Este jueves 4 de abril se estrena la nueva película del escritor y cineasta chileno, una historia sobre dos hermanos (Borja y Vicente) que buscan asumir que son homosexuales, muy en línea de dos de sus más recientes libros, No ficción (2015) y Sudor (2016).

Cola de mono es una película sobre el despertar sexual, el asumir una identidad sexual estigmatizada e introducirse en mundos marginales, oscuros, con algunos grados de sordidez.

Cola de mono es una cinta gay, al punto que en los 100 minutos que dura sólo aparece una mujer (la madre de los jóvenes, un ser amargado y resentido, sin atractivo ni femineidad), y el resto es una gran cantidad de homosexuales, en general muy erotizados, con abundantes desnudos (con muchos glúteos y bastantes penes) y escenas explícitas.

Gran parte de la historia pasa entre el 24 y el 25 de diciembre de 1986 (Navidad), en plena dictadura. Y como sucede en otras de sus obras, la historia se aborda desde un mundo de clase alta, o clase media alta (comuna de Providencia, en la cinta se ve calle General Flores), de derecha, donde lo que pasaba en términos políticos en el país no es tema (en Cola de mono sólo se escucha el audio de un noticiero de televisión y hay un comentario peyorativo contra una socialista por parte de la madre).

(Se suma el uso de tres temas del grupo UPA!, uno de los menos receptivos con lo que pasaba -en términos políticos, culturales y sociales- en el país en esos años).

Pero no sólo eso, se muestra un mundo poco real, como la presencia de muchos homosexuales (todos guapos, con estéticas que recuerdan revistas gay) teniendo sexo en el parque que bordea el río Mapocho (algo impensable en esas circunstancias, en ese lugar y en esa fecha).

(Ese año y los anteriores, pasé cientos de veces a altas horas de la noche por ese sector, dirigiéndome de la universidad a mi casa, y nunca vi nada parecido a lo que se muestra en Cola de mono).

Esa Navidad de 1986, bajo un manto de amargura y la carga de una familia rota (ausencia del padre, que se ha suicidado no se sabe cuándo), con aprietos económicos, pasa de la imposición social (cristiana) de celebrar y desear lo mejor, al drama.

Y de esos hechos, al final de la película, se pasa al 16 de agosto de 1999, en un final que, a mí juicio, es forzado y no cierra bien.

Lo anterior se complementa con una serie de aspectos biográficos de Fuguet, como el hablar en varios pasajes en inglés (el autor vivió hasta los 11 años en Estados Unidos), la importancia de los libros en la película (para los dos hermanos) y el gran interés de Borja por el cine y su proyecto de ser cineasta.

La historia y las actuaciones no son de gran nivel y la cinta tiene altos y bajos que pueden hacerla tediosa .En buena medida, se sostiene en los desnudos y escenas de sexo.

Aspectos inquietantes

Cola de mono muestra una serie de fantasmas. Pero llama la atención que dos agresiones (y podría afirmar que las tres, incluyendo la de una pesadilla) que sufren los protagonistas, son realizadas por personas que vienen de mundos populares (un delincuente y un jardinero). La cinta transmite en varios pasajes temor. Un temor que es mucho más fuerte hacia las personas de clases sociales populares que a asumir la propia homosexualidad (miedo muy internalizado en la clase media y alta de Chile).

Y es que en Cola de mono la “estética homosexual” parece ocultar la “estética de clase social”, generando confusión, susto, en un ambiente donde se teme lo desconocido y más a los “rotos”, “flaites” o como se les quiera denominar y denigrar.

Otro aspecto que puede resultar inquietante es la casi obsesión de los protagonistas por oler la ropa interior (masculina), con fuerte carga erótica, de sus familiares (de hermanos y del padre), aspecto con una fuerte carga animal (no pude no pensar en perros).

Alternativa

Cola de mono se puede interpretar como la lucha interna de un joven por asumir su identidad, entendiendo a Vicente y Borja como dos personalidades de una misma persona que quiere imponer su verdadero yo, para lo cual debe “matar” a su madre y la parte más formal de él mismo (a la que le va “bien”, que es más aceptada, la más tímida, la querida por su madre), así como asumir a su padre homosexual que se suicidó.

Esta idea se ve reforzada por el hecho que el personaje de Borja, 13 años después, es interpretado por el actor que hacía de Vicente.

En este sentido, queda una interrogante: Si el nombre del hermano mayor es Vicente Díaz Olivos, ¿Por qué la madre se llama Irene María Ovando de Díaz? ¿A qué se debe esa diferencia en el apellido materno?

Esta lectura, que hace la cinta mucho más interesante, desgraciadamente no logra completarse y florecer dadas las debilidades ya mencionadas.

Recomendable para admiradores de Alberto Fuguet, homosexuales adultos y para personas que quieran conocer esos mundos y no se atrevan a hacerlo de otro modo.

“Cola de mono”

Escrita y dirigida: Alberto Fuguet.
Elenco: Santiago Rodríguez Costabal,
Cristóbal Rodríguez Costabal, Carmina Riego,
Diego Nawrath, Benjamín Bou, Daniel Morera, Mauro Vaca.
Productores: Alberto Fuguet, Nicolás Arenas, Roberto Mardones.
Fotografía: Patricio Alfaro.
Montaje: Sebastián Arriagada.
Dirección de arte: Amparo Baeza.
Duración: 102 minutos.
Calificación: Mayores de 18 años.