Brandon Hernández Huentecol aún tiene perdigones alojados en su cuerpo que amenazan con obstruirle los intestinos, esto luego que un carabinero le disparara por la espalda durante un confuso procedimiento ocurrido el pasado 18 de diciembre en una comunidad mapuche en Curaco, región de La Araucanía. Aún permanece internado en la Clínica Alemana de Temuco, y aunque volvió a caminar, lo hace con mucha dificultad.

Desde pequeño que le gustaban los camiones y autos. Según consigna The Clinic, a los 13 años Brandon recibió como regalo de su padre, Diego Hernández, un Chevette beige. Si bien lo había comprado hace un tiempo, prácticamente no lo utilizaba. Era el joven mapuche quien constantemente abría su capot para revisarlo, aprender de su piezas, cambiarlas, armarlas y desarmarlas. Lo conocía al revés y al derecho, y además lo utilizaba para dar vueltas en el campo.

Su pasión por los vehículos no pasó desapercibida en el colegio. Pese a que muchos alumnos se mostraban interesados en la mecánica, “Brandon fue el único que siguió firme. Era lo que le apasionada”, relató al medio online su profesora de Lenguaje.

Mientras cursaba la enseñanza media, específicamente tercero en el liceo Industrial de Angol, optó por la especialidad de mecánica automotriz, convirtiéndose en uno de los alumnos más destacados de su generación. Fue este mismo entusiasmo que lo llevó a pensar en estudiar ingeniería en mecánica automotríz en la universidad.

Pese a que participaba los domingos en la Iglesia, lugar donde solía tocar la batería, el 18 de diciembre decidió faltar. El Chevette había presentado algunas fallas, por lo que decidió quedarse ese día en casa terminando algunos arreglos del motor.

Al día siguiente comenzaría su práctica profesional en un taller mecánico de Collipulli, tenía sus zapatos de seguridad y su overol listos, pero esa jornada nunca llegó. Sus implementos siguen guardados.

Me lanzaron al piso y sentí el disparo

El 18 de diciembre Isaías, hermano pequeño de Brandon, salió a andar en bicicleta por la comunidad rural en la cual viven como de costumbre. A 20 metros de su casa, cuando circulaba por la ruta 49, se encontró con un procedimiento policial.

De acuerdo a lo indicado por Sergio Licán a The Clinic, quien fue detenido por un procedimiento en el sector, “de pronto apareció en su bicicleta por el camino. Un carabinero cruza la calle y lo bota, la bicicleta salta lejos”.

De inmediato Isaías comenzó a llamar a su hermano, quien se encontraba en la casa reparando su auto. Éste al sentir los gritos corrió a auxiliar al pequeño de 13 años. Según consignó al medio, “lo tenían en el suelo, apuntándolo. Empujé a un carabinero para ayudarlo y me pega con la escopeta en la espalda”.

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Brandon relata que un uniformado le dijo que se tirara al suelo, o sino le dispararía. En medio de esta escena se metió el abuelo de los menores, Guillermo Hernández, quien le aseguró a Carabineros que conocía a los muchachos, indicándoles además que ellos no estaban metidos en algo malo.

De inmediato el abuelo fue en busca del padre de los adolescentes. Antes de llegar a su casa fue cuando sintió un disparo.

Según había relatado el joven mapuche de 17 años a Radio Bío Bío, tras ser reducido por uniformados, “me tiraron al suelo, me pusieron los pies sobre la espalda y sentí el balazo”, asegurando que fue intencional.

Brandon Hernández Huentecol recibió 100 perdigones que quedaron incrustados en su espalda, a la altura de la cadera, resultando con lesiones de gravedad a causa del disparo de un cartucho calibre 12 de una escopeta antimotines.

Durante la investigación, Isaías declaró que “no hubo ningún forcejeo. Estaba tranquilo, quieto, con las manos atrás, y el paco le disparó”. Tras lo ocurrido, sólo atinó a sacarse su polerón para contener la hemorragia en el cuerpo de su hermano mayor.

Diego Hernández cuando llegó al lugar encaró a los carabineros para saber quién le había disparado a su hijo. Si bien asegura que intentó recoger el cartucho implicado en el hecho, funcionarios policiales se lo habrían impedido, escondiendo además a quien percutó el arma. “Se pasaban la pelota unos a otros”, relató.

Producto del ruido del disparo, los habitantes del sector salieron alarmados, entre ellos el pastor de la iglesia evangélica de la Villas Las Águilas donde vive la familia, William Sandoval, quien rápidamente intentó calmar la situación. Se acercó a reprochar al mayor Patricio Vergara, jefe del operativo, y quien mantenía una estrecha relación con la comunidad y con los mismos padres del joven herido, sin embargo éste no respondió nada y sólo movió la cabeza.

El recuerdo del rostro del carabinero

Brandon no ha podido borrar de su mente aquel domingo. Aún recuerda el rostro de quien le disparó por la espalda: “Tenía la cara rara, como quemada, con cicatrices de acné”, dice.

Se trata del sargento segundo Cristian Rivera de la Prefectura de Fuerzas Especiales de Pailahueque a quien el fiscal a cargo del caso, Carlos Bustos, lo formalizó por cuasidelito de lesiones graves.

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No contentos con la medida de la Fiscalía, la familia junto a Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) interpusieron una querella por homicidio frustrado.

El que más de 100 perdigones quedan incrustrados en el cuerpo del joven hacen catalogar el hecho como homicidio frustrado, indicó Branislav Marelic, director nacional del INDH.

Aquella fatídica jornada Brandon Hernández fue trasladado en un furgón de Carabineros, debido a que no llegó una ambulancia, al hospital de Angol, centro asistencial donde se le realizó una cirugía de emergencia para contener la hemorragia.

De acuerdo a lo sostenido por The Clinic, un informe elaborado por el Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico indica que le habrían realizado suturas al menos de 20 perforaciones en el tubo digestivo producto del disparo, intervenciones que permitieron salvarle la vida.

Producto de su condición de gravedad, horas más tarde fue derivado a la Clínica Alemana de Temuco, lugar en el cual ha sido sometido a más de 10 intervenciones quirúrgicas y donde permanece hasta el día de hoy.

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Tras lo ocurrido, el jefe de la Novena Zona de Carabineros, Christian Franzani, tildó el hecho como un “accidente”.

Brandon se recupera lentamente, aunque aún no está en condiciones de poder vestir su overol y colocarse sus zapatos de seguridad para iniciar su práctica, o bien, terminar de reparar su vehículo, el atesorado regalo que le dio su papá.