Ya es de noche cuando el coronel Abdel Jabar al Oqaini, jefe militar de los rebeldes de Alepo, llega a una granja aislada en medio de un olivar del norte sirio. Se sienta en grandes cojines y declara que esa ciudad será “la tumba” del ejército.

En la habitación, el dueño de casa, un notable sunita encargado de la “logística” para la rebelión, coloca ceniceros y trae bebidas. Varios hombres influyentes de Alepo escuchan en silencio al coronel Oqaidi.

La reunión se desarrolla en la obscuridad: la electricidad ha sido cortada, como ocurre durante varias horas al día.

Este hombre, un ex coronel del ejército de Bashar al Asad que se pasó a la oposición, parece sonriente y relajado, a pesar del calor y sobre todo de los combates que se desarrollaron unas horas antes en varios barrios de Alepo.

“Alepo será la tumba de los tanques” de las tropas del régimen de Asad, exclama después de una jornada durante la cual los rebeldes afirmaron haber rechazado un asalto de las tropas regulares en esta segunda ciudad y pulmón económico del país.

“Sólo pedimos a Occidente una zona de exclusión aérea” para impedir los bombardeos aéreos, dice.

La víspera, un diluvio de fuego cayó sobre esta metrópolis de 2,5 millones de habitantes. El ataque, lanzado más de una semana después de la apertura de este frente, echó a las rutas a miles de refugiados.

Los insurgentes consiguieron contrarrestar las primeras ofensivas del ejército, pero los bombardeos se reiniciaron el domingo.

“Estamos dispuestos a hacer caer este régimen”, asegura el oficial rebelde, constantemente interrumpido por los llamados a su teléfono móvil.

“No hay retirada estratégica del Ejército Sirio Libre (ESL, formado por desertores y civiles armados) en Alepo. Esperamos el ataque”, asegura, rechazando por razones de “secreto militar” decir cuántos rebeldes combaten actualmente.

“El ejército sólo puede utilizar a distancia sus aviones y su artillería pesada, bombardear las ciudades, destruir las casas. No puede penetrar en la ciudad misma”, afirma el jefe rebelde.

“Hemos tomado posición por todas partes en la ciudad y tenemos armas para defendernos contra los helicópteros”, sostiene, acusando al régimen de querer “cometer una matanza”. “Quieren hacer como en Homs”, insiste, refiriéndose a una ciudad del centro de Siria, símbolo de la represión brutal del régimen.

“Pensamos que van a cometer una gran matanza y llamamos a la comunidad internacional a intervenir para impedir esos crímenes”, agrega.

Según el coronel, “el ejército sirio se tambalea, está desplomándose. No defiende ninguna causa precisa”.

En la granja perdida a varios kilómetros de Alepo, el coronel termina su reunión con veteranos opositores al régimen, de la cual nada se filtra. Luego, hacia las 03H00 de la madrugada, se despide en inglés antes de desaparecer en la noche, seguido por su edecán que lleva un fusil de asalto kalashnikov y el maletín del coronel con su computadora.