El presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Ricardo Ezzati, junto al obispo auxiliar de Valparaíso, Santiago Silva, hizo pública una declaración -en el día en que se recuerda a los Santos Inocentes- rechazando todo tipo de aborto.

El documento lleva la firma de todos los obispos de la Conferencia Episcopal y se titula “Clamor por la Vida de los Inocentes”.

El texto hace mención a las “voces de algunos legisladores que proponen despenalizar el aborto en determinados casos”, ante las cuales “queremos ofrecer luces para el discernimiento en conciencia de los católicos y de todas las personas de buena voluntad”.

También se reconoce que “las situaciones a las que se refieren estos proyectos de ley son muy dramáticas y dolorosas tanto para la madre como para las personas cercanas a ella, y no se suele estar preparado para vivirlas”.

Sin embargo, se recuerdan las palabras del Papa Juan Pablo II, quien “manifestó nuestra convicción con estas palabras: ‘Confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral”, lo que corresponde a un “principio ético, profundamente humano y anterior al cristianismo”, que “vale con toda razón cuando hay que proteger la vida del ser humano que aún no ha nacido y, en consecuencia, rechazar la legalización del aborto”.

En el texto se establece que “en un embarazo en el cual la vida o la salud de la madre corre peligro, no es lícito eliminar la vida del niño concebido”, pues “es erróneo poner el asunto con esta alternativa: o la vida del niño o aquella de la madre. No, ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser objeto de un acto de directa supresión. De una parte como de la otra la exigencia no puede ser más que una: hacer todo esfuerzo por salvar ambas vidas, la de la madre y la del niño”.

No obstante, se aclara que lo anterior “no se opone, sin embargo, a considerar lícitas las acciones terapéuticas necesarias en favor de la madre para sanarla de una enfermedad, aunque comporten un riesgo, incluso letal, para el ser que no ha nacido”.

Se agrega, además, que “este derecho a la vida también se le ha de respetar al ser inocente que ha sido concebido como consecuencia de un acto tan violento y condenable como lo es una agresión sexual”.

Y se plantea que “resulta más razonable preguntarse en qué medida podemos todos generar instancias capaces de acompañar adecuada y efectivamente a la madre y su familia, con ayuda sicológica, social, económica y espiritual”.