Nos hemos acostumbrado a aparentar, a fingir que cumplimos con la ley.
Durante más de cien años no hubo divorcio en Chile. Se inventaron las nulidades matrimoniales. Los cónyuges que buscaban la separación mentían, los jueces sabían que mentían y se declaraba una nulidad como si el matrimonio nunca hubiese existido. Una ficción aceptada por todos. Y como los hijos se transformaban en ilegítimos, modificaron el Código Civil para que, manteniendo la mentira, fueran legítimos.
Recién ahora descubrimos que existe Julio Ponce Lerou, defendido por Enrique Correa, factotum concertacionista, y su forma de operar en “forma de cascada”. Y ahora todos rasgan vestiduras con las universidades que lucran, como si no hubiese sido no sólo tolerado sino incentivado por los gobiernos de turno.
Ahora se investiga la inscripción de las candidaturas independientes de Franco Parisi y Tomás Jocelyn-Holt porque las firmas de sus adherentes no se hizo ante notario. Como si todos los chilenos no hubiésemos firmado un documento alguna vez que dice “firmó ante mi” sin siquiera haber visto la nariz del notario. ¿Es que nadie ha visto en las plazas, avenidas y paseos de muchas ciudades de Chile personas inscribiendo a adherentes sin que se divise a un notario ni por casualidad?
Desafío a que se pruebe que cuando se inscribieron el PPD, las DC, el Partido radical, la UDI, RN, el PRI el PRO, todas as firmas fueron ante notario presente; y también cuando se inscribieron candidatos independientes.
Distinto es que se hayan falsificados firmas. Esos casos deben investigarse y sancionarse.
El Estado de Derecho requiere aplicar la ley a todos por igual. No es el caso. Hipocresía mediante.