No hay ningún indicio, a primera vista, que indique que el Portal del Centro sufrió daños a raíz del terremoto ocurrido hace casi un año. Pero la realidad es distinta. Al menos dos torres del conjunto habitacional ubicado en Salas 1541 presentan serios problemas que, en todo caso, no son fácilmente perceptibles al visitante que por primera vez llega el recinto. Son los afectados casi invisibles del 8.8.

Imagen:Tribuna del Bío-Bío

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Desde hace dos años y medio, Carolina Romero habita en uno de los departamentos del bloque F y fue una de las damnificadas por el violento sismo del 27 de febrero del año pasado. Esa madrugada ella no se encontraba en su vivienda, pues estaba en Talcahuano, visitando a su madre.

“Cinco días después del terremoto logré llegar acá. Vine a ver qué había pasado en mi edificio porque en la radio se decía que estaban cayendo los edificios del Portal del Centro, pero era un error. Cuando yo llegué acá las calles estaban destruidas, ya no existían, los quinchos habían desaparecido, las pérgolas estaban en el suelo, la piscina de atrás también, había mucho desastre, muchos vecinos también estaban acampando en los jardines, cerca de la piscina”, relata.

Su departamento sufrió daños, principalmente trizaduras y fisuras en los muros, aunque no se advierten a primera vista. Además los sellos de las ventanas se rompieron, lo cual le provoca un serio problema de humedad. Lo que sí aparece más evidente es una inclinación que tiene la torre completa de unos 13 centímetros, de acuerdo a lo que les señaló un ingeniero calculista a quien contrataron los vecinos para saber qué pasaba con su edificio.

Y aunque tomaron contacto con el representante de la inmobiliaria Puerto del Río, según Carolina, “ésta no se hizo cargo de nada”. Apenas y “con suerte”, dice, “ofrecieron baños químicos a la gente que estaba acampando cerca de la piscina y al lado de la mugre, porque se reventó todo el alcantarillado, y ofrecieron un baño químico para todos los habitantes que estaban aquí y una ducha y poco menos que dieran gracias a Dios por eso“.

El ofrecimiento era a todas luces insuficiente, agrega, pues había cerca de 300 familias con niños, guaguas y adultos mayores en precarias condiciones. Al final los más vulnerables debieron irse, quedándose sólo algunos vecinos. Estos departamentos quedaron inhabitables porque no tenían los servicios básicos agua, luz ni gas. Y era un problema porque la torre está suelta, se mueve fácilmente, implicaba un terror para la gente estar habitándola por eso prefirieron acampar afuera“, explica.

La situación, casi invisible hacia afuera, se prolongó hasta que los servicios básicos fueron repuestos y cuando el clima obligó a los propietarios a retornar a sus departamentos. Aunque hubo varios que optaron por arrendar e irse a otro lado, algo que también dificulta las acciones a emprender para lograr que alguien responda por la situación que viven. “A raíz del daño muchos vecinos se fueron y arrendaron y eso implica un problema porque nos estamos llenando de arrendatarios. Nadie se responsabiliza y no contamos con ellos, de 40 vecinos que somos el edificio apenas estamos 15 unidos”.

“Estamos viviendo chuecos“

“Quedamos habitables porque el edificio no se partió ni se cayó y no tiene daño físico externo visible. Pero hay departamentos que están con serios problemas. Debajo de los cubre pisos muchos están fisurados y en los primeros pisos algunos departamentos están partidos en dos. La mitad está enterrada en el balcón y la otra mitad está derecha. La inmobiliaria lo único que ha hecho es reparar de forma física lo visible como las calles del portal porque les interesa vender la tercera etapa que está en construcción”, denuncia Carolina.

A su juicio, el problema que derivó en la inclinación de dos torres del Portal se encuentra en la mala compactación del suelo. “Hace más de 50 años aquí funcionaba una maderera y estos terrenos eran fosos y a mi entender no se hizo un buen relleno lo que derivó en los problemas que hoy vivimos”. A eso agrega, que las fundaciones del edificio son muy pequeñas para el tamaño que tiene.

Carolina ha vivido las últimas réplicas en que esperaba se convirtiera en su hogar por el resto de su vida y dice que la experiencia es bastante traumatizadota. “Se mueve como una gelatina, además se sienten vibraciones de agua por todo el edificio. Se mueve mucho, tanto que uno pierde el equilibrio adentro y está igual que una pelota de un lado a otro. Muchos vecinos ya no sienten tanto pánico como al principio, pero hay otros que tiene serios problemas médicos. Es que estamos viviendo chuecos. Hay departamentos con 50 y cien por ciento de inclinación. Y eso afecta”, explica.

Comprobamos su afirmación al conversar con un vecino de su edificio que habita en el primer piso. Su departamento tiene una inclinación perceptible hacia el balcón. El vecino de Carolina se ve visiblemente afectado. Reconoce que está con licencia médica y que se siente totalmente abandonado y viviendo en la total incertidumbre. Se endeudó en una inversión que le permitiera asegurar el resto de su existencia, pero tras el terremoto su vida cambió dramáticamente. Y lo sufre en silencio, como muchos otros propietarios del Portal del Centro.

“Nadie se preocupa por nosotros”

Carolina también reclama por el abandono en que están. Como se trata de propietarios de un estrato medio y medio-alto, “nadie se preocupa por saber cómo estamos, ni siquiera se han acercado para saber qué nos pasó. La inmobiliaria nos deja solos porque argumentan que estos departamentos ya no les pertenecen, que nos vendieron nuestra parte y con suerte van a arreglar la torre K que es la que tiene más problemas y a nosotros nos repararían si les entregamos nuestros seguros. Pero no le tenemos confianza”.

El otro argumento que les han dado para desentenderse del problema, dice Carolina es la magnitud del terremoto. “Ellos se excusan con que nunca se esperaron un terremoto de gran envergadura y que poco menos demos gracias por estar vivos, que los departamentos son buenos, que quedaron habitables, que no se colapsaron”.

Tampoco les ha ido mejor con los seguros. Carolina compró su departamento en 20 millones de pesos, endeudándose por treinta años, con un dividendo que actualmente alcanza a $112.000, un nivel adecuado, en especial por las instalaciones que ofrece Portal del Centro y por la ubicación. Es decir, “mejor calidad de vida, que fue lo que yo buscaba”.

Pero la aseguradora no responde. Reclama porque quien inspeccionó su departamento apenas estuvo cinco minutos y registró en un par de fotos los daños más a la vista. “El acta de inspección tiene dos hojas y no dice nada. No hubo una inspección completa del departamento”.

Mientras tanto, el tiempo avanza y la incertidumbre crece. Los afectados están tratando de organizarse para presentar una demanda en contra de la inmobiliaria. Saben que los plazos se les acortan. La empresa sigue vendiendo la tercera etapa, en plena fase de construcción, y apenas ese proceso concluya, “se irán de aquí. De hecho si la tercera etapa no hubiese existido, para el terremoto se habrían ido”, asegura Carolina.

A esta joven que con mucha ilusión llegó a vivir al Portal del Centro, atraída “porque era una proyecto maravilloso, casi como un parque, bastante tranquilo, cerca del centro, para tener mejor calidad de vida, otros edificios son solo eso, un espacio de concreto, sin área verde sin espacios para recrearse., pero acá era distinto, lo elegí por eso, pero ahora todo se ve distinto”, confiesa con cierta amargura, mientras recorremos las instalaciones y nos va mostrando los desniveles que se aprecian en calles y edificios, las trizaduras que inhabilitaron una de las piscinas y otros detalles que muestran que sí, efectivamente, el terremoto dejó huellas en este complejo habitacional, las que para muchos de sus habitantes, lamentablemente, serán difíciles

M.E. de la Vega
Tribuna del Bío-Bío