Cuando ha transcurrido casi un año y medio desde su lanzamiento oficial, el programa de emprendimiento Start-Up Chile que busca atraer a empresarios tecnológicos hasta nuestro país, comienza a tener sus primeros balances, pero también críticas.

Una de ellas es la que este jueves publicó Liis Peetermann, una diseñadora estonia parte de Social Fox Media, quien participó del programa en el primer semestre de este año. ¿Su veredicto? Start-Up Chile está bien… pero nada más que eso. Las razones son una serie de desincentivos, que van desde la extrema burocracia, hasta la incapacidad de dejar sus cosas en un lugar sin que se las roben.

Según narra Peetermann en su página de Tumblr, en teoría el gobierno chileno promete a los emprendedores extranjeros hasta 40 mil dólares de financiamiento (20 millones de pesos) bajo el compromiso de pasar 6 meses viviendo y trabajando en el país, conviviendo con colaboradores nacionales a quienes se busca educar.

Cerca de 300 emprendedores por año llegan a Chile con esta premisa, aunque en etapas muy diferentes ya que mientras algunos son personas que han invertido años en desarrollar sus productos, otros llegan únicamente con sus ideas y ninguna experiencia en su rubro. “Además, hay quienes se unen al programa sólo para viajar y quedarse con el dinero”, revela la diseñadora.

Sin embargo obtener un reembolso de los gastos puede ser algo demoroso. Peetermann cuenta que recién 2 a 3 meses después de arribar a Chile es posible obtener el financiamiento prometido, principalmente debido a la espesa burocracia de las instituciones chilenas.

“Para comenzar a emitir boletas y pagar sueldos debes obtener un carnet de identidad chileno (2 a 3 semanas), una cuenta bancaria, un espacio para una oficina registrada legalmente en Chile e inscribirte como emprendedor en el SII. Todos estos trámites toman MUCHO tiempo, sin mencionar el encontrar un departamento para vivir, lo que puede ser un verdadero fastidio”, asevera.

Peetermann advierte que mientras Start-Up Chile cumple su objetivo de traer emprendedores al país así como de educar a sus colaboradores chilenos, falla en aprovechar el talento de las personas que son invitadas, debido principalmente a que el programa no los orienta ni organiza eventos útiles, sino que todo el trabajo debe ser realizado por los propios emprendedores.

“Los miembros de nuestro equipo ya habían tenido experiencia en 3 fantásticos programas de incubación de empresas: AngelPad, TechStars y Haxlr8r. Esto me hace decir que Start-Up Chile no es una incubadora de empresas, sino más bien un programa para educar a los chilenos. O al menos dejémoslo en un campamento de verano para emprendedores”, resume.

Finalmente, la estonia lista una serie de situaciones que la desalentaron durante su permanencia en nuestro país. Dentro de ellas se cuentan las más de 100 horas laborales que utilizó sólo en papeleo, el que las expectativas de la propia Start-Up Chile para las empresas es muy baja, pero agregando en un ignominioso lugar, la falta de seguridad de los recintos de trabajo.

“Los espacios de las oficinas tenían mala iluminación y no son seguros: no puedes dejar tus cosas solas en una mesa ni por 5 minutos sin que te las roben”, concluye.

Cabe destacar que esta no es la primera vez que un emprendedor extranjero invitado por Start-Up Chile se va del país con un sabor amargo. En diciembre de 2011, el israelí Arnon Kohavi también dejaba plasmada su mala experiencia, aunque contra los grupos de poder nacionales.