El presidente de Rusia, Vladimir Putin, recibirá por última vez este viernes en Moscú a la canciller alemana Angela Merkel, quien dejará el poder en otoño, en un encuentro que se produce en plena crisis afgana y tras 16 años de relaciones ambivalentes.

Merkel y Putin, que hablan el idioma del otro, han discutido desde 2005 -cuando la canciller llegó al poder-, duramente o con ironía, sobre muchos temas, desde Ucrania hasta Siria, pasando por los ciberataques atribuidos por Berlín a Moscú y el envenenamiento del opositor Alexéi Navalni, atendido en un hospital de Berlín.

Sin embargo, el diálogo nunca se rompió por completo entre estos dos veteranos de la escena internacional, que se oponen en todo.

En este vigésimo viaje oficial a Rusia, Merkel cierra la relación con la constatación del fracaso en un asunto que le fue prioritario: la resolución del conflicto entre Rusia y Ucrania, en punto muerto.

La canciller alemana viajará el domingo a Kiev, donde se reunirá con el presidente Volodimir Zelenski.

El labrador de Putin

Como en julio en Washington, la canciller, de 67 años, llega a despedirse antes de retirarse del escenario político, tras las elecciones legislativas alemanas del 26 de septiembre, con la crisis afgana en la agenda de su visita a Moscú.

Se espera que ambos se expresen sobre el regreso al poder de los talibanes en una conferencia de prensa programada al final de su reunión en el Kremlin.

Merkel consideró la situación “amarga, dramática y terrible”. Por el contrario, el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, aseguró el martes que los talibanes enviaron señales “positivas” sobre la libertad de opinión.

En 2007, durante una serie de entrevistas concedidas en la ciudad rusa de Sochi (sur), Putin dejó entrar repentinamente a su labrador, lo que provocó el malestar de Merkel, conocida por desconfiar de los perros pues en el pasado fue mordida por uno.

Los dos líderes comparten un conocimiento íntimo de la antigua Alemania del Este comunista. Merkel creció allí y Putin ocupó cargos dentro de la KGB en Dresde en la década de 1980. Un punto en común que no fue suficiente para que las relaciones entre Moscú y Berlín fueran más fluidas.

“Zombi político”

Desde las maniobras de que se acusa a Rusia contra Ucrania hasta los casos de espionaje o ciberataques contra Alemania, la lista de disputas es larga.

Como hecho simbólico, esta visita de Merkel tiene lugar un año después del envenenamiento, atribuido por Alemania a los servicios rusos, del que fue víctima el líder opositor ruso Navalni.

A lo que se suma que a modo de bienvenida el Ministerio de Relaciones exteriores ruso emitió una declaración en la que acusa a Alemania y a sus aliados en este asunto de “provocación planificada para desacreditar a Rusia”.

A pesar de este contexto, la canciller alemana pidió en mayo, sin éxito, la reanudación de los contactos directos entre la Unión Europea y Rusia.

Antes de la visita a Kiev el domingo, Ucrania también estará “probablemente en la agenda de las conversaciones, porque a Angela Merkel no le gustaría irse y dejar que todos crean” que el proceso de paz que promovió allí se ha “convertido en un zombi político”, dijo a la AFP Fiodor Loukianov, editor jefe de la revista Russia in Global Affairs.