y de buenos augurios, como lo son la incorporación activa en actividades y roles centrales de mujeres, pueblos originarios y minorías, y con discursos propios que destacan la diversidad y la unidad.