Estados Unidos se movilizó para ayudar a Haití, asolado por un sismo que ocasionó 100 mil muertes estimadas al día de hoy. La ayuda se efectuará lanzando una operación militar a gran escala tras la promesa del presidente Barack Obama de una reacción “rápida, coordinada y enérgica”.

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Muestra de la importancia concedida por Washington a la tragedia, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, canceló la gira que realizaba por el Pacífico. De igual forma lo hizo el secretario de Defensa, Robert Gates, quien debía asistir el fin de semana a una reunión de ministros en Australia.

Obama marcó la tónica el miércoles durante una intervención solemne desde la Casa Blanca, anunciando el envío rápido de ayuda y subrayando que la prioridad era la de “salvar vidas”.

Los primeros equipos estadounidenses llegaran al sitio 24 horas después del sismo, y “empezaron las operaciones” de salvamento, declaró el secretario general del Consejo de Seguridad Nacional, Denis McDonough.

El Pentágono anunció el envío del portaviones nuclear Carl Vinson, así como de otros buques. Por otra parte, el navío guardacostas Foward zarpó hacia Puerto Príncipe el miércoles, y un segundo, Mohawk, debía seguirlo.

Washington también considera el envío de un barco-hospital, indicó el general Douglas Fraser, jefe de Comando Sur, y anticipó el envío de un patrullero anfibio de los marines dotado con unidades de auxilio.

En caso de ser necesario, dos mil miembros de este cuerpo militar pueden ser desplegados, principalmente para dar seguridad y ayudar a la misión de la ONU en la zona, dijo Fraser, que no excluyó el uso de la base de Guantánamo, en Cuba, en el marco de las operaciones de socorro.

Una brigada del ejército, con cerca de 3.500 hombres, fue puesta en alerta en Carolina del Norte para su eventual desembarco, agregó Fraser.

El presidente Obama mantuvo contactos para tratar la situación con el secretario general de Naciones Unidas, así como con sus homólogos mexicano, brasileño y chilena, y el primer ministro canadiense, indicó la Casa Blanca.

Como consecuencia del sismo que pudo haber ocasionado unos 100.000 muertos, Washington anunció la suspensión de expulsiones de haitianos clandestinos.

La atención prestada por el gobierno de Obama a la catástrofe parece estar motivada por varios factores.

Simbólicamente, fuertes lazos unen a la primera república formada por esclavos liberados y Estados Unidos, un país marcado también por su pasado esclavista.

Entre 40.000 y 45.000 estadounidenses están instalados en el país caribeño, contra 1,2 millones de haitianos en Estados Unidos.

En el plano político interno, Washington quiere evitar un éxodo masivo hacia las costas de Florida, situadas a menos de 1.000 km de Haití, y demostrar que las distintas agencias federales aprendieron del fracaso del huracán Katrina, que reveló enormes lagunas en materia de gestión de catástrofes.