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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

En el marco de la formalización de la "Operación Apocalipsis" que involucra a 47 funcionarios de Gendarmería y 23 civiles en corrupción en cárceles, se revelaron detalles de cómo operaba la red ilegal. Los acusados facilitaban elementos prohibidos y visitas indebidas a cambio de dinero, incluso algunos servicios como teléfonos celulares y comida a la carta con altos costos. Testimonios de reclusos describen prácticas ilegales de gendarmes, incluyendo cobros por beneficios como evitar revisiones o permitir actividades ilegales dentro de los penales.

Cuando aún se desarrolla la formalización de la denominada “Operación Apocalipsis“, que tiene a 47 funcionarios de Gendarmería y 23 civiles involucrados, nuevos antecedentes dan detalles de cómo operaba esta magna red de corrupción dentro de las cárceles.

Durante la audiencia, se ha precisado cómo los imputados ingresaban ilegalmente elementos prohibidos y habilitaban visitas improcedentes a los penales, cobrando grandes sumas de dinero por ello.

En ese contexto, La Tercera tuvo acceso a un expediente de más de 6.500 páginas que incluye testimonios voluntarios de reclusos, quienes precisaron cómo habrían operado los acusados. Según ellos, los gendarmes prestaban diversos servicios ilegales, algunos de los cuales —en el caso de parejas de internos— podrían haber sido pagados mediante relaciones sexuales con los imputados.

Celulares y comida a la carta

Uno de los reos que entregó una declaración, de iniciales L.E.L.R., quien ingresó al módulo 4 de Santiago 1 por una causa de tráfico de drogas, explicó cómo los gendarmes cobraban por distintos beneficios como el tener un celular.

Al llegar a la cárcel vi que los internos mantenían teléfonos. Me contaron que para tener uno había que comprarlo. Yo compré uno a un gendarme por la suma de $300.000. No recuerdo el nombre del gendarme, pero lo podría reconocer. Le pedí a mi pareja que le hiciera la transferencia a un mozo. Ella, como no tiene cuenta bancaria, le pedía a un tercero que hiciera esas transferencias, quien es otro interno que trabaja para los gendarmes. Esto ocurrió el día 25 de enero y el mismo día me lo entregaron. El teléfono era de segunda mano y los gendarmes los tienen ahí. El gendarme me lo entregó de su propia mano”, señaló, según el citado medio.

“A veces me quitaban el teléfono y yo tenía que pagar $100.000 para recuperarlo. No conozco el nombre de los gendarmes, pero estoy en condiciones de reconocerlos”, añadió.

L.E.L.R. agregó que otro servicio que ofrecían los gendarmes era el de pedir comida como si fuese a la carta, pero de un día para otro. Así, tras un pago previo, pidió pollo con papas fritas.

Estos dos gendarmes mantienen un negocio de comida, ellos vendían pollo y asado, vendían el pollo entero con papas fritas y cobraban $40.000. Lo hice cuatro veces. También venden empanadas, compré cerca de ocho veces empanadas por la suma de $10.000 cada una. (…) Todos estos pagos los hice por medio de transferencia. Toda la comida fue a la cuenta del mozo”, declaró.

Otros servicios

El reo también explicó que para tener dinero en efectivo —y así hacer otras compras— le decía a su pareja que le transfiriera a otro sujeto, que pedía comisión. Además, había cobros por otros beneficios ilegales.

Tenían un negocio en el que si un interno le pagaba la suma de $50.000, ellos permitían que en el módulo cayeran pelotazos, luego cuando se vendía el interior de la pelota, se le hacía llegar un dinero por eso al gendarme. También sé que si uno hace hartos negocios con los gendarmes ellos no te clasifican, para que no te deriven a otro módulo, demoran ese trámite para que sigas haciendo negocios con ellos”, apuntó.

“Ellos hacían una ronda en las noches. Si veían a un interno con un teléfono se lo quitaban y ahí el interno tenía que ir al día siguiente en la mañana y pagar la suma de $100.000. Esta práctica es generalizada en Gendarmería. Sé que un amigo le pagó a un funcionario la suma de $30.000 para que, cuando lo trasladaran no lo revisaran, ya que llevaba un teléfono”, añadió.

El módulo del ‘Chuky’ y el ‘Taita’

Ahora, el mismo recluso también detalló la situación que se daba en otro módulo, donde el modelo era similar, pero con algunos cambios.

Allá no venden comida cocinada. Allá venden la comida cruda y hay que cocinarla. Esa comida se llama ‘feria’. Los precios son el kilo de arroz, $30.000; el kilo de carne, entre $30.000 y $60.000, dependiendo el peso (…). Todo se cocina en micrón, que son cables en agua que calientan las cosas. Todo eso lo vende alguien que es apodado el ‘Taita’, es un interno, es moreno, alto, maceteado, todo esto se compra en efectivo”, planteó.

En esa línea, explicó el rol de un gendarme apodado como ‘Chuky’, quien era el encargado de los insumos, los que les entregaba al ‘Taita’ para su comercialización. Este último debía pagarle al ‘Chuky’ todo lo entregado, aunque no se consumiera.

Además, el ‘Taita’ hacía otro cobro, necesario para vivir en el penal.

“El ‘Taita’ nos cobra a todos lo que llaman la pieza, era un cobro que había que hacer para vivir ahí. Si alguien no pagaba, llegaba la perrera, que son soldados del ‘Taita’ y les pegaban. Si de todos modos no se pagaba, lo echaban del módulo. Teníamos que lograr hacer $500.000 entre todos, semanalmente, por concepto de pieza, y para que los gendarmes dejen hacer cosas dentro del módulo, como pagar la suma de $20.000 para poder ir con tu visita a un privado para tener relaciones sexuales”, sostuvo.

Según el testimonio, el ‘Chuky’ era un hombre de difícil acceso. Solo se relacionaba con el ‘Taita’ y otro interno denominado ‘Wiwi’, quien podía moverse entre módulos.

Parejas y propuesta de pagos sexuales

La pareja de L.E.L.R. también declaró en la causa. Ella se habría enterado desde el primer día de las encomiendas irregulares y del cómo poder ingresar al penal estando en situación irregular en el país.

“Me dijeron que como era extranjera irregular no podía enrolarme para enviarle encomienda, entonces pregunté afuera cómo se hacía para el tema de las encomiendas, y ahí mismo, en la calle, me dijeron que había varias personas que se dedicaban a eso. Me dieron un número y me apuntaron a una persona, me dijeron que esa señora, mayor, se encargaba de eso”, dijo, precisando que para ingresar informalmente habría pagado $60 mil varias veces.

Ahora, las escuchas hechas por los investigadores darían cuenta de otra forma de pago. Y es que —según La Tercera— los funcionarios les decían a las parejas de los internos que podían pagar teniendo relaciones sexuales con ellos.

Ello lo habría revelado una mujer de iniciales A.P.G.W., quien dijo que el jefe de los manilleros le insinuó “en varias ocasiones que, si no tiene dinero y teniendo relaciones sexuales con él o con uno de los funcionarios de Gendarmería, también pudiese ingresar como visita irregular o ingresar manillas (encomiendas con especies ilícitas), como forma de pago por este actuar”.