El Sur: esa nostalgia profunda del sur capturada de forma notable por Daniel Villalobos

Detalle de la portada, Libros del laurel (c)
Detalle de la portada, Libros del laurel (c)
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Son melancólicos, como nublados y con olor a campo, leña y humedad. A soledad con algo de abandono. Y masculinos: de internado, de golpes, masturbaciones.

Daniel Villalobos, periodista especializado en cine y escritor, escribe un El Sur, de sólo 132 páginas, en el que logra plasmar historias pequeñas pero potentes, sensibles, a través de las cuales uno se sumerge en un sur (Temuco, la Araucanía) profundo, nostálgico, melancólico.

Relatos de infancia, de internados, de estudios universitarios, de trabajos de verano y de incendios. De separaciones, de peleas y perros. De lluvias, de carabineros y militares. Pero todos en un mismo Sur, húmedo y gris.

El libro tienen muchos episodios, pasajes, párrafos y frases notables, que reflejan una gran sensibilidad, capacidad de observar(se) y de transmitir eso a través de la escritura. Entre ellos, uno de muestra:

“Algunos de mis compañeros se avergonzaban de ser internos, cosa que nunca entendí entonces y tampoco entiendo ahora. Algunos me pedían que jamás mencionara en el liceo que nos conocíamos. Otros daban un rodeo al salir de clases para que no los vieran entrar al edificio, lo que me parecía patético. Había tipos que te presentaban a sus padres como pidiendo disculpas, ofendidos porque los pobres viejos usaban botas de goma o tenían las uñas sucias. Chucha, eran gente de campo: ¿qué querían los huevones, que el viejo que les daba techo y comida sembrando papas llegara de cuello y corbata?” (p 47)

Leer a Villalobos, en mi caso, fue volver al Sur. Un regalo sensible y profundo, nada de banal. Todo un regalo en estos días.

Y la edición de Libros del Laurel resulta, en un formato pequeño, muy fácil de llevar, con un papel agradable al tacto y amarillento (que facilita la lectura al no tener brillos ni tanto contraste si fuera blanco en relación a las letras negras) muy adecuado. Refuerza, para mí, una sensación de intimidad, muy acorde con el testo de Villalobos. Sólo el cuerpo del texto puede ser un tanto pequeña.

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Son melancólicos, como nublados y con olor a campo, leña y humedad. A soledad con algo de abandono. Y masculinos: de internado, de golpes, masturbaciones.

Daniel Villalobos, periodista especializado en cine y escritor, escribe un El Sur, de sólo 132 páginas, en el que logra plasmar historias pequeñas pero potentes, sensibles, a través de las cuales uno se sumerge en un sur (Temuco, la Araucanía) profundo, nostálgico, melancólico.

Relatos de infancia, de internados, de estudios universitarios, de trabajos de verano y de incendios. De separaciones, de peleas y perros. De lluvias, de carabineros y militares. Pero todos en un mismo Sur, húmedo y gris.

El libro tienen muchos episodios, pasajes, párrafos y frases notables, que reflejan una gran sensibilidad, capacidad de observar(se) y de transmitir eso a través de la escritura. Entre ellos, uno de muestra:

“Algunos de mis compañeros se avergonzaban de ser internos, cosa que nunca entendí entonces y tampoco entiendo ahora. Algunos me pedían que jamás mencionara en el liceo que nos conocíamos. Otros daban un rodeo al salir de clases para que no los vieran entrar al edificio, lo que me parecía patético. Había tipos que te presentaban a sus padres como pidiendo disculpas, ofendidos porque los pobres viejos usaban botas de goma o tenían las uñas sucias. Chucha, eran gente de campo: ¿qué querían los huevones, que el viejo que les daba techo y comida sembrando papas llegara de cuello y corbata?” (p 47)

Leer a Villalobos, en mi caso, fue volver al Sur. Un regalo sensible y profundo, nada de banal. Todo un regalo en estos días.

Y la edición de Libros del Laurel resulta, en un formato pequeño, muy fácil de llevar, con un papel agradable al tacto y amarillento (que facilita la lectura al no tener brillos ni tanto contraste si fuera blanco en relación a las letras negras) muy adecuado. Refuerza, para mí, una sensación de intimidad, muy acorde con el testo de Villalobos. Sólo el cuerpo del texto puede ser un tanto pequeña.