Los cristianos de Irak asistieron a la misa de Navidad en medio de fuertes medidas de seguridad, tras la matanza perpetrada en un templo en octubre y las amenazas de muerte proferidas por Al Qaida contra esta comunidad cada vez más minoritaria.

Imagen: Diario Berea

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Cientos de fieles se congregaron en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación en Bagdad, protegidos por oficiales armados con pistolas y fusiles de combate y un muro de hormigón de tres metros de altura. Todos los vehículos que ingresaban eran requisados y los devotos cacheados dos veces antes de ser admitidos en el templo.

El estado de ánimo era melancólico por el recuerdo del ataque -reivindicado por el Estado Islámico de Irak, afiliado a Al Qaida- contra una iglesia siriaca católica el pasado 31 de octubre, que costó la vida a dos sacerdotes, 44 fieles y siete guardias de seguridad.

“Hace un año estábamos todos reunidos”, señala Uday Saadala Abdal, que perdió a dos de sus hermanos en el ataque. Uno de ellos, el padre Taher, oficiaba la misa. Su madre recibió tres disparos y se encuentra actualmente hospitalizada en Francia.

“Siento que sus almas todavía están acá en la iglesia; por eso vine. Ellos me animaron a venir, a pesar del peligro y las amenazas”, señaló el joven de 28 años.

“Hay una gran herida en el corazón de esta iglesia, pero nuestro mensaje es el de preservar la esperanza en la vida”, afirmó en su sermón el arzobispo Matti Motaka, ante los 300 fieles que le escuchaban, sentados en las sillas de metal y plástico con que remplazaron las bancas de madera destruidas en el ataque.

“Jesús nos acompaña, especialmente en las dificultades por las que ahora atravesamos”, añadió el prelado.

“Hemos desplegado efectivos alrededor de las iglesias desde hace tres días y nos encontramos en estado de alerta”, indicó el general Qassem Atta, portavoz de las fuerzas de seguridad en la capital.

“Puedo asegurar a nuestros hermanos cristianos que las misas podrán llevarse a cabo en todos los barrios de Bagdad”, añadió.

El primer ministro chiita Nuri al Maliki expresó el viernes su solidaridad con los cristianos iraquíes y los exhortó a permanecer en el país.

“Los intentos de eliminar a los cristianos de su país y de su tierra constituyen un gran crimen contra la unidad nacional”, señaló en un comunicado.

“Los iraquíes no queremos que se detenga el sonido de las campanas” de las iglesias, indicó a su vez el presidente del Parlamento, Osama al Nujaifi.

A pesar de las amenazas recibidas y de los ataques, algunos de los cristianos aseguraron no tener miedo, o al menos no el suficiente como para abandonar ahora las tradiciones.

“Hay tristeza, pero no miedo. Si tuviésemos miedo, la iglesia estaría vacía. La gente está triste pero no temerosa, por eso están aquí”, aseguró Fikrat Pack, un feligrés de 52 años.

No ha sido el caso de muchos de los cristianos residentes en Irak. Actualmente viven en este país medio millón, frente a los entre 800.000 y 1,2 millones que había en 2003. Cientos de miles han abandonado su tierra tras la invasión liderada por Estados Unidos, iniciada ese año, y el clima de violencia que vive el país desde entonces.